Señor, gracias por ofrecernos siempre tu amor y misericordia. Deseo acercarme a la fuente de tu amor y extenderte mi mano para que me eleves hacia Ti, pues quiero conversar contigo. Infunde en mí la gracia de una fe profunda que te tenga como único sostén, la gracia de una esperanza sencilla que camine en la certeza de tu amparo, la gracia de un amor apasionado por donarse a Ti. María, bajo tu manto guárdame y llévame a tu Hijo. Así sea.
Adviento. Cuarto domingo
ADVIENTO, TIEMPO DE ESPERANZA
— Santa María, Maestra de esperanza. Origen del desánimo y del desaliento. Jesucristo, el bien supremo.
— El objeto de nuestra esperanza.
— Confianza en el Señor. Nunca llega tarde para darnos la gracia y las ayudas necesarias.
I. El espíritu del Adviento consiste en buena parte en vivir cerca de la Virgen en este tiempo en el que Ella lleva en su seno a Jesús. La vida nuestra es también un adviento un poco más largo, una espera de ese momento definitivo en el que nos encontraremos por fin con el Señor para siempre. El cristiano sabe que este adviento ha de vivirlo junto a la Virgen todos los días de su vida si quiere acertar con seguridad en lo único verdaderamente importante de su existencia: encontrar a Cristo en esta vida, y después en la eternidad.
Y para preparar la Navidad, ya tan cercana, nada mejor que acompañar en estos días a Santa María, tratándola con más amor y más confianza.
Nuestra Señora fomenta en el alma la alegría, porque con su trato nos lleva a Cristo. Ella es «Maestra de esperanza. María proclama que la llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1, 48). Humanamente hablando, ¿en qué motivos se apoyaba esa esperanza? ¿Quién era Ella, para los hombres y mujeres de entonces? Las grandes heroínas del Viejo Testamento –Judit, Ester, Débora– consiguieron ya en la tierra una gloria humana (...). ¡Cómo contrasta la esperanza de Nuestra Señora con nuestra impaciencia! Con frecuencia reclamamos a Dios que nos pague enseguida el poco bien que hemos efectuado. Apenas aflora la primera dificultad, nos quejamos. Somos, muchas veces, incapaces de sostener el esfuerzo, de mantener la esperanza».
No cae en desaliento quien padece dificultades y dolor, sino el que no aspira a la santidad y a la vida eterna, y el que desespera de alcanzarlas. La primera postura viene determinada por la incredulidad, por el aburguesamiento, la tibieza y el excesivo apegamiento a los bienes de la tierra, a los que considera como los únicos verdaderos. El desaliento, si no se le pone remedio, paraliza los esfuerzos para hacer el bien y superar las dificultades. En ocasiones, el desánimo en la propia santidad está determinado por la debilidad del querer, por miedo al esfuerzo que comporta la lucha ascética y tener que renunciar a apegamientos y desórdenes de los sentidos. Tampoco los aparentes fracasos de nuestra lucha interior o de nuestro afán apostólico pueden desalentarnos: quien hace las cosas por amor a Dios y para su Gloria no fracasa nunca: «Convéncete de esta verdad: el éxito tuyo –ahora y en esto– era fracasar. –Da gracias al Señor y ¡a comenzar de nuevo!». «No has fracasado: has adquirido experiencia–. ¡Adelante!».
Dentro de pocos días veremos en el belén a Jesús en el pesebre, lo que es una prueba de la misericordia y del amor de Dios. Podremos decir: «En esta Nochebuena todo se para en mí. Estoy frente a Él: no hay nada más que Él, en la inmensidad blanca. No dice nada, pero está ahí... Él es Dios amándome». Y si Dios se hace hombre y me ama, ¿cómo no buscarle? ¿Cómo perder la esperanza de encontrarle si Él me busca a mí? Alejemos todo posible desaliento; ni las dificultades exteriores ni nuestra miseria personal pueden nada ante la alegría de la Navidad que ya se acerca.
II. La esperanza se manifiesta a lo largo del Antiguo Testamento como una de las características más esenciales del verdadero pueblo de Dios. Todos los ojos están puestos en la lejanía de los tiempos, por donde un día llegaría el Mesías: «los libros del Antiguo Testamento narran la historia de la Salvación, en la que, paso a paso, se prepara la venida de Cristo al mundo».
En el Génesis se habla ya de la victoria de la Mujer sobre los poderes del mal, de un mundo nuevo.
El profeta Oseas anuncia que Israel se convertirá y florecerá en el amor antiguo. Isaías, en medio de las decepciones del reinado de Ezequiel, anuncia la venida del Mesías, Miqueas señalará a Belén de Judá como el lugar de su nacimiento.
Faltan pocos días para que veamos en el belén a Nuestro Señor, a quien todos los profetas anunciaron, la Virgen cuidó con inefable amor de Madre, Juan lo proclamó ya próximo y lo señaló después entre los hombres. El mismo Señor nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su Nacimiento, para encontrarnos así, cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.
Jesucristo proclama, desde el pesebre de Belén hasta el momento de su Ascensión a los cielos, un mensaje de esperanza. Jesús mismo es nuestra única esperanza. Él es la garantía plena para alcanzar los bienes prometidos. Miramos hacia la gruta de Belén, «en vigilante espera», y comprendemos que solo con Él nos podemos acercar confiadamente a Dios Padre.
El Señor mismo nos señala que el objeto principal de la esperanza cristiana no son los bienes de esta vida, que la herrumbre y la polilla corroen y los ladrones desentierran y roban, sino los tesoros de la herencia incorruptible, y en primer lugar la felicidad suprema de la posesión eterna de Dios.
Esperamos confiadamente que un día nos conceda la eterna bienaventuranza y, ya ahora, el perdón de los pecados y su gracia. Como una consecuencia, la esperanza se extiende a todos los medios necesarios para alcanzar ese fin. Desde este aspecto particular, también los bienes terrenales pueden caer en el ámbito de la esperanza, pero solo en la medida y en la manera con que Dios los ordena a nuestra salvación.
Vamos a luchar, estos días y siempre, con todas nuestras fuerzas contra esas formas menores de desesperación que son el desánimo, el desaliento y el estar preocupados casi exclusivamente por los bienes materiales.
La esperanza lleva al abandono en Dios y a poner todos los medios a nuestro alcance, para una lucha ascética que nos impulsará a recomenzar muchas veces, a ser constantes en el apostolado y pacientes en la adversidad, a tener una visión más sobrenatural de la vida y de sus acontecimientos. «En la medida en que el mundo se canse de su esperanza cristiana, la alternativa que le queda es el materialismo, del tipo que ya conocemos; esto y nada más. Su experiencia del cristianismo ha sido como la experiencia de un gran amor, el amor de toda una vida... Ninguna voz nueva (...) tendrá ningún atractivo para nosotros si no nos devuelve a la gruta de Belén, para que allí podamos humillar nuestro orgullo, ensanchar nuestra caridad y aumentar nuestro sentimiento de reverencia con la visión de una pureza deslumbradora».
III. Escuchadme, los desanimados, que os creéis lejos de la victoria. Yo acerco mi victoria; no está lejos, mi salvación no tardará.
Nuestra esperanza en el Señor ha de ser más grande cuanto menores sean los medios de que se dispone o mayores sean las dificultades. En cierta ocasión en que Jesús vuelve a Cafarnaúm, nos dice San Lucas que todos estaban esperándole. En medio de aquella multitud sobresale un personaje que el Evangelista destaca diciendo que era un jefe de sinagoga y pide a Jesús la curación de su hija: se postró a sus pies; no tiene reparo alguno en dar esta muestra pública de humildad y de fe en Él.
Inmediatamente, a una indicación del Señor, todos se ponen en movimiento en dirección a la casa de Jairo. La niña, de doce años, hija única, se estaba muriendo. Debe de estar ya agonizando. Precisamente entonces, cuando han recorrido una parte del camino, y al amparo de la multitud, una mujer que padece una enfermedad que la hace impura según la ley se acerca por detrás y toca el extremo del manto del Señor. Es también una mujer llena de una profunda humildad.
Jairo había mostrado su esperanza y su humildad postrándose delante de todos ante Jesús. Esta mujer pretende pasar inadvertida, no quería entretener al Maestro; pensaba que era demasiado poca cosa para que el Señor se fijara en ella. Le basta tocar su manto.
Ambos milagros se realizarán acabadamente. La mujer, en la que había fracasado la ciencia de tantos médicos, será curada para siempre, y la hija de Jairo vivirá plena de salud a pesar de que cuando llega la comitiva después del retraso sufrido en el trayecto, haya muerto.
Durante el suceso con la hemorroísa, ¿qué ocurre con Jairo? Parece que ha pasado a segundo plano, y no es difícil imaginarlo un tanto impaciente, pues su hija se le moría cuando la dejó para buscar al Maestro. Cristo, por el contrario, no aparenta tener prisa. Incluso parece no dar importancia a lo que ocurre en casa de Jairo.
Cuando Jesús llega, la niña ya había muerto. Ya no hay posibilidad de salvarla; parece que Jesús ha acudido tarde. Y precisamente ahora, cuando humanamente no queda nada por hacer, cuando todo invita al desaliento, ha llegado la hora de la esperanza sobrenatural.
Jesús no llega nunca tarde. Solo se precisa una fe mayor. Jesús ha esperado a que se hiciese «demasiado tarde», para enseñarnos que la esperanza sobrenatural también se apoya, como cimiento, en las ruinas del esperar humano y que solo es necesario una confianza sin límites en Él, que todo lo puede en todo momento.
Nos recuerda este pasaje nuestra propia vida, cuando parece que Jesús no viene al encuentro de nuestra necesidad, y luego nos concede una gracia mucho mayor. Nos recuerda tantos momentos junto al Sagrario en que nos ha parecido oír palabras muy semejantes a estas: No temas, ten solo fe. Esperar en Jesús es confiar en Él, dejarle hacer. Más confianza, cuanto menores sean los elementos en que humanamente nos podamos apoyar.
La devoción a la Virgen es la mayor garantía para alcanzar los medios necesarios y la felicidad eterna a la que hemos sido destinados. María es verdaderamente «puerto de los que naufragan, consuelo del mundo, rescate de los cautivos, alegría de los enfermos». Pidámosle que sepamos esperar, en estos días que preceden a la Navidad y siempre, llenos de fe, a su Hijo Jesucristo, el Mesías anunciado por los Profetas. «Ella precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo, hasta que llegue el día del Señor (Cfr. 2 Pdr 3, 10)»
Jesucristo, sanador de todo, acompáñanos en estos tiempos de incertidumbre y pena.Acompaña aquellos que han muerto por causa del virus. Que estén descansando a tu lado en tu paz eterna.Acompaña las familias de quienes están enfermos o que han muerto. En medio de sus preocupaciones y penas, líbrales de enfermedad y desesperación. Permíteles sentir tu paz.Acompaña los doctores, enfermeras, investigadores y todos los profesionales médicos que andan en búsqueda de sanar y ayudar a los afectados, y que corren riesgos en el proceso. Permíteles sentir tu protección y paz.
Acompaña los líderes de todas las naciones. Dales la visión para actuar con amor, y un verdadero interés en el bienestar de la gente que deben de servir. Dales la sabiduría para poder invertir en soluciones de largo plazo que ayudarán a la preparación o prevención de futuros brotes. Permíteles conocer tu paz en esta tierra, mientras juntos trabajan para lograrlo.
