Nació en Tagaste (África) el año 331, de familia cristiana. Muy joven, fue dada en matrimonio a un hombre llamado Patricio, del que tuvo varios hijos, entre ellos San Agustín, cuya conversión le costó muchas lágrimas y oraciones. Fue un modelo de madres; alimentó su fe con la oración y la embelleció con sus virtudes. Murió en Ostia el año 387.
Santa Mónica, Madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.
Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente ) pues les decía : "Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde esta el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño." Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha ! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.
Su esposo
Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos : dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.
En aquella región del norte de Africa donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió : "Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues....no peleamos". Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedicará de su tiempo a estos buenos oficios.y Quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.
San Agustín
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar alsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.
La visión esperanzadora
Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: "En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre". Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.
En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: "Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas". Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.
A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.
Un personaje influyente
En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.
La conversión tan esperada
En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: " ¿ Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano." Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.
A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Primer día: Modestia
Señor, Dios omnipotente, que os complacisteis en adornar a vuestra escogida sierva Santa Mónica, desde su tierna infancia, con los dones amables de la modestia, de la castidad y del pudor; por lo que ella os agradó con estas preciosísimas virtudes, concededme la gracia de amarlas y practicarlas como ella, para que como ella os sirva y os agrade, mi Dios y mi Señor, en medio de la vanidad y corrupción de este siglo, y así merezca conseguir los premios que tenéis reservados a vuestros escogidos en la eterna bienaventuranza. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA
PRIMERO
EDUCACIÓN CRISTIANA DE SANTA MÓNICA
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú
concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, y el poder
llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida. Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y
mutuo amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento
de Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Textos bíblicos para la misa
• Proverbios 2, 1-15. Se esforzaba en enseñar a sus hijos con
todas sus fuerzas las buenas costumbres. M. Ag. p. 47
• Salmo 26, 1.3-5.11.13. M. Ag. p. 48-49
• Lucas 2, 39-52. Jesús perdido y hallado en el
Templo
Textos agustinianos:
“No callaré, dice Agustín, ninguno de los sentimientos que
brotan en mi alma, inspirados por aquella sierva vuestra que me dio a luz en la carne para que naciese a la vida temporal, y me dio a luz en su corazón para que renaciese a la vida eterna. No
diré los dones de ella, sino vuestros dones en ella. Pues no se hizo ella a sí misma, ni se había creado a sí misma. La creaste tú (Dios), y ni su padre ni su madre sabían qué sería ella. El
Espíritu de vuestro Hijo único la educó en vuestro temor, en el seno de una familia fiel, miembro bueno de vuestra Iglesia.
No tanto mi madre alababa la diligencia de la suya por lo que
hacía a su crianza, como la de una criada de casa. Por su ancianidad y por sus óptimas costumbres en la casa cristiana, era tratada con suma deferencia por sus dueños. Por ellos, con diligencia,
tenía el cuidado de las hijas de los señores, y las reprendía cuando era menester con severidad vehemente y santa, y las instruía con una presencia llena de sobriedad y tacto.
Ella, aunque se abrasasen de sed fuera de aquellas horas en que
comían con muchísima templanza en la mesa de sus padres, no consentía a las hijas de sus amos beber ni agua clara. Precavía así una costumbre funesta, y añadía al veto esta advertencia sensata:
‘Ahora bebéis agua, porque no tenéis vino a mano; pero cuando seáis casadas, con las llaves en el cinto de despensas y bodegas, el agua os hederá, y prevalecerá el instinto de
beber’.
Con este sistema de aconsejar y con la autoridad de mandar
refrenaba la avidez de la edad tierna y ajustaba la sed de las muchachas a una morigerada templanza, para que no les agradase aquello que no les estaba bien” (Confesiones 9, 8).
Se pide la gracia que se desea alcanzar.
Oración de los fieles
Dios, Nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su
esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.
- Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en
su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan
conducir a sus hijos hacia ti. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren
por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a
tus preceptos y enseñanzas. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta
seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todos los niños, para que sean dóciles a sus educadores y
crezcan en la fe, la esperanza y el amor. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por los padres y educadores cristianos, para que, colaborando
con Dios, siembren en el corazón de los niños el don de la vocación religiosa y sacerdotal. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por las esposas cristianas a fin de que, imitando a santa
Mónica, se conviertan en el signo más visible del infinito amor de Dios hacia los suyos, y en el sacramento de la ternura de Dios en la propia familia, la pequeña iglesia.
Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
Oración final
Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que
concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una
ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Rito de despedida
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
Amén.
V. Bienaventurada santa Mónica
R. Ruega por nosotros.
V. Glorioso padre san Agustín
R. Ruega por nosotros.
Oración Prefacio de la misa de santa Mónica
Señor Dios Todopoderoso,
en la festividad de santa Mónica,
es necesario celebrar tus dones en ella,
pues, vivificada en Cristo, vivió de tal manera
que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus
costumbres,
y en su corazón se sintiese tu presencia.
Ganó a su marido para ti al final de sus días.
Formó a los hijos, dándoles a luz
tantas veces cuantas veía que se desviaban de
ti;
ante sus lágrimas, diarias y sinceras,
le concediste que su hijo Agustín no pereciese.
