Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario, por lo que su Divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo, el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que te pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria y bien de mi alma; que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa.
Quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente y uniendo mi voz con sus afectos, te saludo una y mil veces diciendo: (Tres Avemarías).
Virgen Santísima del Carmen, yo deseo que todos sin excepción, se cobijen bajo tu sombra protectora de tu Santo Escapulario y que todos estén unidos a Ti Madre Mía, por los estrechos y amorosos lazos de ésta tu querida insignia.
¡Oh Hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante su sagrada imagen y concédenos benigna tu amorosa protección. Te encomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre el Papa y la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos.
Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos, cómo ofenden a tu Divino Hijo y a tantos infieles cómo gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre Mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Amén.
Estas son algunas frases que se pueden compartir por el Día de la Virgen del Carmen:
Por otro lado, estas son algunas oraciones por el Día de la Virgen del Carmen:
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos los días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Primer día: Frutos de virtudes y buenas obras
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que fuiste figurada en aquella nubecilla que el gran Profeta de Dios, Elías, vio levantarse del Mar, y con su lluvia fecundó copiosamente la tierra, significando la purísima fecundidad con que diste al mundo a tu querido Hijo Jesús, para remedio universal de nuestras almas: te ruego, Señora, me alcances de su majestad copiosas lluvias de auxilios, para que mi alma lleve abundantes frutos de virtudes y buenas obras, a fin de que sirviéndole con perfección en esta vida, merezca gozarle en la eterna. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: La anunciación (Lucas 1,26-38)
Reflexión: Los evangelios empiezan presentando a María como mujer que acoge el proyecto de Dios: en disposición de oración.
Ella escucha, medita, consiente y responde que "sí" a Dios que llama. En una palabra, acoge. Y esta acogida engendra en ella la Vida. "La Palabra se hizo carne".
Oración: Santa María, mujer que acoge, haznos tus imitadores e imitadoras, para que podamos engendrar cada día a Jesús, en cada situación de nuestra vida. Santa María, mujer que acoge, enséñanos a meditar la Palabra de Dios como tú lo hacías, para que en cada momento de nuestra vida sepamos acogerla y nos dejemos guiar por ella. Santa María, Flor del Carmelo, escucha nuestra oración.
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a leer una página del Evangelio y a reflexionar sobre María para tratar de descubrir lo que Dios quiere de mí en mi vida de cada día.
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos los días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Segundo día: Luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de tu enseñanza y ejemplo de que dichosamente gozaron. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas para saber como debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversación sean siempre para su mayor honra y gloria y edificación de mis prójimos. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: La visita de María a su prima Isabel (Lucas 1,39-45)
Reflexión: Tan pronto como recibe el anuncio del ángel, la Madre del Señor se pone en camino para saludar y ayudar a su prima Isabel, anciana, que espera un niño.
El Evangelio nos dice que ella camina de prisa, para ponerse al servicio del que tiene necesidad. La Virgen no se enorgullece (no se le sube el anuncio a la cabeza) porque en Ella se cumplirá la esperanza de Israel, sino que, en la más grande humildad, marcha a prestar un servicio en las pequeñas y sencillas tareas del hogar
Oración: Madre María, experta en el servicio, ayúdanos a comprender que siendo siervos los unos de los otros es como podemos ser verdaderos discípulos de tu Hijo. Madre María, experta en el servicio, haznos capaces de estar siempre disponibles hacia aquéllos que cada día encontramos en nuestro camino. Madre María, Viña florida, ayúdanos a adelantarnos con gestos de mutua caridad
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a prestar ayuda a las personas que están próximas a mí. Y, con el fin de imitar a la Virgen, trataré de ser más servicial con aquellas personas que me parecen que me son menos simpáticas.
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos los días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Tercer día: El habite siempre amado, adorado y alabado por mi
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que te dignaste admitir con singular amor el obsequio filial de los Carmelitas, que entre todos los mortales fueron los primeros que en tu honor edificaron un templo en el Monte Carmelo, donde concurrían fervorosos a darte culto y alabanza. Te ruego, Señora, me alcances sea mi alma templo vivo de la Majestad de Dios, adornado de todas las virtudes, donde El habite siempre amado, adorado y alabado por mi, sin que jamás le ocupen los afectos desordenados de lo temporal y terreno. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: El nacimiento de Jesús (Lucas 2,1-20)
Reflexión: El evangelista Lucas nos transmite el gesto cariñoso y materno de María que envuelve en pañales al pequeño Jesús. Un gesto que toda Madre ha hecho, en señal de protección y de cuidado.