Ya estemos en nuestras casas o en el extranjero, rodeados de muchos o de unos pocos que sufren de esta enfermedad, Jesucristo, acompáñanos mientras soportamos y lamentamos, persistimos y nos preparamos. Sustituye nuestra ansiedad por tu paz.
Jesucristo, sánanos.
Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.
Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.
Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.
Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.
Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.
Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.
Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.
Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.
Oh María,tú resplandeces siempre en nuestro camino
como un signo de salvación y esperanza.
A ti nos encomendamos, Salud de los enfermos,
que al pie de la cruz fuiste asociada al dolor de Jesús,
manteniendo firme tu fe.
Tú, Salvación del pueblo romano,
sabes lo que necesitamos
y estamos seguros de que lo concederás
para que, como en Caná de Galilea,
vuelvan la alegría y la fiesta
después de esta prueba.
Ayúdanos, Madre del Divino Amor,
a conformarnos a la voluntad del Padre
y hacer lo que Jesús nos dirá,
Él que tomónuestro sufrimiento sobre sí mismo
y se cargó de nuestros dolores
para guiarnos a través de la cruz,
a la alegría de la resurrección. Amén.
Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios,
no desprecies nuestras súplicas en las necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita.
Oración 2
«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
“Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios”.
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza.
Protege a los médicos, a los enfermeros, al personal sanitario, a los voluntarios que en este periodo de emergencia combaten en primera línea y arriesgan sus vidas para salvar otras vidas. Acompaña su heroico esfuerzo y concédeles fuerza, bondad y salud.
Permanece junto a quienes asisten, noche y día, a los enfermos, y a los sacerdotes que, con solicitud pastoral y compromiso evangélico, tratan de ayudar y sostener a todos.
Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y mujeres de ciencia, para que encuentren las soluciones adecuadas y se venza este virus.
Asiste a los líderes de las naciones, para que actúen con sabiduría, diligencia y generosidad, socorriendo a los que carecen de lo necesario para vivir, planificando soluciones sociales y económicas de largo alcance y con un espíritu de solidaridad.
Santa María, toca las conciencias para que las grandes sumas de dinero utilizadas en la incrementación y en el perfeccionamiento de armamentos sean destinadas a promover estudios adecuados para la prevención de futuras catástrofes similares.
Madre amantísima, acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio y la constancia en la oración.
Oh María, Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar su curso normal con serenidad.
Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.
En este momento de pandemia mundial
oramos por los enfermos y los que sufren...
y por todos los que sentimos miedo y ansiedad...
Agradecemos a todos los que se encuentran en primera línea.
médicos, enfermeras, personal médico y hospitalario,cuidadores, familiares, amigos y desconocidos:
y oramos por su seguridad, salud y fortaleza.
Oramos por los responsables y los encargados de hacer cumplir la ley,
para que puedan ser guiados en sus decisiones y acciones.
Oramos por la comunidad científica,para que puedan encontrar la manera de contener este coronavirus y debilitarlo.
Oramos por la Madre Tierra,
que pueda recuperarse del agotamiento y la devastación que le hemos hecho sufrir,y que ella nos ayude a descubrir cómo resistir este virus,cómo restaurar la belleza y diversidad de la naturaleza,y cómo renovarnos a nosotros mismos y nuestros estilos de vida.
Oramos unos por otros,para que podamos
— ser precavidos sin estar paralizados;
— ejercer la responsabilidad social y pensar en los más débiles y vulnerables;
— encontrar formas creativas de conectarnos, mostrar cuidado y compartir compasión;
— idear formas de ayudar a quienes se verán más gravemente afectados por las medidas adoptadas para abordar la crisis; y escuchar y aprender de esta experiencia.
Con confianza, ¡clamamos al Dios de la Vida y la Esperanza por misericordia y curación...!
Letanías de Súplica de la Oración del Santo Padre Francisco ante la epidemia del Coronavirus
TE ADORAMOS, SEÑOR
Verdadero Dios y verdadero hombre, realmente presente en este Santo Sacramento
Te adoramos, Señor.
Salvador nuestro, Dios con nosotros, fiel y rico en misericordia
Te adoramos, Señor.
Rey y Señor de la Creación y de la historia,
Te adoramos, Señor.
Vencedor del pecado y de la muerte,
Te adoramos, Señor.
Amigo del hombre, resucitado y vivo a la derecha del Padre,
Te adoramos, Señor.
CREEMOS EN TI, SEÑOR
Hijo unigénito del Padre, que bajaste del cielo por nuestra salvación
Creemos en ti, Señor
Médico celestial, que te inclinas ante nuestra miseria
Creemos en ti, Señor
Cordero inmolado, que te ofreces para rescatarnos del mal
Creemos en ti, Señor
Buen Pastor, que das la vida por el rebaño que amas
Creemos en ti, Señor
Pan vivo y medicina de inmortalidad, que nos das la Vida eterna,
Creemos en ti, Señor
LÍBRANOS, OH, SEÑOR
Del poder de Satanás y de las seducciones del mundo,
Líbranos, Señor
Del orgullo y de la presunción de poder prescindir de ti
Líbranos, Señor
De los engaños del miedo y de la angustia,
Líbranos, Señor
De la incredulidad y de la desesperación,
Líbranos, Señor
De la dureza de corazón y de la incapacidad de amar,
Líbranos, Señor
SÁLVANOS, SEÑOR
De todos los males que afligen a la humanidad,
Sálvanos, Señor
Del hambre, de la escasez y del egoísmo,
Sálvanos, Señor
De las enfermedades, de las epidemias y del miedo del hermano
Sálvanos, Señor
De la locura devastadora, de los intereses despiadados y de la violencia,
Sálvanos, Señor
De los engaños, de la información maligna y de la manipulación de las conciencias,
Sálvanos, Señor
CONSUÉLANOS, SEÑOR
Mira a tu Iglesia que atraviesa el desierto,
Consuélanos, Señor
Mira a la humanidad, aterrorizada del miedo y de la angustia
Consuélanos, Señor
Mira a los enfermos y moribundos, oprimidos por la soledad
Consuélanos, Señor
Mira a los médicos y a los operadores sanitarios, extenuados por el cansancio
Consuélanos, Señor
Mira a los políticos y a los administradores, que cargan con el peso de las decisiones,
Consuélanos, Señor
DANOS TU ESPÍRITU, SEÑOR
En la hora de la prueba y de la desorientación,
Danos tu Espíritu, Señor
En la tentación y en la fragilidad,
Danos tu Espíritu, Señor
En el combate contra el mal y el pecado
Danos tu Espíritu, Señor
En la búsqueda del verdadero bien y de la verdadera alegría,
Danos tu Espíritu, Señor
En la decisión de permanecer en Ti y en tu amistad,
Danos tu Espíritu, Señor
ÁBRENOS A LA ESPERANZA, SEÑOR
Si el pecado nos oprime,
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si el odio nos cierra el corazón,
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si el dolor nos visita,
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si la indiferencia nos angustia,
Ábrenos a la esperanza, Señor
Si la muerte nos aplasta,
Ábrenos a la esperanza, Señor
"Señor Jesucristo,
hijo del Padre,
manda ahora tu Espíritu
sobre la tierra.
Haz que el Espíritu Santo
habite en el corazón de todos los pueblos,
Para que sean
preservados
de la corrupción, de las calamidades
y de la guerra.
Que la señora de todos los pueblos,
la Santísima Virgen María,
sea nuestra abogada"
Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Déjame el cuidado de todas tus cosas y todo te irá mejor.
Cuando te abandones en mi, todo se resolverá con tranquilidad, según mis designios.
No te desesperes no me dirijas una oración agitada, como si quisiera exigirme el cumplimiento de tus deseos.
En lugar de eso, cierra los ojos del alma y dime con calma:
JESÚS, EN TI CONFÍO
Trata de evitar esos pensamientos que te angustian al querer comprender las cosas que te pasan. No estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser DIOS y actuar con libertad. Entrégate confiadamente en mi. Reposa en mi y deja en mis manos tu futuro. Dime frecuentemente:
JESÚS, EN TI CONFÍO
Lo que más daño te hace es tu razonamiento y tus propias ideas y querer resolver las cosas a tu manera. Cuando me dices:
JESÚS, EN TI CONFÍO
No seas como el paciente que le pide al médico que le cure, pero le sugiere el modo de hacerlo. Déjate llevar en mis brazos divinos, no tengas miedo. YO TE AMO…
si crees que las cosas empeoran o se complican a pesar de tu oración sigue confiando cierra los ojos del alma y confía. Continua diciéndome a toda hora:
JESÚS, EN TI CONFÍO
Necesito las manos libres para poder obrar. No me ates con tus preocupaciones inútiles. Satanás quiere eso: Agitarte, Angustiarte y Quitarte La Paz. Confía solo en Mi. Reposa en Mí, Entrégate a Mi. Yo hago los milagros en la proporción de la entrega y confianza que tienes en mi así que no te preocupes, echa en mi todas tus angustias y duerme tranquilo. Dime siempre:
JESUS, EN TI CONFÍO
Y verás grandes milagros Te lo prometo por mi amor.
JESUS MISERICORDIOSO.
Postrado ante tus pies, humildemente vengo a pedirte Dulce Jesús Mío, poderte repetir constantemente:
JESÚS MISERICORDIOSO, EN TI CONFÍO.
Si la confianza es prueba de ternura, esta prueba de amor darte yo ansío, aun cuando este sumido en amargura.
JESÚS MISERICORDIOSO, EN TI CONFÍO.
En las horas más tristes de mi vida, cuando todos me dejen !Oh Dios Mío! y el alma esté por penas combatidas
JESÚS MISERICORDIOSO, EN TI CONFÍO.
Aunque sienta venir la desconfianza, Y aunque todos me miren con desvío, No será confundida mi esperanza;
JESÚS MISERICORDIOSO, EN TI CONFÍO.
Si contraje contigo santa alianza Y te di todo mi amor y mi albedrío ¿Cómo ha de ser frustrada mi esperanza?
JESÚS MISERICORDIOSO, EN TI CONFÍO.
Y siento una confianza de tal suerte, Que sin temor a nada, Jesús mío Espero repetir hasta la muerte,
JESUS MISERICORDIOSO, EN TI CONFÍO.
Señor Te pedimos:
Fe, para mirarte en todo
Esperanza, para no desfallecer
Caridad, para amarte cada día mas y para hacerte amar de los que nos rodean
Danos Paciencia y Humildad ,Desprendimiento y Generosidad
Danos Señor lo que Tu sabes nos conviene y no te sabemos pedir
Que tengamos un corazón alerta, el oído atento, las manos y mente activos y que nos hallemos siempre dispuestos a hacer Tu santa voluntad .
Derrama Señor Tus gracias sobre todos los que amamos y concede Tu paz al mundo entero. Amén
CAMINATA DE VIRGEN DE LA ENCARNACIÓN:
Se comienza el 25 de marzo y se termina el 25 de diciembre, se piden 3 gracias muy difíciles-
ORACIÓN: Oh Virgen de la Encarnación, mil veces te saludamos, mil parabienes te damos por el gusto que tuviste cuando Dios en ti encarnó, pues eres tan poderosa oh Virgen y Madre de Dios, concédeme lo que te pido por amor de Dios, por amor de Dios.
SE REZA LA PRIMER SALVE.
Dios te salve Reina y Madre de Misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra,Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea pues, Señora Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre,
¡Oh clemente!, ¡oh piadosa!, ¡oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de Nuestro Señor y amado Jesucristo.
Amén.
Se Medita Y Se Pide La Primera Gracia
ORACIÓN: Oh Virgen de la Encarnación, mil veces te saludamos, mil parabienes te damos por el gusto que tuviste cuando Dios en ti encarnó, pues eres tan poderosa oh Virgen y Madre de Dios, concédeme lo que te pido por amor de Dios, por amor de Dios.
