“Cristo Rey, porque eres Hijo de Dios y eres Hijo de María, porque eres Palabra Eterna de humana carne vestida, porque eres el Primogénito, del Padre la imagen viva, eres Rey de Cielo y tierra, y ante Ti todo se inclina"
Reinar Es Amar y servir ,Amar y servir ,es reinar !!
Viva Cristo Rey !!
"Hoy, último domingo del año litúrgico, celebramos la solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo. Al término del camino de un año, la Iglesia profesa que el que fue crucificado y resucitó es el Señor del mundo y de la historia: la luz de la Pascua se proyecta sobre todo el cosmos y lo ilumina. Es la luz del amor y de la verdad, que rescata el universo de la muerte, causada por el pecado y renueva el designio de la creación, para que todas las cosas adquieran su pleno significado y se reconcilien con Dios y entre sí."
¡Viva Cristo Rey, Señor de Señores! ¡Señor, Rey del Universo, te pido que reines en mi inteligencia y en voluntad, en la de todos los que amo, en la de toda la humanidad, para acoger en nosotros la Verdad y el Amor y hacerlos reinar en el mundo! ¡Señor, Rey del Universo, te pido que conduzcas y reines mi voluntad para que esté siempre unida a la tuya con el fin de que los propósitos, deseos y anhelos de mi vida estén encardinados a la santa voluntad del Padre en un sí fiel y permanente! ¡Señor, Rey del Universo, reina en mi corazón para hacer de mi una persona libre que actúe siempre en función de la verdad revelada! ¡Señor, Rey del Universo, reina en lo más profundo de mi ser para hacer de mi vida un camino de encuentro con el Amor, la caridad, la ternura, la humildad, el servicio, la entrega, la mansedumbre, la misericordia, la apacibilidad, la dulzura, la benignidad, sellos que caracterizan tu reinado! ¡Señor, Rey del Universo, reina sobre toda la humanidad para que podamos elevar nuestras alabanzas a ti con el fin de glorificarte y darte gracias por todo lo que haces por nosotros! ¡Señor, Rey del Universo, reina en la Iglesia para hacerla más santa, para que todos los que la formamos seamos ejemplo de verdad, para que cooperemos en la expansión de tu Buena Nueva, para hacerla más perfecta, para que resplandezca viendo como los que la formamos somos ejemplos de autenticidad, para seamos capaces de alumbrar tu presencia en el mundo! ¡Señor, Rey del Universo, reina en todas las sociedades del mundo para que no adoren a ídolos mundanos sino que cumplan y obedezcan tus mandatos, para que quienes gobiernen hagan leyes justas ajustadas a tus mandamientos divinos, para que los cristianos cumplamos con la justicia y el bien social, para que tu doctrina de amor se expanda por medio nuestros y para que los fieles modelemos nuestros espíritus según las verdaderas normas de la vida cristiana! ¡Señor, Rey del Universo, transforma el corazón del ser humano, redimido por tu sangre gloriosa, para que ame a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo! ¡Viva Cristo Rey!
¡Quiero, señor, que reines en mi corazón! ¡Pero que reines de verdad! ¡Pero antes, Señor, ayúdame a reconocer mi pequeñez, mi miseria, mis bajezas morales, mi debilidad! ¡Límpiame con la fuerza de tu Espíritu para que puedas reinar en mi interior! ¡Espíritu de Dios, dame la fuerza necesaria para batallar cada día sin desfallecer! ¡Ayúdame a ser consciente de mi pequeñez! ¡Ayúdame a sentir con pena todo aquello que me aleja de Ti, del reino de tu Padre! ¡Ayúdame a contemplar las manchas de mi corazón para poder purificarlas en el sacramento de la confesión! ¡Oh Cristo Jesús! Te reconozco como Rey del Universo porque todo lo has creado Tú, utilízame para hacer el bien! ¡Señor, transforma mi mente y mis pensamientos, lléname de la luz de tu Espíritu que es vida y paz, para que se refleje su presencia en mi vida, para que te reconozca como mi Señor¡ ¡Tu sabes que soy de barro y que Tú eres mi refugio; que me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación! ¡Concédeme la gracia, Señor, de tener siempre mi mirada fija en ti, aunque reconozco que mi mente es débil y me resulta mucho más fácil perseverar en mi adversidad que en tus promesas! ¡Levántame cada vez que caiga, Señor, y hazme un instrumento de tu paz, en medio de las dificultades de la vida que pueda darte a conocer como el único camino, en medio de los obstáculos y tribulaciones que pueda desde mi cotidianidad ser sal y ser luz para quienes lo necesitan! ¡Señor Jesús, reina en mi corazón a través de tu amor… para que pueda ser un instrumento de tu reino en todos los corazones!
¡Oh Cristo, Tú eres mi Rey!
Dame un corazón caballeroso para contigo.