Por eso, Señor, te alabamos ahora y por siempre.
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Segundo día: Devoción
¡Oh Dios de infinita gloria y majestad, que inefablemente os complacíais en los sentimientos de piedad y devoción con que os amaba y servía vuestra fidelísima sierva Santa Mónica, cuando con tanto gusto prefería las delicias secretas de la oración y del recogimiento a las tiernas caricias de sus deudos y a todos los halagos seductores del siglo y de la carne! Concededme, por la intercesión de aquella vuestra sierva devotísima, la gracia de que yo os ame y os sirva sin pecado hasta la muerte, y que prefiera siempre la dicha de agradaros a todas las vanidades y deleites de la tierra, y así merezca disfrutar un día las eternas y purísimas delicias de la gloria. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA
SEGUNDO
SANTA MÓNICA, PACIENTE ESPOSA
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú
concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, y el poder
llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida. Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y
mutuo amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento
de Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Textos bíblicos para la misa
• Génesis 24, 1-53. Abrahán busca esposa para su hijo Isaac; o
bien, Tobías 7, 9-16; 8, 1-9. Matrimonio de Tobías y Sara.
• Salmo 128 (127). Bendición del hombre fiel en la esposa y los
hijos.
• Mateo 1, 1-12. Indisolubilidad del
matrimonio.
Textos agustinianos
“Educada en honestidad y templanza, y sujeta más por ti (Dios) a
sus padres que por sus padres a ti, llegada a la plenitud de los años de la nubilidad, entregada a su marido, le sirvió como a su señor y se afanó en ganarlo para ti predicándole de ti con sus
costumbres, con las que la alimentabas y hermoseabas, haciéndola reverenciable y ejemplar para su marido.
Y de tal manera soportó las injurias del tálamo, que nunca tuvo
contienda por ello con el marido desleal. Esperaba ella que vuestra misericordia descendiese sobre él, dándole a la vez la fe y la fidelidad.
Era él, por una parte, extraordinariamente afectuoso y, por
otra, sumamente fulminante y enojadizo. Mas ella sabía no resistir al marido encolerizado, no sólo con hechos, pero ni siquiera con palabras. Pero después que se le había pasado el enojo,
viéndole ella quieto y sosegado, buscaba el momento favorable para explicarle lo que había hecho, si acaso se había irritado más de lo justo.
Al principio de su casamiento, su suegra, por los chismes de
unas malas criadas, se mostró irritada con ella; pero luego, con su perseverante y obsequiosa afabilidad, con su paciencia y con su mansedumbre, la desarmó hasta tal punto que la suegra
espontáneamente denunció a su hijo la lengua de las intrigantes que perturbaron la paz doméstica entre ella y su nuera, y exigió que las castigase… Y no osando ya ninguna acercarse a ella con
chismes, vivieron suegra y nuera en buena amistad mutua y contento ejemplares” (Confesiones 9, 9).
Se pide la gracia que se deseal alcanzar.
Oración de los fieles
Dios, Nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su
esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.
- Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en
su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan
conducir a sus hijos hacia ti. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren
por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a
tus preceptos y enseñanzas. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta
seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
Para añadir a la oración de los fieles el segundo
día.
- Por todas las esposas cristianas, para que con su paciencia y
mansedumbre y con su fidelidad sean verdaderos ángeles del hogar. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
Oración final
Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que
concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una
ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Rito de despedida
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
Amén.
V. Bienaventurada santa Mónica
R. Ruega por nosotros.
V. Glorioso padre san Agustín
R. Ruega por nosotros.
Oración Prefacio de la misa de santa Mónica
Señor Dios Todopoderoso,
en la festividad de santa Mónica,
es necesario celebrar tus dones en ella,
pues, vivificada en Cristo, vivió de tal manera
que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus
costumbres,
y en su corazón se sintiese tu presencia.
Ganó a su marido para ti al final de sus días.
Formó a los hijos, dándoles a luz
tantas veces cuantas veía que se desviaban de
ti;
ante sus lágrimas, diarias y sinceras,
le concediste que su hijo Agustín no pereciese.
Por eso, Señor, te alabamos ahora y por siempre.
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Tercer día: Celo
¡Oh Dios de infinita gloria y majestad, que inefablemente os complacíais en los sentimientos de piedad y devoción con que os amaba y servía vuestra fidelísima sierva Santa Mónica, cuando con tanto gusto prefería las delicias secretas de la oración y del recogimiento a las tiernas caricias de sus deudos y a todos los halagos seductores del siglo y de la carne! Concededme, por la intercesión de aquella vuestra sierva devotísima, la gracia de que yo os ame y os sirva sin pecado hasta la muerte, y que prefiera siempre la dicha de agradaros a todas las vanidades y deleites de la tierra, y así merezca disfrutar un día las eternas y purísimas delicias de la gloria. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA TERCERO
SANTA MONICA, SEMBRADORA DE COOMPRENSIÓN Y RECONCILIACIÓN
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú concediste a tu
sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, y el poder llevar a ti los
corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida. Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y mutuo amor a los
casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento de Cristo,
nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Textos bíblicos para la misa
• Del libro del Eclesiástico 26, 1-4; 16-21. El sol brilla en el cielo; la mujer
bella en su casa bien arreglada. M. Ag. p. 72.