*SE REZA LA SEGUNDA SALVE
Dios te salve Reina y Madre de Misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea pues, Señora Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre,
¡Oh clemente!, ¡oh piadosa!, ¡oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de Nuestro Señor y amado Jesucristo.
Amén
Se Medita Y Se Pide La Segunda Gracia
ORACIÓN: Oh Virgen de la Encarnación, mil veces te saludamos, mil parabienes te damos por el gusto que tuviste cuando Dios en ti encarnó, pues eres tan poderosa oh Virgen y Madre de Dios, concédeme lo que te pido por amor de Dios, por amor de Dios.
*SE REZA LA TERCERA SALVE
Dios te salve Reina y Madre de Misericordia, vida dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve, a ti llamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea pues, Señora Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre,
¡Oh clemente!, ¡oh piadosa!, ¡oh dulce Virgen María! Ruega por nosotros Santa Madre de Dios para que seamos dignos de alcanzar las divinas gracias y promesas de Nuestro Señor y amado Jesucristo.
Se Medita Y Se Pide La Tercera Gracia
ORACIÓN FINAL:
Acordaos oh piadosísima María que jamás se ha oído decir que persona que a vos se acogiere y pidiese socorro, hubiese salido desamparada, animada con tal confianza a vos acudo, oh Virgen de la encarnación. Oh madre de mi señor Jesucristo, a vos vengo, a vos me presento con temor de mis pecados, no queráis menospreciar mis oraciones y mis palabras oh Madre mía, por el Misterio de tu Santísima Encarnación oídlas y cumplidas con misericordia, por amor de Dios, Amén.
Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar en el cielo, en la tierra y en todo lugar.
SE REZA UN AVE MARÍA POR LA PERSONA PROPAGADORA DE
ESTA CAMINATA.
Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
A Jesús Sacramentado:
Gracias Señor por todo el bien que de Ti recibo todos los días
Gracias porque derramas en mi alma la dulzura infinita de tu piedad
Gracias por que me dejas sentir tu perdón por mis múltiples faltas
Gracias por que con ello me demuestras que nunca me abandonas
Gracias por las alegrías que me ofreces
Gracias por los dolores que me envías
Gracias también Señor porque conservas para mi alma la esperanza y la fe.
Oración introductoria de cada día
Corazón amantísimo de Jesús digno de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de lavar las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me manche de la culpa ingrato, te ofrezco y te consagro enteramente mi corazón, mis afectos, mi trabajo y todo mi ser.
Por cuanto son pobres mis méritos, ¡oh Jesús!, te ofrezco mis oraciones, mis actos de penitencia, de humildad, de obediencia y de las demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida entera hasta el último suspiro.
Propongo hacer todo por tu gloria, por tu amor y para consolar a tu Corazón. Te suplico aceptes mi humilde ofrecimiento por las manos purísimas de tu Madre y Madre mía María.
Dispón de mí y de mis cosas, Señor, según el beneplácito de tu Corazón. Amén.
Acto de consagración y desagravio al Sagrado Corazón de Jesús
¡Oh Corazón de Jesús! Yo quiero consagrarme a ti con todo el fervor de mi espíritu. Sobre el ara del altar en que te inmolas por mi amor, deposito todo mi ser; mi cuerpo que respetaré como templo en que tú habitas; mi alma que cultivaré como jardín en que te recreas; mis sentidos, que guardaré como puertas de tentación; mis potencias, que abriré a las inspiraciones de tu gracia; mis pensamientos, que apartaré de las ilusiones del mundo; mis deseos, que pondré en la felicidad del Paraíso; mis virtudes que florecerán a la sombra de tu protección; mis pasiones, que se someterán al freno de tus mandamientos; y hasta mis pecados, que detestaré mientras haya odio en mi pecho, y que lloraré sin cesar mientras haya lágrimas en mis ojos.
Mi corazón quiere desde hoy ser para siempre todo tuyo, así como tú, ¡oh Corazón divino! has querido ser siempre todo mío. Tuyo todo, tuyo siempre; no más culpas, no más tibieza. Yo te serviré por los que te ofenden; pensaré en ti por los que te olvidan; te amaré por los que te odian; y rogaré y gemiré, y me sacrificaré por los que te blasfeman sin conocerte. Tú, que penetras los corazones, y sabes la sinceridad de mi deseo, comunícame aquella gracia que hace al débil omnipotente, dame el triunfo del valor en las batallas de la tierra, y cíñeme la oliva de la paz en las mansiones de la gloria. Amén.
Amor del Corazón de Jesús, abrázanos.
Caridad del Corazón de Jesús, derrámate en nosotros.
Fuerza del Corazón de Jesús, sostennos.
Misericordia del Corazón de Jesús, perdónanos.
Paciencia del Corazón de Jesús, no te canses de nosotros.
Reino del Corazón de Jesús, establécete en nosotros.
Voluntad del Corazón de Jesús, dispón de nosotros.
Celo del Corazón de Jesús, inflámanos.
Virgen Inmaculada, ruega por nosotros al Corazón de Jesús.
Oh, Corazón de Jesús, Dios y Hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían; Tú nos dices amablemente: Vengan a Mí; y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: Confía, hijo mío, tus pecados te son perdonados, y a la mujer enferma: Confía, hija, tu fe te ha salvado, y a los Apóstoles: Confíen, Yo Soy, no teman.
Animado con estas palabras acudo a Ti con el corazón lleno de confianza, para decirte sinceramente y desde lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús en Ti confío.
Sí, Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y, por el Corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca esta confianza en Ti, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Tú quisieras enviarme, para que habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.
Oh, Corazón de Jesús, Dios y Hombre verdadero, delicia de los Santos, refugio de los pecadores y esperanza de los que en Ti confían; Tú nos dices amablemente: Vengan a Mí; y nos repites las palabras que dijiste al paralítico: Confía, hijo mío, tus pecados te son perdonados, y a la mujer enferma: Confía, hija, tu fe te ha salvado, y a los Apóstoles: Confíen, Yo Soy, no teman.
Animado con estas palabras acudo a Ti con el corazón lleno de confianza, para decirte sinceramente y desde lo más íntimo de mi alma: Corazón de Jesús en Ti confío.
Sí, Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré siempre en tu bondad; y, por el Corazón de tu Madre, te pido que no desfallezca nunca esta confianza en Ti, a pesar de todas las contrariedades y de todas las pruebas que Tú quisieras enviarme, para que habiendo sido mi consuelo en vida, seas mi refugio en la hora de la muerte y mi gloria por toda la eternidad. Amén.
PRIMER DÍA
Acto de Contrición: Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido; también me pesa porque puedes castigarme con las penas del infierno. Ayudado de tu divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuese impuesta.
Oración del día: ¡Oh Corazón amantísimo de Jesús!, coronado por la Santa Cruz, árbol frondoso que se nutre con tu Sangre Preciosísima!; en unión de todos los Santos y almas fervorosas que en todos los tiempos y lugares te han amado, te adoro, te amo con todo mi corazón; y para darte una prueba más patente de mi afecto, renuevo y te ofrezco las promesas que hice en el santo Bautismo, prefiriendo tu gracia y tu amor a todas las riquezas de la tierra. Dame, en cambio, Señor, los verdaderos tesoros y riquezas celestiales, que son las virtudes de tu divino Corazón que, como flores olorosas brotan al pie de tu Cruz, rociadas y regadas con tu preciosa Sangre. Amén.
Un Padrenuestro. Un Avemaría. Un Gloria.
Oración Final: ¡Oh Dios!, protector de cuantos en Ti confían, sin cuyo poder nada hay fuerte, nada hay santo; aumenta en nosotros tus misericordias, para que, siendo Tú quien nos dirijas y nos guíes de tal manera pasemos por las cosas temporales, que no perdamos las eternas. Te lo pedimos por el Corazón de tu Santísimo Hijo Jesús. Amén.
SEGUNDO DÍA:
Acto de Contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido; también me pesa porque puedes castigarme con las penas del infierno. Ayudado de tu divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuese impuesta.
Oración del día: ¡Oh, Corazón dulcísimo de Jesús!, ceñido de punzantes espinas, símbolo expresivo de nuestras ingratitudes, que te lastiman y de nuestros pecados, que te despedazan, en unión de todos los Espíritus Angélicos, que sin cesar te alaban y se abrazan en tu amor, te adoro, te amo sobre todas las cosas; y en testimonio de este amor, te ofrezco el propósito que te hago de aborrecer todo pecado. Renuncio de una manera particular a laos placeres del sentido, para gozar del dulcísimo placer de amar tu infinita bondad; concédeme, el espíritu de mortificación y apartamiento del mundo, para poder un día formar parte del coro virginal que te seguirá y como corona te rodeará eternamente. Amén.
Un Padre nuestro. Un Avemaría. Un Gloria.
Oración Final: ¡Oh Dios!, protector de cuantos en Ti confían, sin cuyo poder nada hay fuerte, nada hay santo; aumenta en nosotros tus misericordias, para que, siendo Tú quien nos dirijas y nos guíes de tal manera pasemos por las cosas temporales, que no perdamos las eternas. Te lo pedimos por el Corazón de tu Santísimo Hijo Jesús. Amén.
TERCER DÍA:
Acto de Contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Tú quien eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte ofendido; también me pesa porque puedes castigarme con las penas del infierno. Ayudado de tu divina Gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuese impuesta.
Oración del día: ¡Oh, Corazón Sacratísimo de Jesús!, rasgado por el hierro de la lanza, como puerta abierta del Paraíso cuya entrada nos franquean los méritos de tu Pasión santísima!; en unión del Corazón Inmaculado de tu Madre, que te ha amado más que todos los Angeles y hombres, te adoro, te amo cuanto me es posible por las soberanas perfecciones que te adornan; y para hacer más eficaz mi amor, te ofrezco la promesa que e hago de propagar cuanto me sea posible el reinado de tu Divino Corazón y la obediencia a tu santa Iglesia y a sus representantes. Dame, Señor, por la intercesión del Corazón de tu Madre, que lo es también mía, la perseverancia final en tu gracia y en la fe de la Iglesia Católica, a fin de vivir morir y reinar eternamente en la morada deliciosa de tu dulcísimo Corazón. Amén.
Un Padre nuestro. Un Avemaría. Un Gloria.
Oración Final: ¡Oh Dios!, protector de cuantos en Ti confían, sin cuyo poder nada hay fuerte, nada hay santo; aumenta en nosotros tus misericordias, para que, siendo Tú quien nos dirijas y nos guíes de tal manera pasemos por las cosas temporales, que no perdamos las eternas. Te lo pedimos por el Corazón de tu Santísimo Hijo Jesús. Amén.
Ábreme oh buen Jesús,
las puertas de tu Sagrado Corazón,
úneme a Él para siempre.
Que todas las respiraciones y
palpitaciones de mi pobre corazón aún
cuando esté durmiendo, te sirvan de
testimonio de mi amor y te digan sin
cesar: Señor, te amo.
Recibe el poco bien que yo hago,
y dame tu santa gracia para reparar
todo el mal que he hecho.
Para que te ame en el tiempo y te alabe
por toda la eternidad, Amén.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío.
ORACIÓN
¡Oh! María, durante los bellos meses que te están consagrados, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.
Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.
Sí, los lirios que Tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos pues, durante el curso de estos meses consagrados a tu gloria, ¡oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin mancha, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas, aún la sombra misma del mal.