También nosotros somos revestidos con el vestido de María, nuestra Madre y Hermana: a través del Escapulario Ella cuida de nosotros y nos protege. Nos envuelve con su manto para hacernos crecer fuertes y robustos en la escuela de su Hijo.
Oración: Virgen Madre, que envolviste en pañales a tu Hijo Jesús, enséñanos a ser siempre pequeños para nos dejemos "llevar en brazos" del buen Dios. Virgen Madre, que envolviste en pañales a tu Jesús, ayúdanos a revestirnos de tu Hijo, para que seamos cada día signo del amor de Dios. Virgen María, Esplendor del Cielo, cobíjanos a todos bajo tu manto
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a revestirme del Escapulario para testimoniar también externamente mi amor a Jesús y a María. Sobre todo quiero que el Escapulario me recuerde el vivir cada día en la escuela de Jesús, a ejemplo de María.
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos los días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Cuarto día: Dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para mostrar tu especialísimo amor a los Carmelitas les honraste con el dulce nombre de hijos y hermanos tuyos, alentando con tan singular favor su confianza, para buscar en ti, como en amorosa Madre, el remedio, el consuelo y el amparo en todas sus necesidades y aflicciones, moviéndoles a la imitación de tus excelsas virtudes. Te ruego, Señora, me mires, como amorosa Madre y me alcances la gracia de imitarte, de modo que dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo, y que mi nombre sea inscrito en el libro de la predestinación de los hijos de Dios y hermanos de mi Señor Jesucristo. Así Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea
Lectura: La visita de los Magos (Mateo 2,1-12)
Reflexión: ¿Qué pensarían José y María viendo delante a estos hombres misteriosos que vienen de lejos para ver a Jesús? Sin embargo el Hijo de Dios se ha hecho hombre para todos, también para estos "lejanos".
María lo entiende enseguida y también les muestra Jesús a ellos. María es la verdadera contemplativa, a saber, la que sabe ver la realidad con los ojos de Dios. ¿Y nosotros? ¿Somos contemplativos? ¿Conseguimos ver la realidad como Dios la ve?
¿Somos capaces de dar Jesús a las personas que encontramos, sean conocidas o no, connacionales o extranjeras, ricos o pobres?
Oración: Beata María, mujer contemplativa, enséñanos a conservar en nuestro corazón las situaciones de cada día para después empeñarnos en verlas con los ojos de Dios. Beata María, mujer contemplativa, enséñanos a ver en aquéllos que encontramos el rostro de tu Hijo y a no hacer ningún tipo de discriminación. Beata María, Virgen fecunda singular, condúcenos a todos a Jesús
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a no juzgar a las personas que encuentro durante el día, sino a ver en cada una el rostro del Señor.
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos los días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Quinto día: Con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para defender a los Carmelitas, tus hijos, cuando se intentaba extinguir la sagrada Religión del Carmen, mostrando siempre el amor y singular predilección con que los amparas, mandaste al Sumo Pontífice, Honorio III, los recibiese benignamente y confirmase su instituto, dándole por señal de que esta era tu voluntad y la de tu divino Hijo, la repentina muerte de dos que especialmente la contradecían. Te ruego, Señora, me defiendas de todos mis enemigos de alma y cuerpo, para que con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios y tuyo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: La presentación de Jesús en el Templo (Lucas 2,22-32)
Reflexión: Probemos a ser espectadores de este episodio: María, José y Jesús, una familia, que se dirige al templo para ofrecer el niño al Señor.
Si queremos traducirlo en términos de nuestra cultura es algo como cuando la familia se prepara para llevar el niño al bautizo. Nos habrá sucedido muchas veces el tener que asistir a esta fiesta.
Tratemos, sin embargo, de escudriñar el corazón de la Madre: ella ofrece a Dios con todo el corazón el Niño que ha nacido de Ella. ¿Somos capaces de imitarla en nuestra vida de cada día?