Magnánimo en mi vida: escogiendo todo cuanto sube hacia arriba, no lo que se arrastra hacia abajo.
Magnánimo en mi trabajo: viendo en él no una carga que se me impone, sino la misión que Tú me confías.
Magnánimo en el sufrimiento: verdadero soldado tuyo ante mi cruz, verdadero Cireneo para las cruces de los demás.
Magnánimo con el mundo: perdonando sus pequeñeces, pero no cediendo en nada a sus máximas.
Magnánimo con los hombres: leal con todos, más sacrificado por los humildes y por los pequeños, celoso por arrastrar hacia Ti a todos los que me aman.
Magnánimo con mis superiores: viendo en su autoridad la belleza de tu Rostro, que me fascina.
Magnánimo conmigo mismo: jamás replegado sobre mí, siempre apoyado en Ti.
Magnánimo contigo: Oh Cristo Rey: orgulloso de vivir para servirte, dichoso de morir, para perderme en Ti.
Conviérteme, Señor!
Del ruido que me impide escucharte,a la paz que me permite sentirte con nitidez.
De la comodidad, que desfigura mi felicidad a la sobriedad que necesita mi alma para no perderte.
¡Conviérteme, Señor!De mi voz, suave y tímida para anunciarte, a un testimonio vivo, eficaz y valiente, para proclamar que, como Tú nada ni nadie ha de salvar al hombre.
¡Conviérteme, Señor! De mi autosuficiencia, orgullo y seguridades a la humildad para saber y poder encontrarte.
De mis apariencias, simples e interesadas,a la plenitud que me ofrece tu presencia,real y misteriosa, dulce y exigente, divina y humana, audible….y a veces silenciosa,con respuestas….y a veces con interrogantes.
¡Conviérteme, Señor! Y dame un nuevo corazón para alabarte. Y dame un nuevo corazón para bendecirte. Y dame un nuevo corazón para esperarte. Y dame un nuevo corazón para amarte. Amén
¡Viva la Virgen de Guadalupe Reina y Madre de Cristo Único Rey!
“Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino”. Jesús le mira con misericordia infinita y le responde: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. ¿Con cuál de los dos nos identificamos? ¿Con el que es engreído y no reconoce sus errores? ¿O quizás con el otro que reconoce que necesita la misericordia divina y la implora de todo corazón? En el Señor, que ha dado su vida por nosotros en la cruz, encontraremos siempre el amor incondicional que reconoce nuestra vida como un bien y nos da siempre la posibilidad de volver a comenzar»
«Éste es el Rey de los judíos»
Hoy, el Evangelio nos hace elevar los ojos hacia la cruz donde Cristo agoniza en el Calvario. Ahí vemos al Buen Pastor que da la vida por las ovejas. Y, encima de todo hay un letrero en el que se lee: «Éste es el Rey de los judíos» (Lc 23,38). Este que sufre horrorosamente y que está tan desfigurado en su rostro, ¿es el Rey? ¿Es posible? Lo comprende perfectamente el buen ladrón, uno de los dos ajusticiados a un lado y otro de Jesús. Le dice con fe suplicante: «Jesús, acuérdate de mí
cuando vengas con tu Reino» (Lc 23,42). La respuesta de Jesús es consoladora y cierta: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso»
Sí, confesemos que Jesús es Rey. “Rey” con mayúscula. Nadie estará nunca a la altura de su realeza. El Reino de Jesús no es de este mundo. Es un Reino en el que se entra por la
conversión cristiana. Un Reino de verdad y de vida, Reino de santidad y de gracia, Reino de justicia, de amor y de paz. Un Reino que sale de la Sangre y el agua que brotaron del costado de
Jesucristo.
El Reino de Dios fue un tema primordial en la predicación del Señor. No cesaba de invitar a todos a entrar en él. Un día, en el Sermón de la montaña, proclamó bienaventurados a los
pobres en el espíritu, porque ellos son los que poseerán el Reino. Orígenes, comentando la sentencia de Jesús «El Reino de Dios ya está entre vosotros» (Lc 17,21), explica que quien suplica que el Reino de Dios venga, lo pide rectamente de aquel
Reino de Dios que tiene dentro de él, para que nazca, fructifique y madure. Añade que «el Reino de Dios que hay dentro de nosotros, si avanzamos continuamente, llegará a su plenitud cuando se
haya cumplido aquello que dice el Apóstol: que Cristo, una vez sometidos quienes le son enemigos, pondrá el Reino en manos de Dios el Padre, y así Dios será todo en todos». El escritor exhorta a que digamos siempre «Sea santificado tu nombre, venga a nosotros tu Reino».
Vivamos ya ahora el Reino con la santidad, y demos testimonio de él con la caridad que autentifica a la fe y a la esperanza.
"Este es el Rey".
Concédeme, Señor, que mi último grito en la Tierra y mi primer cántico en el Cielo Sea ¡Viva Cristo Rey!
¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal. Todo cuanto ha sido hecho Tú lo has creado. Ejerce sobre mí todos tus derechos. Renuevo las promesas de mi bautismo, renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras; y prometo vivir como buen cristiano. Muy especialmente me comprometo a procurar, según mis medios, el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia. Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras para conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza, y para que así se establezca en todo el mundo el Reino de tu Paz.
PERO ¿TÚ ERES REY?
El Evangelio de hoy es un fragmento del juicio de Jesús ante Pilato. YA os habréis dado cuenta que que abundan en él las preguntas y vamos a servirnos de ellas en nuestra reflexión.
El primero en preguntar es precisamente Pilato: "¿Eres tú el rey de los judíos?" Y un poco después: "¿Conque tú eres rey?"
No es difícil sintonizar con la perplejidad de Pilato. Tiene delante un hombre totalmente solo, sin aparente fuerza física, sin defensores ni acompañantes, débil y del todo en sus manos. A la vez que, quienes pudieran ser sus súbditos (los judíos), son los que quieren desembarazarse de él a toda costa.
Esta misma pregunta, sigue siendo muy actual. No pocos miran a Jesucristo o a su Padre Dios preguntándoles: ¿En qué se nota que eres Rey, o Dios?. Levantaron su corazón pidiendo a ese
Rey que les ayudara a salir adelante en momentos difíciles, que resolviera urgentes problemas: cúranos, ayúdanos a encontrar trabajo, que nos salga bien este proyecto, que desatasques nuestros conflictos familiares, que nos saques de nuestras soledades, y... ¡con escasos o nulos resultados! Así que, como Pilato, y protestando un poco, le decimos: Pero, ¿tú eres rey, eres Dios, puedes hacer algo o no? ¿Por qué no lo haces? Como a Pilato, nos gustaría encontrar evidencias de que sí, que tiene poder, que es Rey, que no estamos haciendo el ridículo al decir que
creemos en Él. Y esperamos, le pedimos y deseamos que nos haga alguna señal, que nos dé alguna pista, por pequeña que sea, que nos haga sentir su cercanía y presencia, que disipe tantas
dudas. Y si miramos los tantos desastres que suceden: la pandemia, los terremotos y volcanes, las desigualdades, la corrupción por doquier... No parece que este supuesto Rey gobierne y ponga
orden en tanto caos y dolor. Le diríamos con más razón que Pilato: ¿Conque ¿tú eres Rey?
Estas mismas preguntas nos las dirigen hoy a los que somos sus discípulos y seguidores, algunos que opinan que estamos anticuados, que la gente formada no cree en estas tonterías, que la fe no aporta nada a nuestra vida: «¿Conque tú eres cristiano, eh?».
Algunos «de casa» se agarran a las palabras de Jesús «Mi reino no es de este mundo», como intentando justificar que ese Rey y ese Reino están en «la otra vida», en el cielo o en nuestros corazones.... y frecuentemente se desentienden y conforman con los sufrimientos, injusticias y violencias de este mundo de aquí, de hoy, aunque no regateen esfuerzos en cumplir con sus obligaciones religiosas, y ser intachables en sus comportamientos morales, básicamente individualistas.
¡Pero hay que decir alto y fuerte que no! Esa respuesta y esas actitudes no sirven. ¿A quién le va a interesar un Rey y un Reino en el más allá, cuando nuestras urgencias, necesidades y preocupaciones están «ACÁ». con sus gozos, sufrimientos, dolores y esperanzas, como señalaba oportunamente el Concilio Vaticano II.
Pero no hace falta recurrir al último Concilio, porque el mismo Jesús hablaba de su Reino en otros términos. Al comenzar su tarea misionera, proclamaba: «Convertíos, que el Reino está cerca», el «Reino de Dios está dentro de vosotros», «el Reino ya está en medio de vosotros». La conversión, el cambio que pedía y esperaba para que ese Reino vaya creciendo y extendiéndose
«aquí y ahora» depende en buena medida de nosotros. Y consiste: en la atención prioritaria a los pobres, la lucha por la justicia, la construcción de la paz, la ayuda mutua, el servicio, la atención al desnudo, al emigrante, al enfermo...
Por otro lado, Jesús reconoce ante Pilato que ha nacido y ha venido al mundo para ser rey y «testigo de la verdad». La verdad como "valor" en estos tiempos nuestros no está precisamente al alza. Se habla mucho que estamos en tiempos de «postverdad». La Real Academia de la Lengua Española ha introducido en este término “posverdad” con el siguiente significado: “Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública en actitudes sociales”. Ya no importan los hechos, los datos, la
realidad...sino el mensaje y el sentimiento provocado interesadamente. Importa que de alguna manera «encaje» conmigo, me venga bien a mis ideas previas... No me interesa saber si es verdad o no.