La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal. En estos meses benditos procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida y, con tu auxilio, llegaremos a ser puros humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.
¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes. Que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres.Amén
Oración del Papa Francisco para el Jubileo de la Misericordia
Señor Jesucristo,
tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro
y obtendremos la salvación.
Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios!
Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.Amén.
Tú eres mi Madre, Virgen María: mantener mi seguridad no sea que yo nunca ofenda a tu amado Hijo y obtén para mí la gracia de agradarle siempre y en todas las cosas. (300 días de Indulgencias.)
Oración para la Misión Territorial.
Señor Jesucristo, camino, verdad y vida, rostro humano de Dios y rostro divino del hombre, Enciende en nuestros corazones el amor del padre que está en el cielo y la alegría de ser cristiano.
Ven a nuestro encuentro y guía nuestros pasos para seguirte y amarte en la comunión de tu iglesia, celebrando y viviendo el don de la eucaristía, cargando con nuestra cruz y urgidos por tu envío.
Danos siempre el fuego de tu santo espíritu, que ilumine nuestras mentes y despierte en nosotros el deseo de contemplarte, el amor a los hermanos, sobre todo a los afligidos, y el ardor por anunciarte al inicio de este siglo.
Discípulos y misioneros tuyos queremos ser, queremos remar mar adentro, para que nuestros pueblos tengan en Ti, vida abundante y con solidaridad construyan la fraternidad y la paz.
Señor Jesús, ¡ven y envíanos! , María, madre de la iglesia, Ruega por nosotros. Amén.
Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de todos los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide
nacer,
de pobres a quienes se hace difícil
vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia
inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de
una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza
y
amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre
nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su
existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita
constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena
voluntad,
la civilización de la verdad y del
amor,
para alabanza y gloria de Dios
Creador
y amante de la vida.
Amén
Oración 2024
Señor :
Te presentamos estos 365 días, que sólo Tú sabes, quienes llegaremos a vivirlos completos. Si no los terminamos...
ayúdanos a morir en Ti, en gracia santificante, luego de haber acudido -sinceramente contritos al tribunal del confesionario..
Hoy te pedimos para cada uno de nosotros: la paz y la alegría, la fuerza y la prudencia, la caridad y la sabiduría, el empeño para serte fieles y vivir siempre en tu Gracia, pues sólo en Gracia se transita el camino seguro. Sólo el necio esto no lo entiende, por lo que te pedimos que nos quites cualquier venda que nos impida ver nuestra ceguera..
Señor, ayúdanos a ser celosos de tu gloria y la de tu Iglesia, y vivir sólo por Ti, en Ti y para Ti. .
Queremos vivir cada día con optimismo y bondad, llevando a todas partes, un corazón lleno de
comprensión y paz que busque siempre la Verdad de tu Palabra. Que nada nos arranque de ella, pues tu fe es nuestro mayor tesoro..
Cierra Tú nuestros oídos, a toda calumnia, a las falsas doctrinas contra tu Palabra. y nuestros labios, a palabras mentirosas, egoístas, mordaces o hirientes. Abre, en cambio, nuestro ser a todo lo que es bueno..
Que nuestro espíritu, se llene sólo de bendiciones, y las derrame a nuestro paso. Cólmanos de bondad y de alegría,para que cuantos conviven con nosotros, o los que se acerquen, encuentren en nuestras vida, un poquito de TI..
Gracias, Señor, por todo y perdona nuestras deudas contigo. Guíanos a todos por la senda del camino estrecho que nos permita un día entrar por la puerta angosta y estar en tu regazo eterno para bendecirte por los siglos de los siglos. Si para ello es necesario que utilices tu mano derecha que nos sacuda, de antemano aceptamos cualquier pena y dolor por difíciles que sean..
Danos un feliz 2019 enséñanos a amarte viviendo siempre en tu gracia, y seguirte con plena fidelidad.Gracias, Señor, por todas las bendiciones del pasado año,así como por las que derramarás el que inicia.
Inmaculado Corazón de María, encadena a tu Corazón a toda la familia nuestra,a la familia de la Red Mundial Cristiana de Oración ,del Rosario Viviente Universal " Santa Filomena " y Familia del Santo Rosario.
Amén.
GRACIAS
Señor por la paz, por la alegría, por la unión que los hombres, mis
hermanos, me han brindado, por esos ojos que con ternura y comprensión me miraron.
Por esa mano oportuna que me tendieron, por esos labios cuyas palabras y
sonrisa me alentaron, por esos oídos que me escucharon, por ese corazón que amistad, cariño y amor me dieron.
Gracias, Señor por el éxito que me estimuló, por la salud que me sostuvo,
por la comodidad y diversión que me descansaron.
Gracias, Señor... me cuesta decírtelo... por la enfermedad, por el fracaso,
por la desilusión, por el insulto, por el engaño, por la injusticia, por la soledad, por el fallecimiento del ser querido.
Tú lo sabes, Señor, cuán difícil fue aceptarlo; quizá estuve al punto de la
desesperación,
pero ahora me doy cuenta que todo esto me acercó más a Ti. ¡Tú sabes lo que
hiciste!
Gracias, Señor, sobre todo por la fe que me has dado en Ti y en los
hombres. Por esa fe que se tambaleó pero que Tú nunca dejaste de fortalecer cuando tantas veces encorvado bajo el peso del desánimo me hizo caminar en el sendero de la verdad a pesar de la
oscuridad.
AYUDA
Te he venido también a implorar para el año que muy pronto va a comenzar.
Lo que el futuro me deparará, lo desconozco Señor. Vivir en la incertidumbre, en la duda, no me gusta, me molesta, me hace sufrir. Pero sé que Tú siempre me ayudarás.
Yo te puedo dar la espalda. Soy libre. Tú nunca me la darás. Eres fiel. Yo
sé que me tenderás la mano. Tú sabes que yo no siempre la tomaré.
Por eso, hoy te pido que me ayudes a ayudarte, que llenes mi vida de
esperanza y generosidad.
No abandones la obra de tus manos. Señor.
PERDÓN
No podría retirarme sin pronunciar esa palabra que tantas veces, te debí de
haber dicho, pero que por negligencia y orgullo he callado, perdón, Señor, por mis negligencias,
descuidos y olvidos, por mi orgullo y vanidad, por mi necedad y capricho,
por mi silencio y mi excesiva locuacidad.
Perdón, Señor, por prejuzgar a mis hermanos, por mi falta de alegría y
entusiasmo, por mi falta de fe y confianza en Ti, por mi cobardía y mi temor en mi compromiso.
Perdón, porque me han perdonado y no he sabido perdonar.
Perdón por mi hipocresía y mi doblez, por esa apariencia que con tanto
esmero cuido pero que en el fondo no es más que engaño a mi mismo.
Perdón por esos labios que no sonrieron, por esa palabra que callé, por esa
mano que no tendí, por esa mirada que desvié, por esos oídos que no presté, por esa verdad que omití, por ese corazón que no amó... por ese Yo que se prefirió.
Señor, no te he dicho todo.
Llena con tu amor mi silencio y cobardía.
GRACIAS por todos los que no te dan gracias.
AYUDA a todos los que imploran tu ayuda.
PERDÓN por todos los que no imploran perdón.
Encomienda tus obras al Señor, y se realizarán tus proyectos.(Proverbios 16:3)
Si el año que terminó lo hemos puesto en la Misericordia de Dios, pongamos en su Providencia el año que acabamos de estrenar.
Terminamos un año, y nos invita el tiempo a reflexionar, a dar gracias por todos los beneficios que se nos ha dado. Ha sido un año con dificultades y situaciones difíciles que nos han hecho crecer como personas y como cristianos, porque Dios siempre nos da las cosas que necesitamos para que crezcamos, para que maduremos. Han sido 365 días que han tenido sus amaneceres y sus atardeceres, y todo ha tenido su encanto.
Gracias a Dios porque ha sido bueno con nosotros y por ello estamos contentos. Pongamos en sus Manos misericordiosas el año que terminó, de todo aquello que hicimos mal, o cuando dejamos de hacer el bien. Todo lo hemos de poner en la misericordia de Dios, nuestras heridas, nuestros resentimientos, nuestras envidias, nuestra pereza para hacer el bien, nuestro orgullo frente a la vida... dejemos en Dios todo aquello que nos ató, aquello que nos esclavizó, y caminemos con la libertad de los hijos de Dios al encuentro del nuevo año que acabamos de estrenar.
Iniciar el nuevo año, con un corazón agradecido, porque si no valoramos el trabajo que Dios ha hecho por nosotros, entramos al nuevo año con la tristeza del pasado, con la angustia de lo que nos hizo sufrir, y el nuevo tiempo, se tornaría como el deseo de fugarse del presente para esperar algo nuevo y esperar algo bueno como si fuera fortuna, como si fuera la suerte... sin ser responsable de nuestra existencia.
Un nuevo año es tiempo de encuentro y por lo tanto de celebración, porque es encuentro de oportunidades; ha de ser celebrativo porque lo iniciamos con un corazón agradecido, ha de ser un tiempo de encuentro donde tenga cabida la sorpresa, el milagro, el estupor. No es una esperanza fortuita, ni producto de un juego de azar, sino es ir al encuentro del nuevo tiempo en la esperanza, de la realización plena del amor de Dios.
Si el año que terminó lo hemos puesto en las manos misericordiosas del Padre, pongamos en su Providencia el año que acabamos de estrenar, que todos nuestros días que están por venir estén confiados a la Divina Providencia del Señor, que, bien sabemos, cada instante de nuestra vida depende totalmente de Dios. Es Él quien nos cuida, es Él quien nos protege, quien nos provee de lo necesario para cada día, pues cada día tiene lo necesario para que podamos descubrir Su amor y cada día tiene su propio afán.
El amor de Dios se complace en hacer nuevas todas las cosas, un amor que se regocija en compartirse en cada instante, es el mismo Amor que nos ha creado de la nada. Es Dios mismo que se comparte con nosotros en cada instante especialmente en la Eucaristía. Por eso, podemos aventurarnos ya desde este momento a desear y esperar un buen año y...¡Que se realice como nuestro Padre Dios lo haya dispuesto!
(P. Idar Hidalgo)
¿Qué deseo en un año nuevo?
Este año será distinto si te abres a Dios, si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que te encontrarás este año.
¿Qué deseo en un año nuevo?
La pregunta me deja un poco inquieto. Porque sé que el "año nuevo" es simplemente una hoja de calendario, un cambio en los números, una simple tradición humana. Porque el tiempo escapa a nuestro control, y fluye sin cesar.
Pero casi todos, al llegar el año nuevo, damos una mirada al año que termina y soñamos en el año que comienza.
Lo pasado queda allí: fijo, inmodificable, casi pétreo. Con sus momentos buenos y sus fracasos, con sus sueños realizados y con los sueños que se evaporaron en el vacío, con las ayudas que me ofrecieron y con las ayudas que pude ofrecer a otros, con mis omisiones y mis cobardías.
Lo futuro inicia, como inició ayer, como inició hace un mes, como iniciará mañana.
Cada instante se presenta como una oportunidad que en parte depende de mi prudencia y de mis decisiones. En otra buena parte, depende de las decisiones de otros. En los dos casos, y aunque no siempre nos demos cuenta, depende de Dios.
De nuevo, ¿qué deseo en un año nuevo? Desearía la paz en Tierra Santa. Para que nadie privase a nadie de su tierra, de su casa, de su familia. Para que las religiones fueran vividas como lo que son: un camino para unir a los hombres bajo la luz de Dios. Para que la tierra donde vivió, murió y resucitó Cristo testimoniase con un estilo de vida nuevo la gran belleza del Evangelio.