Oración: Hija de Sión, Señora de la ofrenda, purifica nuestro corazón para que pueda pertenecer por completo a Jesús. Hija de Sión, Señora de la ofrenda, libera nuestros corazones, para que sin miedo puedan ser sólo de Su propiedad. Hija de Sión, Madre tierna, haz nuestro corazón semejante al tuyo
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a despojarme de algo a lo que estoy muy ligado para donarlo a la persona que me es particularmente antipática, con el fin de imitar a la Madre del Señor que ha ofrecido su Hijo con corazón puro
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos los días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Sexto día: Vivir siempre como verdadero cristiano y cofrade amante del santo escapulario
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para señalar a los Carmelitas por especiales hijos tuyos, los enriqueciste con la singular prenda del santo escapulario, vinculando en él tantas gracias y favores para con los que devotamente lo visten y cumpliendo con sus obligaciones, procuran vivir de manera que imitando tus virtudes, muestran que son tus hijos. Te ruego, Señora, me alcances la gracia de vivir siempre como verdadero cristiano y cofrade amante del santo escapulario, a fin de que merezca lograr los frutos de esta hermosa devoción. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: Jesús perdido y encontrado en el Templo (Lucas 2,41-50)
Reflexión: María y José están angustiados por la pérdida de su Hijo Jesús. Se ponen en camino para buscarlo y lo encuentran después de tres días.
También en nuestra vida, Jesús parece que se esconde y nos deja solos. ¿Y qué hacemos nosotros? ¿Nos desesperamos? ¿Nos volvemos hacia otros bienes? ¿O nos ponemos en camino para encontrar a Jesús y no perderlo jamás?
María y José nos enseñan a ser buscadores de Dios, porque nos ha hecho para Él y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en Él. (S. Agustín)
Oración: Dulce María, infatigable buscadora de Dios, dadnos la misma fuerza que Tú has tenido para buscar a tu Jesús, que se había perdido en el templo. Dulce María, infatigable buscadora de Dios, guía nuestros pasos para que en el camino de la vida podamos siempre seguir a Jesús, faro que ilumina. Dulce María, Madre pura, sé Tú nuestra compañera en nuestro caminar hacia Jesús
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a orar más en los momentos en los que me parece que Jesús me haya abandonado
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos los días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Séptimo día: Encontrar la seguridad en las tribulaciones y peligros
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que en tu santo Escapulario diste a los que devotamente lo visten, un firmísimo escudo para defenderse de todos los peligros de este mundo y de las asechanzas del demonio, acreditando esta verdad con tantos y tan singulares milagros. Te ruego, Señora, que seas mi defensa poderosa en esta vida mortal, para que en todas las tribulaciones y peligros encuentre la seguridad, y en las tentaciones salga con victoria, logrando siempre tu especial asistencia para conseguirlo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: Dichosos los pechos que te amamantaron (Lucas 11,27-28)
Reflexión: Puede parecer que Jesús no dé importancia al papel de María, prefiriendo a sus discípulos. Sin embargo, si leemos bien el texto, notamos que Jesús elogia a su Madre.
Ella es la mujer que escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica en cada momento. Es una discípula atenta, que guarda en su corazón las palabras del Hijo y día a día la pone en práctica.
Ella nos indica el camino para que también nosotros hagamos lo mismo, si queremos ser sus verdaderos devotos
Oración: Madre Hermosa, Virgen de la escucha, abre nuestro corazón para que sepamos escuchar las palabras de tu Hijo. Madre Hermosa, Virgen de la escucha, abre nuestro corazón y nuestra inteligencia para que sepamos escuchar las palabras de tu Hijo y las pongamos en práctica. Madre Hermosa, pura de corazón, haznos fuertes en nuestros propósitos
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a escuchar la Palabra de Dios con mucha atención, cuando se proclama en la iglesia. Me comprometo también a escuchar a Dios que me habla a través de las personas que encuentro en el transcurso del día
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos lo días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos lo días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Octavo día: Ampares y consueles en la hora de mi muerte
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que ejerces tu especial protección en la hora de la muerte para con los que devotamente visten tu santo escapulario, a fin de que logren por medio de la verdadera penitencia salir de esta vida en gracia de Dios y librarse de las penas del infierno. Te ruego, Señora, me asistas, ampares y consueles en la hora de mi muerte, y me alcances verdadera penitencia, perfecta contrición de todos mis pecados, encendido amor de Dios y ardiente deseo de verle y gozarle, para que mi alma no se pierda ni condene, sino que vaya segura a la felicidad eterna de la gloria. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: Mujer, ahí tienes a tu hijo (Juan 19,25-27)
Reflexión: Juan nos dice que junto a la cruz estaban María y Juan. María -la Madre-, Juan -el predilecto-. La Virgen Madre está en pié junto a la cruz: da fuerza a su Hijo para que llegue a la última hora.