• Salmo 137, 1.3.8. M. Ag. p. 73
• Marcos 3, 32-35. ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?
Textos agustinianos
“A esta tu buena sierva, en cuyo seno me creaste, Dios mío y misericordia mía, le
habías regalado también este hermoso don: siempre que le era posible, se las ingeniaba para poner en juego sus dotes pacificadoras entre cualquier tipo de personas que estuviesen en discordia o
disidencia.
Del cúmulo de recriminaciones ácidas que suele respirar la desavenencia tensa, cuando
desahoga al exterior la crudeza de los odios con un lenguaje lleno de amargura frente a la amiga, mi madre no refería de la otra lo que no sirviera para reconciliarlas a ambas.
Por último, también conquistó para ti a su marido, que se hallaba en los últimos días
de su vida temporal. Bautizado ya, no tuvo que llorar en él las ofensas que se vio obligada a tolerar en su persona antes del bautismo. Además, era sierva de tus siervos. Todos cuantos la
conocían hallaban en ella motivos sobrados para alabarte, honrarte y amarte. Sentía tu presencia en su corazón por el testimonio de los frutos de una conducta santa.
Había sido mujer de un solo hombre, había rendido a sus padres los debidos respetos,
había gobernado su casa piadosamente y contaba con el testimonio de las buenas obras. Había criado a sus hijos, dándolos a luz tantas veces cuantas los veía apartarse de ti” (Confesiones 9,
9).
Se pide la gracia que se desea alcanzar.
Oración de los fieles para todos los días
Dios, Nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su esposo Patricio y de
su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.
- Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en su vida familiar, para
que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan conducir a sus hijos
hacia ti. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren por las debilidades
morales de sus seres queridos. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a tus preceptos y
enseñanzas. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta seglar y religiosa,
y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
Para añadir a la oración de los fieles el tercer día.
- Por la paz, serenidad y la mutua unión y comprensión en las familias entre maridos
y esposas, entre padres e hijos. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
Oración final
Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que concediste a santa Mónica que
con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una ofrenda perenne en tu honor y
al servicio de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Rito de despedida
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
Amén.
V. Bienaventurada santa Mónica
R. Ruega por nosotros.
V. Glorioso padre san Agustín
R. Ruega por nosotros.
Oración Prefacio de la misa de santa Mónica
Señor Dios Todopoderoso,
en la festividad de santa Mónica,
es necesario celebrar tus dones en ella,
pues, vivificada en Cristo, vivió de tal manera
que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus costumbres,
y en su corazón se sintiese tu presencia.
Ganó a su marido para ti al final de sus días.
Formó a los hijos, dándoles a luz
tantas veces cuantas veía que se desviaban de ti;
ante sus lágrimas, diarias y sinceras,
le concediste que su hijo Agustín no pereciese.
Por eso, Señor, te alabamos ahora y por siempre.
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Cuarto día: Oración
¡Oh Dios clementísimo y misericordiosísimo que en el corazón maternal de Santa Mónica os dignasteis infundir el espíritu de la humildad y la oración para que en constante súplica rogara en vuestra presencia por la salvación de su esposo y la conversión de su querido hijo Agustín! Por lo mucho que ella os agradó con su oración y sus lágrimas, concededme aquel mismo espíritu de humildad y oración que ella tuvo, para que sepa yo rogar ante vuestro divino acatamiento por las grandes necesidades de mi alma y de todos los que me están por Vos encomendados, y de Vos merezca alcanzar para mi y para ellos, primero, vuestra gracia, y después, la gloria. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA CUARTO
AMOR Y SOLICITUD DE SANTA MÓNICA POR SU HIJO AGUSTÍN
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Quinto día: Fe
¡Oh Dios omnipotente y en las promesas fidelísimo, que os dignasteis inspirar a vuestra sierva Santa Mónica una fe tan grande acerca de la conversión de su hijo Agustín, que, en los días de su tribulación, aseguraba a su propio hijo que él había de venir adonde ella estaba, e hicisteis que se cumpliese la profecía de un santo Obispo que al ver la fe y las lágrimas de Mónica dijo: " Es imposible que hijo de tantas lágrimas perezca!". Por lo mucho que os agradó la fe de aquella santa madre, concededme que tenga yo tanta en vuestro poder y misericordia que alcance lo que os pido en esta Novena, y por ello os glorifique mi alma por los siglos de los siglos. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA QUINTO
SANTA MÓNICA ORA Y LLORA MIENTRAS SU HIJO ESTÁ AUSENTE
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Sexto día: Esperanza
¡Oh Dios omnipotente y Padre de toda consolación, que os dignasteis alentar tanta esperanza en el corazón de vuestra sierva Santa Mónica, que en los días más amargos de su tribulación, cuando su hijo más se alejaba de Vos, nunca dejó de esperar con grande confianza el cumplimiento de sus deseos y la consecución de vuestras misericordias! Concededme por su intercesión y méritos aquella firme esperanza que ella tuvo, para que jamás desfallezca yo en mi oración y merezca conseguir lo que os pido para consuelo de mi alma y gloria vuestra. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA SEXTO
SANTA MÓNICA EN MILÁN, SIGUIENDO A SU HIJO AGUSTÍN
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Séptimo día: Caridad
¡Oh Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado, que de tal modo consolasteis a vuestra sierva Santa Mónica en las últimas horas de su vida, que, viendo a su lado al hijo de su alma, Agustín, convertido totalmente a Vos y santificado por las aguas del Bautismo, exclamaba que ya nada le quedaba que hacer en este mundo sino volar a Vos para amaros y poseeros para siempre! Por aquel tan grande amor con que os amaba la madre de Agustín sobre la tierra, concededme os ruego, ¡oh mi buen Dios!, que os ame yo como ella, y que de tal modo viva desprendida de todas las cosas y lazos de este mundo, que nada desee fuera de Vos, y así merezca poseeros y gozaros por los siglos de los siglos. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA
SÉPTIMO
SANTA MONICA OYE DE LABIOS DE AGUSTÍN SU CONVERSIÓN A
DIOS
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú
concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, y el poder
llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida.Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y mutuo
amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento de
Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Textos bíblicos para la misa
• 1ª Corintios 1, 18-25. Destruiré la sabiduría de los sabios.