Luego, desearía la paz en tantos lugares del planeta. Especialmente en África, donde todavía unos poderosos venden armas para la muerte pero no ofrecen comida para los hambrientos.
Querría, además, que desapareciese el aborto en todos los países del mundo. Lo cual no es ningún sueño imposible: basta con aprender a vivir responsablemente la vocación al amor para que ningún hijo sea visto como un "enemigo" o un obstáculo en el camino de la propia vida. Porque lo mejor que podemos hacer es vivir para los demás. Porque cada niño pide un poquito de amor y de respeto. Porque cada madre que ha empezado a serlo merece ayuda y apoyo, para que no le falten las cosas que más necesite durante los meses de embarazo y los primeros años de su hijo.
En este nuevo año me gustaría dialogar con quien piensa de modo distinto en un clima de respeto, sin insultos, sin desprecios, sin zancadillas. Porque si él y si yo somos humanos, porque si él y si yo queremos encontrar la verdad, podemos ayudarnos precisamente con una palabra nacida desde los corazones que saben escucharse y, más a fondo, que saben amarse...
El año que inicia querría tener más energías, más entusiasmo, más convicción, para enseñar a los otros lo que para mí es el tesoro verdadero: mi fe católica. Enseñarla, sobre todo, con mi vida. Querría ser, en ese sentido, más coherente, más bueno, más abierto, más disponible, más cercano. Especialmente cuando me encuentre con un pobre, con un enfermo, con una persona triste o desesperada, con quien llora porque sabe lo que muchos no se atreven a reconocer: que ha pecado. Porque sólo cuando me pongo ante mis faltas con honestidad clara y completa, descubro mi miseria y comprendo la de los otros. Y porque cuando reconozco mi miseria y la ajena puedo entender que necesitamos al único que puede limpiarnos con su palabra llena de perdón y de esperanza: Dios.
Quizá deseo demasiado. Quizá he soñado despierto. Quizá me he dejado llevar por una emoción inconsistente. Mientras, el reloj sigue su marcha, y, sin saberlo, me dice: este año será un poco distinto si te abres a Dios, si rompes con tu egoísmo, si empiezas a vivir no para ti mismo, sino para tantos corazones que encontrarás en los mil cruces de camino de este año que está iniciando...
(P. Fernando Pascual)
Al despedir el Año Viejo.
Hoy terminas de escribir un capítulo más de la historia de tu vida.
Cuando naciste, este libro era todo tuyo. Te lo puso Dios en tus manos. Podías escribir en él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una aventura, una blasfemia, o una oración. Podías… ahora ya no puedes, ya no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios.
Te lo va a leer Dios, en el día mismo en que te mueras, con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo, ha pasado al dominio de la eternidad.
Piensa unos momentos en esta Noche Vieja. Toma tu libro y hojéalo despacio. Deja pasar sus páginas entre tus manos y entre tu conciencia. ¡Ten el gusto de leerlo a ti mismo!
Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo, no te olvides de que uno de tus mejores maestros, si tienes la conciencia bien formada, eres tú mismo.
Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. ¡No!... ¡no intentes arrancarlas!, es inútil. Ten valor para leerlas. Son Tuyas.
No puedes arrancarlas… pero puedes anularlas cuando escribas las páginas siguientes. Si lo haces así, seguramente Dios las pasará de corrido cuando lea tu libro en tu último día.
Lee tu libro esta Noche Vieja. Hay en él trozos enteros de ti mismo.
Es un drama apasionante en el cual, el primer personaje eres tú: Tú en escena con Dios, con los hombres, con la vida. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libertad sobre la superficie inmensa y movediza del mundo.
Es un libro misterioso que en su mayor parte, la más interesante, no puede leerlo nadie más que tú y Dios.
Esta noche, cuando hayas terminado de leerlo… si te dan ganas de besarlo, bésalo. Si te dan ganas de llorar, llora fuerte sobre tu libro viejo, pero sobre todo… reza sobre tu libro viejo. Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras: “gracias” y “perdón”.
Después, dáselo a Cristo, no importa… así como esté, aunque tenga páginas negras… nunca olvides que Cristo sabe perdonar.
Esta noche, Dios te entregará un libro nuevo. Es todo tuyo. Puedes escribir en él lo que quieras. Escribe el nombre de Jesús en la primera página. Después pídele que no te deje escribir a ti solo.
Pídele que te lleve siempre de la mano y del corazón.
b) Oración de agradecimiento
¡Gracias, Señor, por todo lo que en este año me diste!
¡Gracias por los días de sol y los nublados tristes!
¡Gracias por las noches tranquilas y por las inquietas horas obscuras!
¡Gracias por la salud y la enfermedad, por las penas y las alegrías!
¡Gracias por todo lo que me prestaste y después me pediste!
¡Gracias por la sonrisa amable y la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso y dulce!
¡Por las flores y las estrellas y la existencia de los niños y de las almas buenas!
¡Gracias por la soledad, por el trabajo, por las dificultades y las lágrimas,
por todo lo que me acercó a Ti más íntimamente!
¡Gracias por tu presencia en el Sagrario y la gracia de tus Sacramentos!
¡Por haberme dejado vivir, gracias Señor!
¿Qué me traerá el año que comienza?
¡Lo que Tú quieras, Señor!
Te pido fe para mirarte en todo; esperanza para no desfallecer;
caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene y yo no sé pedir: suficientes pruebas que me mantengan fuerte, suficientes tristezas que me mantengan humano, suficientes fracasos que me mantengan humilde, suficiente determinación para hacer cada día mucho mejor que ayer.
¡Que pueda yo amarte cada vez más y hacerte amar por los que me rodean!
¡Derrama, Señor, tus gracias sobre mí y todos los que quiero, para que en este año que empieza, tengamos siempre el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas y el pie dispuesto para extender tu Reino!
(Autor: Catholic.net)
¡Que este año que comienza, Señor, recorra contigo mi camino de fe con confianza; que sepa conservar en mi corazón todo lo que reciba de Ti; que sea capaz de responder con entereza mi adhesión a Dios! ¡Permíteme, Señor, que tu rostro resplandezca cada día de este año que ayer comenzamos en cada una de las personas que amo!
¡Muéstrame tus sentimientos, tu humildad, tu sencillez, tu docilidad, tu silencio orante para que florezca en mi corazón la Palabra de Dios! ¡Espíritu Santo, haz que la fe brille en mi corazón, en mi mirada, en mis gestos, en mis palabras, en mis pensamientos… para que con ese frescor que da el seguir a Jesús pueda calentar los corazones de los que se crucen en mi camino!
¡Ayúdame a llevar al mundo la alegría y que la mía sea una vida de servicio a los demás! ¡En este año que comienza ayúdame a elevar cada día la mirada a las alturas para verte siempre y anunciar a todos los que me rodean cuán grande es Tu Amor! ¡Te entrego mi persona, a mi familia, a mis amigos, a mis compañeros de trabajo, a mi comunidad parroquial, a todos cuanto este año se crucen en mi camino para que nos llenes de bendiciones, de amor, de misericordia y de paz!
¡Aquí estoy, Señor, en los primeros pasos del año, consciente de mi miseria y mi pequeñez, pero lleno de tu amor! ¡Aquí estoy, Señor, agradeciéndote que pese a lo que soy hayas nacido en mi corazón! ¡No te escondo, Señor, que necesito transformar mi vida, suavizar mi carácter, aclarar mis expectativas, engrandecer mis gestos! ¡Necesito, Señor, ya que has nacido de nuevo en mi interior sentir tu poderosa presencia en mi alma!
¡Te abro, Niño Dios, las puertas de mi ser espiritual, de mi santuario interior, de mi alma y de mi corazón! ¡Sabes, Señor, que muchas veces me encuentro perdido entre las sombras de lo incierto y de lo efímero, ocultando la esperanza que tengo en Ti!
¡Pero tu has nacido en mi interior y nada tengo que temer, porque tu eres la luz que ilumina en la noche, la guía que marca los caminos, aunque haya ocasiones que solo sea capaz de ver un fugaz e intermitente resplandor!
¡Haz, Señor, que crezca en mi la confianza y la esperanza para ver con mayor claridad en el horizonte de mi vida! ¡Que esta luz me haga ver que tu eres compañero de mis esperanzas y que me liberas de la prisión de mis fracasos!
¡Que mi corazón sea una vela que se una al coro de estrellas que salpican el cielo estrellado de la Navidad! ¡Que todo mi ser sea una vida que ilumina la vida de los demás, de aquellos que se doblan por sus cargas dolorosas, que no avanzan porque les dificulta tomar decisiones importantes, que no sienten tu presencia, que están desprovistos de todo o que tienen miedo a decidir!
¡Felices los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos! ¡Que esta promesa sea mi fortaleza, Señor, y que siendo pequeño como soy sea grande ante tus ojos; y que esta pequeñez me haga formar parte del mundo para que desde mi nada sea brillo de tu amor y luz de tu paz!
In dulce iubilo, un hermoso canto para esta Navidad:
1. La oración es un don de Dios, por lo que el hombre debe pedirlo como un mendigo. Sea rico o sea pobre el hombre ante Dios
siempre será un mendigo. La oración para san Agustín parte de este preámbulo. (Homo mendicus dei: En in Ps. 29, 2, 1; Sermo 56, 9; Sermo 61, 4).
2. La oración es ejercicio de humildad, partiendo del autoconocimiento frente a Dios:
*"Dios que eres siempre el mismo, Que me conozca a mí, que te conozca a ti: (Sol. 2,
1)".
Pues: "Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes". (1 Pe 5, 5)
3. La oración es obra del Espíritu Santo, que clama en nuestro interior (Rm 8, 26) para que nos dé las palabras y la voz para orar
ante Dios
* "La misma caridad gime, la misma caridad ora; contra ella no sabe hacerse el sordo aquel que
te la dio. Estate seguro, ruegue la caridad y allí estarán atentos los oídos de Dios" (In Io. ep. tr. 6, 8)
* "Dios llenó a sus siervos de su Espíritu para que le alabasen" (En. Ps. 144, 1)
4. La oración es un ejercicio de recolección, recogimiento interior. Hay que entrar en el propio corazón evitando la dispersión, para
encontrarnos con Cristo Maestro interior.
* "No salgas fuera, regresa a ti mismo, en el interior del hombre habita la
Verdad". (Vera religione 39, 72)
* "Tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más alto
mío". (Conf. 3, 6, 11)
5. La oración es un ejercicio de amor.
a. Orar es amar y dejarse amar por Dios:
*Orar es: "abrazar a Dios con amor, abrazar el amor de Dios". (De Trin. 8, 8,
12)
b. Orar es amar, es dejarse transformar por el mismo Dios en la oración por el
fuego de su amor, dejando las cosas de la tierra y llenándose de Dios:
* "¿Amas la tierra?, Serás tierra. ¿Amas a Dios? ¿Diré que serás Dios? No me atrevo a decirlo
como cosa mía. Oigamos a la Escritura: Yo dije: Todos sois dioses e hijos del Altísimo. (.)" (In Io. ep. tr. 2, 14)
c. Orar es amar, para vaciarse del amor del mundo y llenarse de
Dios:
* "No ames el mundo. Excluye de ti el amor malo del mundo, para que te llenes del amor de Dios.