Este pasaje bíblico - muy grato al corazón de todo carmelita - nos enseña que en el momento del dolor no estamos solos. María y Jesús, están con nosotros. Y nos recuerda que el Señor, muriendo, nos ha hecho donación de su Madre como un precioso bien. Con nuestra vida, tratemos de ser agradecidos
Oración: María, Madre al pie de la cruz, quédate junto a nosotros en nuestras cruces cotidianas para que, como Tú, sepamos estar en pie para aceptar y ofrecer nuestro dolor. María, Madre junto a la cruz, abre nuestro corazón para que sepamos acogerte en todo momento el don que Jesús nos ha hecho al morir. María, Madre que protege a todos sus hijos, sé nuestra guía en la vida cotidiana
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a acercarme a cualquier persona que sufre, física o espiritualmente
Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición para todos lo días
Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.
Oración para todos los días
Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)
Noveno día: Cumplir con mis obligaciones de cristiano y la devoción del santo escapulario
¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que extendiendo tu amor hacia los Carmelitas, aún después de la muerte, como piadosísima Madre de los que visten tu santo escapulario consuelas sus almas, cuando están en el Purgatorio, y con tus ruegos consigues salgan cuanto antes de aquellas penas, para ir a gozar de Dios, nuestro Señor, en la gloria. Te ruego, Señora, me alcances de su divina Majestad cumpla yo con las obligaciones de cristiano y la devoción del santo escapulario, de modo que logre este singularísimo favor. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo La Salve.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena.
Oración final para todos los días
Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos como ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.
Lectura: Se dedicaban a la oración junto con María (Hechos 1,12-14)
Reflexión: Jesús ha subido al cielo y la primera comunidad cristiana se encuentra reunida para orar. Con ella está también la Virgen María, como Madre y Hermana.
También en nuestras asambleas, María ora con nosotros. Actuemos de manera que nuestra participación en el misterio eucarístico sea una participación alegre y llena de vida.
Con nosotros está Jesús. Con nosotros está María, su Madre y la nuestra
Oración: Santa María, hermana en la comunidad cristiana, sé tú también nuestra Hermana en nuestra vida y en nuestra oración. Santa María, hermana en nuestra comunidad, siéntate junto a nosotros y reza con nosotros para que nuestra oración sea según el corazón de tu Hijo. María, Estrella del Mar, Madre y hermana en el Carmelo, acógenos a todos bajo tu manto
- Hágase aquí la petición -
Me comprometo a contribuir en la animación de la celebración eucarística dominical de mi parroquia, para que sea un verdadero momento de gozo y de oración fraterna.
16 de julio
NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN*
Memoria
— El amor a la Virgen y el escapulario del Carmen.
— Especial ayuda y gracias de Nuestra Madre en el momento de la muerte.
— El escapulario, símbolo del vestido de bodas.
I. El culto y la devoción a la Virgen del Carmen se remonta a los orígenes de la Orden carmelitana, cuya tradición más antigua la relaciona con aquella pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que subía desde el mar y que se divisaba desde la cumbre del Monte Carmelo, mientras el profeta Elías suplicaba al Señor que pusiese fin a una larga sequía. La nube cubrió rápidamente el cielo y trajo lluvia abundante a la tierra sedienta durante tanto tiempo. En esta nube cargada de bienes se ha visto una figura de la Virgen María, quien, dando el Salvador al mundo, fue portadora del agua vivificante de la que estaba sedienta toda la humanidad. Ella nos trae continuamente bienes incontables.
El 16 de julio de 1251 se apareció la Virgen Santísima a San Simón Stock, General de la Orden de los Carmelitas, y prometió unas gracias y bendiciones especiales para aquellos que llevaran el escapulario. Esta devoción «ha hecho correr sobre el mundo un río caudaloso de gracias espirituales y temporales». La Iglesia la ha aprobado repetidamente con numerosos privilegios espirituales. Durante siglos, los cristianos se han acogido a esa protección de Nuestra Señora. «Lleva sobre tu pecho el santo escapulario del Carmen. Pocas devociones hay muchas y muy buenas devociones marianas tienen tanto arraigo entre los fieles, y tantas bendiciones de los Pontífices. Además, ¡es tan maternal ese privilegio sabatino!».