M. Ag. pág. 60
• Salmo 96 (95) 1-2a.2b-3.7-8a-10. Cantad al Señor… M. Ag. pág.
67. O bien, Salmo 125. Al ir, iba llorando… al volver, vuelve cantando… M. Ag. p. 107.
• Mateo 11, 25-30.
Textos agustinianos
Agustín se rinde a la gracia en el huerto, al leer las palabras
de san Pablo: Nada de comilonas ni borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos, más bien, del Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para
satisfacer sus concupiscencias.
“Acto seguido nos dirigimos los dos (Alipio y yo) hacia mi
madre. Se lo contamos todo. Se llena de alegría. Le contamos cómo ha ocurrido todo: salta de gozo, celebra el triunfo, bendiciéndote a ti, (Dios mío), que eres poderoso para hacer más de lo que
pedimos y comprendemos.
Estaba viendo con sus propios ojos que le habías concedido más
de lo que ella solía pedirte con sollozos y lágrimas piadosas.
Me convertiste a ti de tal modo que ya no me preocupaba de
buscar esposa, ni me retenía esperanza alguna de este mundo.
Por fin, ya estaba situado en aquella regla de fe en que, hacía
tantos años, le habías revelado que yo estaría.
Cambiaste su luto en gozo, en un gozo mucho más pleno de lo que
ella había deseado, en un gozo mucho más íntimo y casto que el que ella esperaba de los nietos de mi carne” (Confesiones 8, 12).
Se pide la gracia que se desea alcanzar.
Oración de los fieles para todos los días
Dios, Nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su
esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.
- Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en
su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan
conducir a sus hijos hacia ti. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren
por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a
tus preceptos y enseñanzas. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
- Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta
seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
Para añadir a la oración de los fieles el día
séptimo
- Por todos los que tienen hambre y sed de justicia, por los
pacíficos y limpios de corazón, para que todos consigamos el Reino de Dios. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.
Oración final
Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que
concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una
ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Rito de despedida
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
Amén.
V. Bienaventurada santa Mónica
R. Ruega por nosotros.
V. Glorioso padre san Agustín
R. Ruega por nosotros.
Oración Prefacio de la misa de santa Mónica
Señor Dios Todopoderoso,
en la festividad de santa Mónica,
es necesario celebrar tus dones en ella,
pues, vivificada en Cristo, vivió de tal manera
que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus
costumbres,
y en su corazón se sintiese tu presencia.
Ganó a su marido para ti al final de sus días.
Formó a los hijos, dándoles a luz
tantas veces cuantas veía que se desviaban de
ti;
ante sus lágrimas, diarias y sinceras,
le concediste que su hijo Agustín no pereciese.
Por eso, Señor, te alabamos ahora y por siempre.