Eres un vaso, pero estás lleno; arroja lo que tienes para que recibas lo que no tienes" (In Io. ep. tr. 2, 9)
d. Orar es amar, para apegarse a Cristo olvidándose de todo lo demás. Todas las
cosas se relativizan cuando desde la oración, se ama profundamente a Cristo:
* "Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, ya no habrá más dolor, ni trabajo para mí, sino
que toda mi vida será viva y llena toda de ti" (Conf. 10, 28,
39)
* "El amor mismo es la voz que alaba a Dios" (En. in ps. 117,
23)
6. Tu oración es diálogo amoroso con Dios
a. Se dialoga escuchando y respondiendo a la Palabra de
Dios:
* "Tú oración es un diálogo con Dios; cuando lees las Escrituras Dios te habla; cuando oras, tú
hablas a Dios". (En. in ps. 85, 7)
b. Se dialoga para encontrar a Dios y se le encuentra para seguirlo buscando con
mayor amor.
* "Se le busca (a Dios) para que sea más dulce el hallazgo, se le encuentra para buscarle con
más avidez" (De Trin. 15, 2)
7. La oración es el encuentro con la voluntad de Dios
a. Orar para no resistir a la voluntad de Dios:
* "¿Qué quiere decir 'hágase tu voluntad? Hágase en mí de manera que no resista a tu
voluntad" (s. 56, 7)
* "Tu mejor servidor es aquél que no tiene sus miras puestas en el oír de tus labios lo que él
quiere, sino en querer, sobre todo, aquello que ha oído de tu boca" (Conf.
10, 26, 37)
b. Orar para abandonar mi vida en las manos de Dios, sabiendo que es él quien me
capacita para cumplir su voluntad.
* "Da lo que mandas y manda lo que quieras" (Conf. 10, 40)
* "No orarás si no dices esta oración (el Padre Nuestro); si empleas otra, Dios no te oirá,
puesto que no te la dictó el Legislador a quien envió. Luego es necesario que, cuando oramos, oremos conforme a esta oración; y cuando la pronunciamos, entendamos bien lo que
decimos. (En. in ps. 103, I, 19)
8. La oración es el deseo enamorado de Dios.
a. Es parte de la oración continua. Nunca se deja de orar si nunca se deja de
desear a Dios.
* "Hay otra clase de oración interior continua, que es el deseo. Hagas lo que hagas, si
permanece en ti el deseo de aquel descanso (de la vida eterna), sin interrupción oras. Si no quieres cortar tu oración, no interrumpas el deseo" (En. in ps. 37, 14.)
* "Por medio de la fe, esperanza y la caridad oramos siempre con un deseo ininterrumpido. Pero,
precisamente por eso, en determinados momentos oramos a Dios también con palabras, para exhortarnos a nosotros mismos con estos signos (.) (Ep. 130, 9, 18)
b. La oración es el "grito del corazón":
* "Nadie dudará que es vano el clamor que elevan a Dios los que oran si lo ejecutan con el
sonido de la voz corporal sin tener elevado el corazón a Dios. Cuando oramos a Dios con la boca cuando sea necesario o en silencio, siempre ha de clamarse con el corazón. El grito del corazón es
un pensamiento vehemente que cuando se da en la oración, expresa el gran afecto del que ora y pide, de suerte que no desconfía de conseguir lo que pide" (En. in ps. 118, s.29, 1)
9. Orar es sentirse Iglesia y comunidad.
El cristiano nunca está solo porque forma parte del misterio de la Iglesia, del
Cuerpo de Cristo.
* "Jesucristo, hijo de Dios ora por nosotros, ora en nosotros y a él oramos nosotros. Ora por
nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como nuestra cabeza; y nosotros oramos a él como nuestro Dios. Reconozcamos en él nuestra voz y su voz en nosotros" (En. in ps. 85, 1)
* "Nosotros rezamos por el género humano, pedimos por el mundo entero, por todas las gentes para
que se corrijan lo antes posible y teniendo ya recto el corazón, se encaminen a la rectitud de Dios". (En. in ps. 103, 13)
10. Orar es elevar el corazón hacia Dios.
Continuamente san Agustín comenta las palabras de la celebración de la Eucaristía
"levantemos el corazón". Por ello orar es dejar que el corazón ascienda hacia Dios, buscando las cosas del mundo eterno, no las de la tierra, con un deseo enamorado de
Dios:
(La oración) * "Es la ascensión de las cosas terrestres a las celestes; la búsqueda de las cosas más altas,
el deseo de las cosas invisibles". (Sermo 73, 2)
Santa Faustina Kowalska.
Para obtener la gracia de ser misericordiosos con los demás :
Deseo transformarme en Tu misericordia y ser un vivo reflejo de Ti, ¡Oh, Señor! Que este más grande atributo de Dios, es decir, Su insondable misericordia, pase a través de mi corazón y mi alma al prójimo.
Ayúdame Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o juzgue según las apariencias, sino que juzgue lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle.
Ayúdame Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos.
Ayúdame Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos.
Ayúdame Señor, a que mis manos sean misericordiosas y llenas de buenas obras para que sepa hacer solo el bien a mi prójimo y cargar sobre mí las tareas más difíciles y penosas.
Ayúdame Señor, a que mis pies sean misericordiosos para que siempre me apresure a socorrer a mi prójimo, dominando mi propia fatiga y mi cansancio. Mi reposo verdadero está en el servicio a mi prójimo.
Ayúdame Señor, a que mi corazón sea misericordioso para que yo sienta todos los sufrimientos de mi prójimo. A nadie rehusaré mi corazón. Seré sincera incluso con aquellos de los cuales sé que abusarán de mi bondad. Y yo misma me encerraré en el misericordiosísimo Corazón de Jesús. Soportaré mis propios sufrimientos en silencio. Que Tu misericordia, oh Señor, repose dentro de mí.
Señor mío, transfórmame en Tí, porque Tú lo puedes todo (Diario 163).
Para obtener un corazón misericordioso
OH Jesús, comprendo que Tu misericordia va más allá de la imaginación y por tanto Te suplico que hagas mi corazón tan grande que pueda contener las necesidades de todas las almas que viven sobre toda la faz de la tierra. OH Jesús, mi amor se extiende más allá, hasta las almas que sufren en el purgatorio... Haz mi corazón sensible a todos los sufrimientos de mi prójimo, sean de cuerpo o del alma. OH Jesús mío, sé que Te comportas con nosotros como nosotros nos comportamos con el prójimo... Haz mi corazón semejante a Tu Corazón misericordioso (Diario, 692).
OH Jesús, haz a mi corazón semejante al Tuyo, o más bien transfórmalo en Tu propio [Corazón] para que pueda sentir las necesidades de otros corazones y, especialmente, de los que sufren y están tristes. Que los rayos de la misericordia descansen en mi corazón. (Diario, 514). Jesús, ayúdame a pasar por la vida haciendo el bien a todo el mundo (Diario, 692).
Para alcanzar la Divina Misericordia para el mundo entero.
“Oh Dios de gran misericordia, Bondad infinita, hoy toda la humanidad clama desde el abismo de su miseria a Tu misericordia, a Tu compasión, oh Dios, y grita con la potente voz de la miseria.
Oh Dios indulgente, no rechaces la oración de los desterrados de esta tierra. Oh Señor, Bondad inconcebible que conoces perfectamente nuestra miseria y sabes que por nuestras propias fuerzas no podemos ascender hasta Ti, te imploramos anticípanos tu gracia y multiplica incesantemente Tu misericordia en nosotros, para que cumplamos fielmente Tu santa voluntad a lo largo de nuestras vidas y en la hora de la muerte.
Que la omnipotencia de Tu misericordia nos proteja de las flechas de los enemigos de nuestra salvación para que con confianza, como Tus hijos, esperemos Tu última venida, ese día que conoces solo Tú. Y a pesar de toda nuestra miseria, esperamos recibir todo lo que Jesús nos ha prometido, porque Jesús es nuestra esperanza: a través de Su Corazón misericordioso, como a través de una puerta abierta, entramos al cielo.” (Diario 1570)
Por los pecadores
Jesús, Verdad Eterna, Vida nuestra, Te suplico e imploro Tu misericordia para los pobres pecadores. Dulcísimo Corazón de " Señor, lleno de piedad y de misericordia insondable, Te suplico por los pobres pecadores. OH Sacratísimo Corazón, Fuente de Misericordia de donde brotan rayos de gracias inconcebibles sobre toda la raza humana. Te pido luz para los pobres pecadores. OH Jesús, recuerda Tu amarga Pasión y no permitas que se pierdan almas redimidas con tan Preciosa, Santísima Sangre Tuya. OH Jesús, cuando considero el alto precio de Tu Sangre, me regocijo en Su inmensidad porque una sola gota habría bastado para salvar a todos los pecadores. Aunque el pecado es un abismo de maldad e ingratitud, el precio pagado por nosotros jamás podrá ser igualado. Por lo tanto, haz que cada alma confíe en la Pasión del Señor y que ponga su esperanza en Su misericordia. Dios no le negará Su misericordia a nadie. El cielo y la tierra podrán cambiar, pero jamás se agotará la misericordia de Dios. ¡OH, qué alegría arde en mi corazón, cuando contemplo Tu bondad in-concebible, OH Jesús mío! Deseo traer a todos los pecadores a Tus pies para que glorifiquen Tu misericordia por los siglos de los siglos (Diario, 72).
Por los sacerdotes
OH Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia: concédele amor y luz de Tu Espíritu, da poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a Ti, Señor. Señor, danos sacerdotes santos; Tú Mismo consérvalos en la santidad. OH Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de Tu misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para atrapar al las almas de los sacerdotes. Que el poder de Tu misericordia, OH Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes ya que Tú lo puedes todo (Diario, 1052).
Te pido, OH Jesús, una bendición especial y luz para los sacerdotes ante los cuales me confesaré durante toda mi vida (Diario, 240).
Para ser fiel a la voluntad de Dios
OH Jesús, tendido sobre la cruz, Te ruego, concédeme la gracia de cumplir fielmente con la santísima voluntad de Tu Padre, en todas las cosas, siempre y en todo lugar. Y cuando esta voluntad de Dios me parezca pesada y difícil de cumplir, es entonces que Te ruego, Jesús, que de Tus heridas fluyan sobre mí fuerza y fortaleza y que mis labios repitan: Hágase Tu voluntad, Señor. OH Salvador del mundo, Amante de la salvación humana, [Tú] que entre terribles tormentos y dolor, Te olvidaste de Ti Mismo para pensar en la salvación de las almas, compasivísimo Jesús, concédeme la gracia de olvidarme de mí misma para que pueda vivir totalmente por las almas, ayudándote en la obra de salvación, según la santísima voluntad de Tu Padre... (Diario, 1265).
En tiempo de sufrimiento
OH, si el alma que sufre supiera cuánto Dios la ama, moriría de gozo y de exceso de felicidad. Un día, conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no podremos sufrir. El momento actual es nuestro (Diario, 963).
Jesús, no me dejes sola en el sufrimiento. Tú sabes, Señor, lo débil que soy. Soy un abismo de miseria, soy la nada misma. Por eso, ¿qué habría de extraño si me dejaras sola y yo cayera? Soy una recién nacida, Señor, por eso no sé sostenerme por mí misma. Sin embargo, a pesar de todo abandono, confío, y a pesar de mis sentimientos, confío y me estoy transformando completamente en la confianza, muchas veces a pesar de lo que siento. No disminuyas ninguna de mis aflicciones, sólo dame fuerza para soportarlas. Haz conmigo lo que Tú quieras, Señor, sólo dame la gracia de poder amarte en cada acontecimiento y circunstancia. Señor, no disminuyas mi cáliz de amargura, sólo dame fortaleza para que pueda beberlo todo
(Diario, 1489).