La Virgen prometió, a quienes viviesen y muriesen con el escapulario o la medalla bendecida con el Sagrado Corazón y la Virgen del Carmen, que hace sus veces la gracia para obtener la perseverancia final; es decir, una ayuda particular para que, quienes no estén en gracia, se arrepientan en los últimos momentos de su vida. A esta promesa hay que añadir el llamado privilegio sabatino, que consiste en la liberación del Purgatorio al sábado siguiente a la muerte, y otras muchas gracias e indulgencias. Verdaderamente, «María, con su amor materno, se cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se hallan en peligros y en ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada...». No dejemos de acudir, cada día, muchas veces, a Ella, para que nos ayude y proteja. El mismo escapulario nos puede recordar frecuentemente que pertenecemos a Nuestra Madre del Cielo y que Ella nos pertenece, pues somos sus hijos, que tanto le hemos costado.
II. Expresamos en esta devoción una especial dedicación a Nuestra Señora de nosotros mismos y de todo lo nuestro, pues «en la aparición de la Santísima Virgen entregando el escapulario a San Simón Stock, se manifiesta la Madre de Dios como Señora de la gracia; y también como Madre amantísima, que protege a sus hijos en la vida y en la muerte.
»El pueblo cristiano ha venerado a la Virgen del Carmen particularmente por medio del santo escapulario como a la Madre de Dios y nuestra, que se nos presenta con estas credenciales: “En la vida, protejo; en la muerte, ayudo; y, después de la muerte, salvo”». Ella es vida, dulzura y esperanza nuestra, como le hemos repetido tantas veces en el rezo de la Salve.
La devoción al santo escapulario del Carmen manifiesta nuestra seguridad en el auxilio materno de la Virgen. Del mismo modo que se utilizan trofeos y medallas para significar relaciones de amistad, de recuerdo o de triunfo, nosotros damos un sentido entrañable al escapulario para acordarnos muy frecuentemente de nuestro amor a la Virgen y de su bendita protección. Ella nos toma de la mano y, todos los días de nuestra vida aquí en la tierra, nos lleva por un camino seguro, nos ayuda a superar dificultades y tentaciones: jamás nos abandona, «porque es su costumbre favorecer a los que de Ella se quieren amparar».
Un día nos llegará la hora de nuestro encuentro definitivo con el Señor. Entonces necesitaremos más que nunca su protección y ayuda. La devoción a la Virgen del Carmen y a su santo escapulario es prenda de esperanza en el Cielo, pues la Virgen Santísima prolonga su maternal protección más allá de la muerte. Esta prerrogativa nos llena de consuelo. «María nos guía hacia ese futuro eterno; nos lo hace ansiar y descubrir; nos da su esperanza, su certeza, su deseo. Animados por tan esplendorosa realidad, con alegría indecible, nuestra humilde y fatigosa peregrinación terrena, iluminada por María, se transforma en camino seguro iter para tutum hacia el Paraíso». Allí, con la gracia divina, la veremos a Ella.
Cuando en 1605 fue elegido Papa el Cardenal De Médicis, que tomaría el nombre de León XI, y mientras le revestían con los hábitos papales, le quisieron quitar un gran escapulario del Carmen que llevaba entre la ropa. Entonces, el Papa dijo a quienes le ayudaban a revestirse: «Dejadme a María, para que María no me deje». Tampoco nosotros queremos dejarla, pues es mucho lo que la necesitamos. Por eso, llevamos siempre su escapulario. Y le decimos ahora que cuando llegue ese momento último nos abandonaremos en su brazos. ¡Tantas veces le hemos pedido que ruegue por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte, que Ella no se olvidará!
En su visita a Santiago de Compostela, el Papa Juan Pablo II deseaba a todos: «Que la Virgen del Carmen... os acompañe siempre, Sea Ella la Estrella que os guíe, la que nunca desaparezca de vuestro horizonte. La que os conduzca a Dios, al puerto seguro». De su mano llegaremos a presencia de su Hijo. Y si nos quedara algo por purificar, Ella adelantará el momento en que, limpios del todo, podamos ver a Dios.
Antiguamente se representaba a la Virgen del Carmen con un grupo a sus pies formado por almas en llamas en el Purgatorio, para señalar su especial intercesión en este lugar de purificación. «La Virgen es buena para aquellos que están en el Purgatorio, porque por Ella obtienen alivio», predicaba con frecuencia San Vicente Ferrer. Su amor nos ayudará a purificarnos en esta vida para estar con su Hijo inmediatamente después de la muerte.