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Ocatvo día: Perseverancia
¡Oh Dios de los escogidos y predestinados, que os dignasteis conceder a vuestra sierva Santa Mónica una muerte tan dulce y tan dichosa en tierra extraña, que, sin cuidarse de las honras de su cuerpo, sólo pensó en entregar a Vos el alma, y encargó a su hijo Agustín que dejando descansar su cuerpo en la tierra dondequiera que ella falleciese, no se olvidara de rogar durante los días de su vida por el alma de su madre ante el altar del Señor! Por la preciosa muerte de aquella santa madre, concededme la dicha de morir en Vos y para Vos, como verdadera hija de la Iglesia, de suerte que consiga entrar en Posesión de la bienaventuranza, donde me vea rodeada de mi esposo, de mis hijos y de todos los seres queridos de mi corazón, y juntamente con ellos alabe allí por siempre vuestras misericordias. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA OCTAVO
SANTA MONICA EN CASICIACO, CON AGUSTÍN Y SUS COMPAÑEROS
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Por la señal de la santa cruz. De nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria para todos los días
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Noveno día: Interseción de los santos
¡Oh Dios, que siempre te complaces en la gloria de tus Santos y te muestras en ellos admirable, para que sean venerados de las gentes, y así, en el traslado de las santas reliquias de vuestra sierva Mónica, desde el puerto de Ostia a la Ciudad Eterna, os dignasteis honrarla con el júbilo de los pueblos que la saludaban a su paso, con la devoción de tantas madres que salían a ofrecerle sus hijos y sus lágrimas, y la acompañasteis en aquel glorioso viaje con los prodigios de vuestra omnipotencia, haciendo, por su mediación, grandes milagros! Por el suave aroma que exhalan en vuestra presencia los restos venerados de aquella mujer santa y admirable, dignaos despertarme de mi tibieza, resucitarme a vuestra gloria y concederme cuanto os pido para mi salud eterna y la de todos aquellos que Vos habéis puesto bajo mi amor y cuidado. Glorificad de este modo vuestro nombre.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica.
Oración final para todos los días
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
Oración
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
Reflexión y oraciones para el DÍA NOVENO
EL ÉXTASIS DE OSTIA TIBERINA DE MÓNICA Y AGUSTÍN
Rito de entrada
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…
Oración preparatoria
Las lágrimas de Santa Mónica y las palabras de oro de San Ambrosio condujeron a la conversión de su hijo, San Agustín de Hipona. El dolor expresado en la oración es muy valioso. No hay nada malo con ponerse emotivo y verter toda nuestra tristeza sobre Dios. Nuestras lágrimas son como diamantes preciosos para Jesús; no son balas que disparan nuestras frustraciones al cielo para obligar a Dios a darse prisa y hacer las cosas mejor. Cada lágrima es, en sí misma, una oración. Cuando estás cansado de usar palabras, sólo llora.
Nuestras lágrimas, dadas a Dios en un momento de entrega, son preciosos diamantes-oración que atesora y guarda delicadamente. Hasta ese momento, habíamos tratado de cambiar lo que no podíamos cambiar. Todavía querríamos hacerlo, pero mientras lloramos, vamos dejando de intentarlo. En esa humilde entrega, le damos permiso a Dios para entrar y consolarnos.
Letanías a Santa Mónica
Señor,
ten piedad de nosotros.
Cristo,
ten piedad de nosotros.
Señor,
ten piedad de nosotros.
Cristo,
escúchanos.
Dios, Padre del cielo,
ten piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo,
ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo,
ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios,
ten piedad de nosotros.
Santa María, concebida sin mancha de pecado original,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Santa María, gloriosa Madre de Jesucristo,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Santa Mónica,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Modelo de esposa,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que convertirse a tu marido incrédulo, Madre de San Agustín,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Maestra estricta y prudente, guardiana de tu hijo en todos sus caminos,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que vigilabas atentamente su conducta,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que estabas profundamente angustiada por sus desvíos de lo correcto,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que eras incansable en tus peticiones por la seguridad de su alma,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que esperabas en medio de la amargura de tu corazón y tus torrentes de lágrimas,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que estabas llena de consuelo por su regreso a Dios,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que moriste tranquilamente tras cumplir fielmente con tus deberes,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Tú que eres la intercesora orante de todas las madres que rezan y lloran como lo hiciste tú,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Preserva la inocencia de nuestros niños,
te imploramos, Santa Mónica.
Protégelos contra los engaños de los malvados,
te imploramos, Santa Mónica.
Protégelos de los peligros del mal ejemplo,
te imploramos, Santa Mónica.
Vigila los movimientos de la gracia en sus corazones.
Deja que las virtudes Cristianas echen raíces profunda en sus corazones y den mucho fruto.
Redobla tu intercesión por la juventud cercana a la adultez.
Obtén para todos aquellos en pecado mortal, verdadero arrepentimiento y conversión perfecta.
Obtén para todas las madres el cumplimiento de sus obligaciones constantemente y con perseverancia.
Encomienda a todas las madres a la protección
de la siempre Bienaventurada Virgen Madre de Nuestro Señor.
Inclina favorablemente el corazón de tu amado hijo Agustín
hacia la salvación de nuestros hijos.
San Agustín, santo hijo de una madre santa,
ruega por nosotros y por nuestros hijos.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
¡Perdónanos, Oh Señor!
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
¡Escúchanos, Oh Señor!
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
¡Ten piedad de nosotros, Oh Señor!
Ruega por nosotros, Oh Santa Mónica,
para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
“¡Cuántas dificultades hay, incluso hoy, en las relaciones familiares y cuántas madres están angustiadas porque sus hijos eligen caminos equivocados! Mónica, una mujer sabia y firme en la fe, las invita a no desalentarse sino a perseverar en la misión de esposas y madres, manteniendo firme su confianza en Dios y aferrándose con perseverancia a la oración.” (Papa Benedicto XVI)
Madre ejemplar del gran San Agustín,
tú perseguiste con perseverancia a tu hijo pródigo,
no con amenazas salvajes, sino con llantos en oración al cielo.