Para recibir Misericordia en momentos difíciles
Oh Dios Eterno, en quien la misericordia es infinita y el tesoro de compasión inagotable, vuelve a nosotros Tu mirada bondadosa y aumenta Tu misericordia en nosotros, para que en momentos difíciles no nos desesperemos ni nos desalentamos, sino que, con gran confianza, nos sometamos a Tu santa y divina voluntad, que es el Amor y la Misericordia Misma. (Diario, 950).
Para tener una buena muerte
¡OH Jesús misericordioso, tendido sobre la cruz, ten presente la hora de nuestra muerte! ¡OH Corazón misericordiosísimo de Jesús, abierto con una lanza, protégeme a la hora de mi muerte! ¡OH Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como una fuente de insondable misericordia para mí en la hora de mi muerte! ¡OH Jesús agonizante, Rehén de la misericordia, apacigua la ira divina en la hora de mi muerte! (Diario, 813)
OH Jesús mío, que los últimos días de mi destierro sean completamente conformes a Tu santísima voluntad. Uno mis sufrimientos, mis amarguras y mi agonía a Tu sagrada Pasión y me ofrezco por el mundo entero para obtener una abundancia de misericordia para las almas. Confío firmemente y me someto por completo a Tu santa voluntad que es la misericordia misma. Tu misericordia será todo para mí en la última hora... (Diario, 1574)
A la Madre de Dios
OH María, Madre y Señora mía.
Te ofrezco mi alma y mi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, OH mi Madre.
Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo.
Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud (Diario, 79). Fortalece mi alma, para que el dolor no la quebrante. Madre de la gracia, enséñame a vivir en Dios (Diario, 315).
OH María... una espada terrible ha traspasado Tu santa alma. Nadie sabe de Tu sufrimiento, excepto Dios. Tu alma no se quebranta, sino que es valiente porque está con Jesús. Dulce María, une mi alma a Jesús, porque sólo entonces podré resistir todas las pruebas y tribulaciones, y sólo mediante la unión con Jesús, mis pequeños sacrificios complacerán a Dios. Dulcísima Madre, continúa enseñándome sobre la vida interior. Que la espada del sufrimiento no me abata jamás. OH Virgen pura, derrama valor en mi corazón y protégelo (Diario, 915)
Oración de acción de gracias.
“Oh Jesús, Dios eterno, te doy gracias por tus innumerables gracias y bendiciones. Que cada latido de mi corazón sea un himno nuevo de agradecimiento a Ti, oh Dios. Que cada gota de mi sangre circule para Ti, Señor. Mi alma es todo un himno de adoración a tu misericordia. Te amo, Dios, por Ti mismo.” (Diario 1794)
Oración de consagración al Sagrado Corazón
Sagrado Corazón de Jesús, que manifestaste a Santa Margarita María el deseo de reinar en las familias cristianas, hoy queremos reconocer públicamente Tu dominio absoluto sobre nuestra familia.
Deseamos, de ahora en adelante, vivir con Tu vida; deseamos dejar que esas virtudes se arraiguen y prosperen entre nosotros, por medio de las cuales Tú has prometido la paz aquí abajo; desterraremos lejos de nosotros ese espíritu del mundo que Tú maldijiste
Gobierna, por lo tanto, sobre nuestras mentes a través de la simplicidad de nuestra fe y sobre nuestros corazones a través del amor genuino con el cual arderán por Ti, cuya llama se mantendrá viva a través de la frecuente recepción de la Divina Eucaristía
¡Dígnate, oh Divino Corazón, presidir nuestras asambleas, bendecir nuestras empresas espirituales y temporales, disipar nuestras preocupaciones, santificar nuestras alegrías y aliviar nuestros sufrimientos.
Si alguno de nosotros tuviera en algún momento la desgracia de afligirte, recuérdale, oh Corazón de Jesús, que eres bueno y misericordioso con el pecador penitente.
Y cuando llegue la hora de la separación, cuando venga la muerte a echar la tristeza en medio de nosotros, haremos todo, tanto los que se van como los que se quedan, para estar resignados a tus decretos eternos.
Nos consolaremos con el pensamiento de que llegará un día en que toda la familia, reunida en el Cielo, podrá cantar para siempre Tu gloria y Tu misericordia.
Que el Inmaculado Corazón de María y el glorioso Patriarca San José te presenten esta consagración y la mantengan en nuestras mentes todos los días de nuestra vida.
Toda la gloria al Corazón de Jesús, nuestro Rey y Padre Amén
Oración al corazón de Jesús
Divino Corazón de Jesús, concédeme la gracia de vivir siempre conforme a tu voluntad, ya
sea en las horas mejores, más gozosas y más importantes de mi vida como en los momentos difíciles.
Concédeme estar siempre preparado para mi última hora, dame el valor de darlo todo por amor a Ti, aún mi vida si fuese necesario.
Oh Jesús, por tu santa y dolorosa pasión, haz que cuando vengas a la hora de mi muerte me encuentres despierto como un servidor fiel, con verdadero arrepentimiento, habiendo hecho una buena
confesión y confortado por los últimos Sacramentos.
Oh Señor, no me abandones en mi combate final sobre la tierra, cuando tendré que luchar contra Satanás, quizás enfurecido. Que tu Santa Madre, que es madre de todos, San Miguel Arcángel y todos
los Santos Ángeles me asistan y me protejan contra toda tentación a la hora de dejar este mundo. Que ellos me fortalezcan y me consuelen en medio de mis tormentos.
Dame, oh Señor, en esa hora, una fe viva, una confianza firme, un amor ardiente y una gran paciencia. Haz que me entregue, plenamente consciente en tus manos y me abandone como un niño pequeño en
tu santa paz.
En tu infinita bondad y en tu gran misericordia, oh Jesús, ¡acuérdate de mí!.
ORACIÓN DE SANTA MATILDE POR LA LIBERACIÓN DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO
(Utilizando la meditación del Padrenuestro.)
Padrenuestro que estas en el cielo. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que tu mismo has acogido como criaturas tuyas, a pesar de que ellas no te han amado sino te han rechazado, y no te han rendido el honor que te es debido. En expiación y penitencia te ofrezco en sacrificio todo el amor y la bondad de tu amadísimo hijo y señor nuestro Jesucristo.
Santificado sea tu nombre. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no han glorificado tu santo nombre y que con frecuencia lo han pronunciado indignamente y con ligereza. En expiación y penitencia te ofrezco en sacrificio todas las enseñanzas con las cuales tu amadísimo hijo y señor nuestro Jesucristo ha glorificado en la Tierra tu santo nombre.
Venga a nosotros tu reino. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no han anhelado con amor ardiente y con inmenso deseo tu santo reino. Por esos muchos pecados, te ofrezco en sacrificio el poderoso deseo de tu amadísimo hijo y señor nuestro Jesucristo, con el cual Él desea que todos sean acogidos en tu santo reino.
Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Te ruego humildemente, eterno, benigno, misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no se han sometido del modo más devoto a tu santa voluntad, sino que muchas veces han actuado según su propio querer, sustrayéndose así a la observancia de la misma. En expiación y penitencia, te ofrezco al Corazón divino de tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo y su gran sumisión.
Danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Te ruego humildemente eterno, benigno y misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas su pesada abundancia de culpas, porque no han amado a sus enemigos y no han querido perdonar. En expiación y penitencia por estos numerosos pecados, te ofrezco en sacrificio las Santas Palabras de tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo, con las cuales dijo desde la cruz: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.”
No nos dejes caer en la tentación. Te ruego humildemente eterno, benigno y misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas que no han opuesto resistencia alguna en las grandes tentaciones, cediendo a las seducciones del Maligno y que por lo tanto se han precipitado en la ruina. En expiación y penitencia, te ofrezco la amorosa y obediente sumisión y todo el amargo sufrimiento y la muerte de tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo.
Líbranos de todo mal. Te ruego humildemente eterno benigno y misericordioso Padre, que perdones a las pobres almas y las lleves junto a tu amadísimo hijo y Señor Nuestro Jesucristo al reino de la gloria, donde Tú vives por siempre. Amén.
ORACIÓN DE SACRIFICIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
¡Dios Todopoderoso y Eterno! Porque es tu voluntad que recemos por las Almas del Purgatorio, yo te ofrezco, por medio de las manos sin manchas de María, todas las Santas Misas que se celebran hoy, por tu gran honor y por la redención de las Almas del Purgatorio. Con humildad te suplico que borres sus culpas por los méritos demasiado valiosos de tu Hijo muy Amado y ten piedad de ellas. Para la restitución de la alabanza, el amor, el honor, las gracias, y los méritos que estas almas dejaron de mostrar y tomar, yo te ofrezco toda alabanza, amor, honor, gracias y sufrimientos de tu Hijo por los que te honró aquí en el mundo.
En reparación de todos los abandonos y descuidos cometidos por estas almas, te ofrezco el fervor lleno de alabanza con el cual tu Hijo realizó todas sus obras aquí en la tierra, y que ahora son renovadas y entregadas a Ti en todas las Santas Misas.
En reparación de todos los errores y de todo lo que se dejó sin hacer por estas almas, te ofrezco todas las virtudes que practicó tu Hijo y que aún practica y completa en todas las Santas Misas.
Por la limpieza de todas las manchas de pecado que estas almas aún poseen, te ofrezco la preciosísima Sangre que tu Hijo derramó aquí en la tierra y que continúa ofreciéndose en todas las Santas Misas.
Como liberación de todos los castigos y tormentos que soportan estas almas, te ofrezco la dolorosa pasión y muerte de tu Hijo muy amado que Él ahora renueva y continúa renovando en todas las Santas Misas.
Para rescatarlas del calabozo ardiente, te ofrezco los méritos infinitos que tu Hijo se ganó en la tierra y que continúa ejercitando y ofreciendo en todas las Santas Misas.
Finalmente, para hacer lo suficiente para cumplir con tu estricta justicia, te ofrezco todas las virtudes y méritos de la vida, sufrimiento y muerte de tu Hijo muy amado, su Santísima Madre, todos los Santos y elegidos que juntos sufrieron más que las adoradas Almas del Purgatorio dejadas de lado. Amén
ORACIÓN POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO, DE ARNOLD GUILLET
Alabadísima Trinidad Santa, Dios Todopoderoso y Eterno, una vez Tú permitiste que el Santo Cura de Ars viera la belleza de un alma humana. Fue una explosión de belleza y luz que excedió toda capacidad humana de comprensión, y Juan María Vianney hubiera muerto en el lugar si Tú no lo hubieras mantenido vivo.
¿Cómo es posible que el alma humana sea tan hermosa? Simplemente porque cada alma es un pensamiento tuyo, un reflejo de tu belleza; y porque Tú la creaste a tu imagen y semejanza, ninguna es igual a la otra, cada una posee características y méritos inconfundibles.
¡Que rápido pierde su inocencia una persona debilitada por el pecado original, cómo se deja arrastrar entre lo bueno y lo malo, entre Dios y el demonio, y con cuanta frecuencia termina en contradicción y enredos y gran culpa! Pero a pesar de ello, Tú, una y otra vez nos estrechas tu mano de perdón luego de la caída, para que podamos levantarnos nuevamente y experimentar tu perdón. Y por otro lado, aún así, luego de que nos perdonas, no estamos libres del óxido del pecado y del pago por toda nuestra culpa. De acuerdo a las palabras de Pablo, somos purificados “como si fuera mediante fuego”, y de acuerdo a las palabras de Tú Hijo no hay retorno desde el lugar de expiación hasta que “sea pagado el último centavo”.