Intercede por todas las madres en nuestros días
para que puedan aprender a llevar a sus hijos a Dios.
Enséñales a permanecer cerca de sus hijos,
incluso de las hijas e hijos pródigos que lamentablemente se han extraviado.
Amén.
Querida Santa Mónica, preocupada esposa y madre,
Muchos dolores perforaron tu corazón durante toda tu vida.
Sin embargo, nunca te desesperaste o perdiste la fe.
Con confianza, persistencia y profunda fe,
rezaste diariamente por la conversión de tu amado esposo, Patricio,
y tu amado hijo, San Agustín.
Concédeme esa misma fortaleza, paciencia y confianza en el Señor.
Intercede por mí, querida Santa Mónica, para (mencione aquí su petición)
y concédeme la gracia de aceptar su voluntad en todas las cosas,
a través de Jesucristo, nuestro Señor,
en la unidad del Espíritu Santo,
un sólo Dios por siempre y para siempre. Amén.
A ti recurro por ayuda e instrucciones, Santa Mónica, maravillosa ejemplo de firme oración por los niños. En tus amorosos brazos yo deposito mi hijo(a) (mencionar aquí los nombres), para que por medio de tu poderosa intercesión puedan alcanzar una genuina conversión a Cristo Nuestro Señor. A ti también apelo, madre de las madres, para que pidas a nuestro Señor me conceda el mismo espíritu de oración incesante que a ti te concedió. Todo esto te lo pido por medio del mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.
Oh santa Mónica, que por medio de tu paciencia y plegarias obtuviste de Dios la conversión de tu marido y la gracia de vivir en paz con él; obtén para nosotros, te suplicamos, la bendición de Dios omnipotente, para que la verdadera armonía y paz reinen en nuestras casas, y que todos los miembros de nuestras familias puedan alcanzar la vida eterna. Amén.
Madre ejemplar del gran Agustín, durante 30 años perseguiste de modo perseverante a tu hijo rebelde con amor, afección, perdón, consejo y rezos que clamaban al cielo. Intercede por todas las madres en este nuestro día para que puedan aprender a conducir a sus hijos a Dios y su Santa Iglesia. Enséñalas cómo permanecer cerca de sus hijos, incluso de aquellos hijos e hijas pródigos que tristemente se han extraviado.Amén
Oh Dios, que observaste las devotas lágrimas y ruegos de Santa Mónica y le concediste por escuchar sus rezos la conversión de su marido y el regreso penitente de su hijo, Agustín, concédenos la gracia de implorarte también con verdadero celo, para que así podamos obtener como ella, la salvación de nuestra alma y las almas de nuestros allegados. Por Cristo Nuestro Señor.Amén
Santa Mónica, madre de san Agustín
SANTORAL
1. DOMINICOS 2003
Un hijo de muchas lágrimas
Mónica era africana, de Tagaste, región tunecina, nacida el año 331. Hija de familia cristiana noble, pero pobre, fue educada inicialmente en la piedad, ascesis y letras por una criada solícita.
En su juventud formó parte de la comunidad de creyentes que vivió duras experiencias de persecuciones contra los cristianos, y muertes martiriales. ¡En aquellos tiempos pocos males se podían temer tanto como las crueldades de una persecución impía!
A sus veinte años contrajo matrimonio con el joven Patricio, un hombre pagano en religión e infiel en moral, que la hizo pasar sufrimientos desmedidos. Pero afortunadamente, vencido por la honradez de Mónica, murió después de recibir el bautismo. Tuvieron tres hijos: dos de ellos no les crearon problemas; pero el tercero, Agustín, fue amor y espina de dolor de su madre por sus devaneos culturales, religiosos, familiares.
Tras no pocas peripecias, un día Agustín, maestro en artes, se marchó de Tagaste a Roma, y dejó a su madre en Tagaste. Ella, que vivía con el corazón del hijo, siguió sus pasos, y acabó dando con él en Milán. Cuando eso sucedía, Agustín había cambiado ya mucho, y se estaba volviendo más reflexivo sobre sí mismo. Entonces Mónica buscó al Pastor de la diócesis, y tuvo la oportunidad de ponerlo en contacto con san Ambrosio. Éste trabajó amablemente con Agustín y Agustín se convirtió a Cristo. Recibió el bautismo en abril del año 387.
En esas favorables circunstancias, Mónica, cumplida la misión de salvar a su hijo, volviéndolo sinceramente a Cristo, intensificó su profunda entrega a Dios y a la oración, dando gracias y preparando su encuentro con el Padre. Falleció santamente ese mismo año 387.
ORACIÓN:
Señor, Dios nuestro, Tú inspiraste a san Ambrosio estas bellas palabras, ‘¡No puede perderse un hijo de tantas lágrimas!; Tú convocaste a Agustín para que retornara de la infidelidad a la gracia; Tú coronaste de gloria a una madre que vivía sólo para Ti y para tus hijos. Concédenos a nosotros la gracia del amor, del dolor, de las lágrima, de la conversión definitiva a Ti. Amén.
Palabra de salvación
Primera carta a los tesalonicenses 2, 9-13:
“Hermanos: recordad nuestros esfuerzos y fatigas, pues estuve trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, y proclamamos el Evangelio de Dios entre vosotros.
Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros los creyentes, pues trabajamos personalmente con cada uno de vosotros, como un padre con sus hijos... También, por nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis cual es, como palabra suya...”
Tenemos a la vista el comportamiento de un apóstol fiel: va de la mano de Dios, vive inmerso en la vida y preocupación de los hermanos, trabaja con absoluta lealtad; y da gracias a Dios porque la Palabra fructifica.
Evangelio según san Lucas 7, 11-17:
En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando estaba cerca de la ciudad, acababan de enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla, a Jesús le dio lástima y le dijo: No llores. Jesús se acercó al ataud (los que lo llevaban se pararon) y dijo: ¡Muchacho, a ti te digo, levántate!.
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entrego a su madre...”
La liturgia utiliza este pasaje evangélico relacionando la actitud de la madre-viuda que llora por su hijo con la actitud de santa Mónica que llora por Agustín. Las lágrimas de fe y amor dan su fruto.
Momento de reflexión
Conversación final de san Agustín con su madre, Mónica:
‘Cuando ya se acercaba el día de su muerte –día por ti conocido, Señor, y que nosotros ignorábamos—, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos.
Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres Tú, cómo sería la vida eterna de los santos...., y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.
Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras. Sin embargo, tú sabes, Señor, que cuando hablábamos aquel día de estas cosas..., ella dijo:
‘Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida.
Qué es lo que hago aquí, y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por algún tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?’
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero al cabo de cinco días o poco más cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación: ‘¿Dónde estaba?’
Después, viendo que estábamos aturdidos por la tristeza, nos dijo: ‘Enterrad aquí a vuestra madre...
‘Confesiones’ lib. 9,cc. 10.11
2. CLARETIANOS 2002
La Iglesia recuerda hoy a una gran mujer: Santa Mónica, madre de San Agustín. La tradición e incluso el arte la recuerda como la madre sufriente, que con sus lágrimas consiguió la conversión de Agustín. Sin duda, mucho amor y mucha fe tenían que llevar estas lágrimas. Más aún, mucha confianza tuvo que depositar esta mujer en el hijo que ella veía alejarse cada vez más de Dios y de sí mismo. Este es el gran milagro: ver en las personas mucho más de lo que resulta evidente, creer en ellos más allá de lo que parecen poder dar de sí. Mónica lo supo ver con Agustín, hasta el punto que él mismo afirmaba que su vida y vocación no hubieran sido posibles sin ella. Seguramente, cada uno de nosotros podríamos poner delante de Dios hoy rostros concretos de personas que, como Mónica, creyeron en nosotros y, por qué no, incluso quizá en algún momento lloraron por nosotros y, misteriosamente, son hoy garantes, testigos, cimientos de nuestra propia vocación, de nuestro ser quien es cada uno.
3. DOMINICOS 2004
Señora, no es posible que se pierda el hijo de tantas lágrimas (S. Ambrosio a santa Mónica)
Grande ha sido el esfuerzo de vuestro amor y también el aguante de vuestra esperanza (Pablo a los tesalonicenses)
Mónica era africana, de Tagaste, región tunecina, nacida el año 331, hija de familia cristiana noble y pobre. Educada en la piedad, ascesis y letras por una criada, formó parte de la comunidad de creyentes que vivió la dura experiencia de persecuciones contra cristianos, y muertes. Recordemos que en aquellos días pocos males se podían temer tanto como las crueldades de una persecución impía.
A sus veinte años contrajo matrimonio con un joven, Patricio, pagano en religión e infiel en moral. Patricio la hizo pasar por sufrimientos desmedidos, pero, al fin, fue convencido por la honradez de Mónica, y murió después de recibir el bautismo.
En el matrimonio tuvieron tres hijos: dos de ellos no les crearon problemas, pero Agustín, el más pequeño, fue como espina clavada en el corazón de su madre, no tanto en el de su padre, por sus devaneos culturales, religiosos, familiares. Pasados años de estudio, y realizadas numerosas peripecias, Agustín, culto y buen retórico, se escapó a Roma, dejando a su madre en Tagaste. Pero ella fue a buscarlo y dio con él en Milán.
Para entonces, Agustín había cambiado ya mucho y estaba mucho más receptivo y reflexivo, y Mónica lo puso en contacto con san Ambrosio, personaje santo que medió intensamente en su conversión a Cristo.
En abril del año 387, Agustín recibió el bautismo, y con ello Mónica estimó que se había cumplido la misión que tenía asignada, salvar a su hijo. Ese mismo año, entregada a Dios y a la oración, falleció santamente en manos de Agustín.