Las almas del Purgatorio conocen tu perfección eterna, saben que Tú aborreces el pecado, saben que Tú vives en la luz inaccesible y ningún alma se atrevería, aunque pudiera, a pararse frente a Ti cuando aún tuviera la más pequeña mancha de pecado. El ansia por Ti las quema como el fuego y ellas mismas se queman para purificarse en el fuego de tu amor, de la misma forma que el hierro se purifica en el fuego.
Padre de los Cielos, tu Hijo Jesús nos permitió que te llamáramos Abba, querido Padre, Tú amas a tus hijos y enviaste a tu Hijo aquí para que Él nos salvara. Padre, ten piedad de las Almas del Purgatorio. Por ellas te ofrecemos la preciosísima sangre de tu Hijo, Jesús, por medio del Corazón doloroso e inmaculado de María. Te rogamos por los méritos de tu Hijo, que acortes el tiempo de la expiación de las Almas del Purgatorio; que seques sus lágrimas, como está escrito en las Sagradas Escrituras, que las aprietes contra tu corazón y las tengas para siempre en tu regazo.
Jesús, Hijo del Padre, Tú te hiciste hombre por medio de la Santísima Virgen María, Tú te convertiste en nuestro hermano y fuiste allí para prepararnos un lugar en el Cielo. Ten piedad de las Almas del Purgatorio, Lávalas con tu sangre, borra sus faltas por medio de tus méritos y reconoce sus nombres ante tu Padre, en la presencia de todos los Ángeles y Santos del Cielo.
Espíritu Santo, Tú que procedes del Padre y del Hijo, Tú eres la tercera persona de la Divinidad. El Padre nos creó, el Hijo nos liberó y Tú, Espíritu Santo, nos hiciste santos. Por esta razón, el Purgatorio fue más que nada tu obra, tu Espíritu ardiente de amor Divino. Tú los liberas porque los amas. Tú los liberas porque Tú deseas hacerlos hermosos, de la misma forma que Dios los concibió. Espíritu Santo, por el honor de la voluntad de Dios, haz de ellos “una nueva creación” (Gal 6, 15), acelera la obra de tu santificación y terminación. Por cada alma que pueda ingresar en la dicha del cielo, en el brillo de la inocencia encontrada, se regocijan los Ángeles y los Santos.
Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, nosotros luchamos por la Iglesia en la Tierra. Te rogamos por el sufrimiento de la Iglesia en el Purgatorio, por nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en el lugar de expiación. Escucha nuestras oraciones y deja que puedan intervenir por nosotros contigo. Amén.
ORACIÓN A SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén
ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisisteis nacer, ser circuncidado, desechado de los judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles, llevado al suplicio, como inocente cordero; presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes; escupido y acusado con falsos testigos; abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado con azotes, coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro con una púrpura por burla; desnudado afrentosamente, clavado en la cruz y levantado en ella, puesto entre ladrones, como uno de ellos, dándoos a beber hiel y vinagres y herido el costado con la lanza. Librad, Señor, por tantos y tan acerbísimos dolores como habéis padecido por nosotros, a las almas del Purgatorio de las penas en que están; llevadlas a descansar a vuestra santísima Gloria, y salvadnos, por los méritos de vuestra sagrada Pasión y por vuestra muerte de cruz, de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar en la posesión de aquel Reino, adonde llevasteis al buen ladrón, que fue crucificado con Vos, que vivís y reináis con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
NO LLORES SI ME AMAS
No llores si me amas. ¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos!
Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizonte, los campos y los nuevos senderos que atravieso…
¡Si por un instante pudieran contemplar, como yo, la belleza, ante la cual
las bellezas palidecen! . ¿Me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme en el de las inmutables realidades?
Créeme, cuando la muerte venga a romper las ligaduras como ha roto las que a mi me encadenaban, cuando llegue el día que Dios a fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a verme, sentirás que te sigo amando, que te amé, encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas.
¡Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz!
Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por senderos nuevos de luz … y de vida … Enjuga tu llanto, no llores si me amas.
San Agustín
ORACIÓN FINAL DE TODOS LOS DÍAS
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz que no tiene fin.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padrenuestro.
V. De la puerta del infierno
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos la luz que no tiene fin.
V. Descansen en paz.
R. Amén .
ORACIÓN DE SIETE PETICIONES POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
1. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó sobre el huerto de Getsemaní, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que están más abandonadas! Condúcelas a tu gloria para que te alaben y glorifiquen en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
2. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó durante la despiadada flagelación, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que están más cerca de gozar la eternidad. Déjalas que comiencen ahora a alabarte y glorificarte en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
3. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó durante la dolorosa coronación de espinas, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que más necesitan tu intersección! No permitas que esperen más para que te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
4. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó en las calles de Jerusalén cuando llevaba la cruz sobre su bendita espalda, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que ante tus ojos posee los mayores méritos para que, desde lo alto del trono glorioso que las espera, te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
5.¡Señor, Dios Todopoderoso, por el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo muy amado, Jesucristo, que Él mismo en la noche anterior a su muerte ofreció a sus amados apóstoles como alimento y bebida, dejando de este modo una ofrenda continua y alimento que da vida para los fieles de toda la Iglesia, te suplico que liberes a todas las almas del Purgatorio, en especial a la que honró mas este secreto de su infinito amor, para que pueda con tu Hijo muy amado y El Espíritu Santo, por medio de sus santos Sacramentos, alabarte y glorificarte en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
6.¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó de sus manos y sus pies cuando estaba en la cruz, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas por las que más debo rezar. No permitas que permanezcan allí por más tiempo por mi culpa, para que te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
7. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la Sangre y Agua preciosísimas que manaron del costado de tu Hijo muy amado ante los ojos de su bienaventurada Madre y por su gran angustia, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a la que más honró íntimamente a la santa Madre del Cielo! Permítele pronto entrar en tu gloria para que te pueda glorificar y alabar con María en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
ORACIÓN QUE LIBERARÁ A MUCHAS ALMAS DEL PURGATORIO
Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de tu Divino Hijo, Jesús, junto con las misas celebradas hoy en el mundo, por las Almas del Purgatorio, por los pecadores del mundo entero, por los pecadores de la Iglesia universal, aquellos en mi casa y dentro de mi propia familia.
ORACIÓN FINAL DE TODOS LOS DÍAS
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio.
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz que no tiene fin.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padrenuestro.
V. De la puerta del infierno
R. Saca, Señor, sus almas.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, oye mi oración.
R. Y llegue a Ti mi clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, para que no las dejes en el purgatorio,
sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos
eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos la luz que no tiene fin.
V. Descansen en paz.
R. Amén .
ORACIÓN DE SIETE PETICIONES POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO
1. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó sobre el huerto de Getsemaní, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que están más abandonadas! Condúcelas a tu gloria para que te alaben y glorifiquen en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
2. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó durante la despiadada flagelación, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que están más cerca de gozar la eternidad. Déjalas que comiencen ahora a alabarte y glorificarte en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
3. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó durante la dolorosa coronación de espinas, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que más necesitan tu intersección! No permitas que esperen más para que te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
4. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó en las calles de Jerusalén cuando llevaba la cruz sobre su bendita espalda, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas que ante tus ojos posee los mayores méritos para que, desde lo alto del trono glorioso que las espera, te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
5.¡Señor, Dios Todopoderoso, por el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo muy amado, Jesucristo, que Él mismo en la noche anterior a su muerte ofreció a sus amados apóstoles como alimento y bebida, dejando de este modo una ofrenda continua y alimento que da vida para los fieles de toda la Iglesia, te suplico que liberes a todas las almas del Purgatorio, en especial a la que honró mas este secreto de su infinito amor, para que pueda con tu Hijo muy amado y El Espíritu Santo, por medio de sus santos Sacramentos, alabarte y glorificarte en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
6.¡Señor, Dios Todopoderoso, por la preciosísima sangre que tu Hijo muy amado derramó de sus manos y sus pies cuando estaba en la cruz, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a aquellas por las que más debo rezar. No permitas que permanezcan allí por más tiempo por mi culpa, para que te puedan alabar y glorificar en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
7. ¡Señor, Dios Todopoderoso, por la Sangre y Agua preciosísimas que manaron del costado de tu Hijo muy amado ante los ojos de su bienaventurada Madre y por su gran angustia, te suplico que liberes a las almas del Purgatorio, en especial a la que más honró íntimamente a la santa Madre del Cielo! Permítele pronto entrar en tu gloria para que te pueda glorificar y alabar con María en la eternidad. Amén.
Padre Nuestro. Ave María. Señor concédeles el descanso eterno…….
ORACIÓN QUE LIBERARÁ A MUCHAS ALMAS DEL PURGATORIO
Padre Eterno, te ofrezco la Preciosísima Sangre de tu Divino Hijo, Jesús, junto con las misas celebradas hoy en el mundo, por las Almas del Purgatorio, por los pecadores del mundo entero, por los pecadores de la Iglesia universal, aquellos en mi casa y dentro de mi propia familia.
ESTE FUE EL MAYOR SUFRIMIENTO
La pasión y muerte de Jesucristo es muy importante para la fe cristiana, tanto porque es el medio para nuestra salvación como porque estamos llamados a imitarlo a Cristo de la misma manera.
Como resultado, los cristianos han desarrollado muchas formas de meditar en esos increíbles eventos. Están, por ejemplo, las Estaciones de la Cruz, el Rosario, y por supuesto los crucifijos que colgamos en todas partes.
Una devoción particularmente interesante pero poco conocida es la de la herida en el hombro de Jesús.
La historia cuenta que, en el siglo XII, San Bernardo de Claraval estaba rezando y le preguntó a Jesús cuál había sido el mayor sufrimiento desconocido de su pasión.
¡Y Jesús le respondió! Esto es lo que le dijo a San Bernardo:
“Yo tenia una llaga profundísima en el hombro sobre el cual cargue mi pesada cruz; esa llaga era la mas dolorosa de todas. Los hombres no la conocen”.
Entonces, con este conocimiento, San Bernardo supuestamente compuso la siguiente oración:
“Oh amado Jesús, manso Cordero de Dios, a pesar de ser yo una criatura miserable y pecadora, te adoro y venero la llaga causada por el peso de vuestra cruz que abriendo vuestras carnes desnudo los huesos de vuestro hombro sagrado y de la cual vuestra Madre Dolorosa tanto se compadeció.
También yo, oh carísimo Jesús, me compadezco de Vos y desde el fondo de mi corazón te glorifico y te agradezco por esta llaga dolorosa de vuestro hombro en la que quisiste cargar vuestra cruz por mi salvación. Ah! por los sufrimientos que padeciste y que aumentaron el enorme peso de vuestra cruz, ruegote con mucha humildad, ten piedad de mi pobre criatura pecadora, perdonad mis pecados y conducidme al cielo por el camino de la cruz”.
Digo “supuestamente” porque la oración se ha atribuido también a algunos otros santos. De cualquier manera, es una gran oración totalmente aprobada por la Iglesia.
Madre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida, acordaos de mí, vuestro hijo, miserable pecador. Ave María.
Acueducto de las divinas gracias, concededme abundancia de lágrimas para llorar amargamente todos mis pecados. Ave María.
Reina de cielos y tierra, sed mi amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos. Ave María.
Inmaculada hija de Joaquín y Ana, alcanzadme de Jesús, vuestro Santísimo Hijo, las gracias que necesito para mi salvación. Ave María.
Abogada y refugio de los pecadores, asistidme en la hora de mi muerte, y abridme las puertas del cielo. Ave María.