4. SANTA MONICA
LA VIUDA DE TAGASTE QUE RESUCITA A SU HIJO AGUSTÍN
Por Jesús Martí Ballester
TAGASTE Y SU MATRIMONIO
Cuando finalizaba ya el Imperio Romano, nace Mónica en Tagaste, de padres ricos venidos a menos. Como cristianos la educaron en la fe, pero quien mas influyo en su educación fue una criada que ya había educado a su mismo padre. A los veinte años se casó con Patricio, pagano y de temperamento muy violento y dominado por las pasiones. Mónica es modesta, suave, recatada... El primer año de casada le nace Agustin, y a éste le seguirá Navigio y Perpetua. Navigio no abandonará nunca a su madre. Perpetua se casará y quedará viuda pronto. Cuando su hermano Agustin ya sea sacerdote ingresará en un monasterio de Africa donde vivirá toda su vida.
UNA ESPOSA CON PROBLEMAS QUE VENCE CON SUS VIRTUDES
Pronto empezaron los problemas con su esposo. Pero la prudencia y bondad de Mónica hace que todo se quede en casa y no airea nada desagradable, como acostumbran tantas esposas hoy que viven en la televisión basura de propalar sus martirios conyugales. Mónica se dedica a formar a sus hijos con toda su alma. Los dos pequeños no le causan problemas: son dóciles, sencillos y no gozan de las cualidades extraordinarias de su hermano mayor quien desde pequeñín tiene una recia personalidad.
LA SUEGRA
La madre de Patricio es parecida a él, mejor, él ha salido a su madre, ¡ay los genes!: colérica, de muy mal carácter, autoritaria. Mónica poco a poco se la gana con su dulzura y buenos modales procurando darle gusto en todo cuanto ella quiere. Se la ganó "con atenciones y perseverando en sufrirla con mansedumbre". Buen modelo de nueras. A pesar del carácter y de las infidelidades de su esposo nunca le contestó ni con obras ni con palabras. Tenía una paciencia enorme con él: "Porque esperaba, Señor, que vuestra misericordia viniese sobre el, para que creyendo en Vos, se hiciese casto", dice ella, como así sucedió.
SEGUIMIENTO DE AGUSTIN POR MONICA
Agustín había viajado a Milán, donde encuentra a San Ambrosio, que ha conseguido que se haga catecúmeno. Mónica le ha seguido por mar y tierra y sabe que su hijo ya no es maniqueo pero tampoco católico. No es lo que ella espera pero sigue rezando y llorando, visitando las tumbas de los mártires y visitando a San Ambrosio, que descubrió en Mónica un alma excepcional y privilegiada.
LAS LÁGRIMAS DE MÓNICA
“No se puede perder hijo de tantas lágrimas”, había profetizado un obispo africano. Ella veía a su hijo Agustín ricamente adornado por el Señor, pero desviado y desorientado. Le seguía a todas partes. Ha hecho cuanto ha podido por la conversión de su hijo. Y por fin salta de gozo "aquella noche en la que yo me partí a escondidas; y ella se quedo orando y llorando", dice Agustin. Sus lágrimas dieron su fruto. “Los que siembran con lágrimas cosechan entre cantares”. Cuando tenía 56 años y Agustin 33 tuvo el inmenso consuelo de verle cristiano y en camino de santidad. No se había equivocado. Si hubiera más madres que lloraran a sus hijos muertos como la viuda de Naím, enterrarían a menos hijos resucitados por las lágrimas de sus madres. ¡Ya podía morir tranquila! Y para esto meditamos las vidas de los santos, porque siguieron a Cristo y nos enseñan el camino, que todos han recorrido con dificultades y nos han dejado su vida como ejemplo, a la vez que interceden por sus hermanos, nosotros, que aún peregrinamos en la tierra.
ASOMADOS A LA VENTANA
En Ostia, esperando embarcar para Africa, asomados a la ventana, Agustín y su madre conversaban dulcísimamente, olvidados de todo lo pasado y reflexionando sobre el futuro, preguntándonos cómo será aquella vida eterna, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni saboreó el corazón del hombre, y suspiraban por aquella sabiduría, contemplando aquella felicidad inmutable. Fue un verdadero éxtasis común. Se contagiaron. Mónica era feliz, su hijo, ya era cristiano, para ella sólo quedaba la esperanza de la vida eterna.
Estas son las palabras de Mónica, que San Agustín refiere en sus Confesiones: "¿Qué hago ya en este mundo? Enterrad este cuerpo donde queráis, ni os preocupe más su cuidado. Una sola cosa os pido, que os acordéis de mi ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde os hallareis". Así decía poco antes de morir a sus hijos Santa Mónica, modelo de esposas, madres, suegras y nueras.
SU MUERTE
Por fin, Mónica, acompañada por sus hijos, en el año 387, despertó para el cielo. "Yo le cerré los ojos, escribe San Agustín en sus Confesiones. Una inmensa tristeza inundó mi corazón que se resolvió en lágrimas, pero mis ojos, bajo el mandato imperioso de mi voluntad, las contenían hasta el punto de secarse... Mas el joven Adeodato, cuando mi madre dio el último suspiro, comenzó a llorar a gritos. En mi corazón se había abierto una nueva llaga, aunque la muerte de mi madre no tenía nada de lastimoso y no era una muerte total: la pureza de su vida lo atestiguaba, y nosotros lo creíamos con una fe sincera y por razones seguras" (Conf. IV, 9).