III. El escapulario es también imagen del vestido de bodas, la gracia divina, que ha de vestir siempre el alma.
El Papa Juan Pablo II, hablando a jóvenes en una parroquia romana dedicada a la Virgen del Carmen, recordaba en confidencia el especial socorro y amparo que recibió de su devoción a la Virgen del Carmen. «Debo deciros les comentaba que en mi edad juvenil, cuando era como vosotros, Ella me ayudó. No podría decir en qué medida, pero creo que en una medida inmensa. Me ayudó a encontrar la gracia propia de mi edad, de mi vocación». Y añadía: la misión de la Virgen, la que se halla prefigurada y «toma inicio en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, está ligada a un vestido. Este vestido se llama santo escapulario. Yo debo mucho, en mis años jóvenes, a este, su escapulario carmelitano. Que la madre sea siempre solícita, se preocupe de los vestidos de sus hijos, de que vayan bien vestidos, es algo hermoso». Pero cuando estos vestidos se rompen, «la madre trata de reparar los vestidos de sus hijos». «La Virgen del Carmen, Madre del santo escapulario, nos habla de este cuidado materno, de esta preocupación suya para vestirnos. Vestirnos en sentido espiritual. Vestirnos con la gracia de Dios, y ayudarnos a mantener siempre blanco este vestido». El Papa hacía mención del vestido blanco que llevaban los catecúmenos de los primeros siglos, símbolo de la gracia santificante que recibían con el Bautismo. Y después de exhortar a conservar siempre limpia el alma, concluía: «Sed también vosotros solícitos colaborando con la Madre buena, que se preocupa de vuestros vestidos, y especialmente del vestido de la gracia, que santifica el alma de sus hijos e hijas». Ese vestido con el que un día nos presentaremos al banquete de bodas.
El escapulario del Carmen Puede ser una ayuda grande para querer más a Nuestra Madre del Cielo, un especial recordatorio de que le estamos dedicados y de que en un momento de apuro, en medio de una tentación, contamos con su ayuda. El tenerla tan cerca nos permitirá ser fuertes. Con palabras del Gradual para la fiesta de hoy, pedimos a Nuestra Señora: Recordare Virgo Mater... ut loquaris pro nobis bona. «Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de decirle cosas buenas de nosotros»; también en esos días en que no hayamos sido tan fieles como Dios espera de sus hijos.
Unidos a todos los peregrinos de la vida, prestando especial atención a todo los que tiene que dejar su tierra y sus gentes
para buscar el pan y el trabajo en otros países, comenzamos este camino hacia la fiesta de la Virgen del Carmen.
Dios es gratuito en su elección. Elige por amor. Su llegada siempre suena a nueva, a inesperada. Sólo los humildes la
perciben. María tiene un corazón humilde que no presume de nada, sencillo, limpio, pobre. Sin saberlo, está preparada para el asombro que supone toda visita de Dios.
En la actuación de Dios siempre hay algo sorprendente: mira a los pobres, los levanta del polvo y los llena de gracia. A
María la adorna de las mejores virtudes, la viste con traje de gala y la envuelve en un manto de triunfo. María se alegra y canta porque Dios mira su pequeñez.
María, al saberse amada, se pone en camino para amar. Si no sabemos que recibimos amor, no nos despertamos a amar. La
salvación del Señor la inunda de profunda alegría y la empuja a ir por la vida con un gozoso agradecimiento, dejando todo lo que toca vestido de novedad y belleza.
El bautismo, como experiencia de la gracia, nos pone a nosotros en camino. El Señor nos llama amándonos. Y no vamos solos
por el camino; junto a nosotros van miles de hermanas y hermanos que, orientados por el Espíritu, buscan fuentes para su sed. “En este camino nos acompaña la Virgen María, Estrella de la
evangelización.” (Juan Pablo II).
La Virgen María bajo la advocación del Carmelo nos recuerda que esta Madre bendita nos acompaña por los caminos del mundo y
nos ayuda a ver reflejada en ella la hermosura de Dios.
Echamos la vista atrás para contemplar a tantas generaciones de cristianos que han avanzado hacia el “monte de la
salvación, que es Cristo”, modelados por el ejemplo de María. Nos da alegría formar parte de este pueblo que busca al Señor.
La Iglesia se goza al contemplar a María, como la “mujer oyente de la palabra”, la mujer que hace silencio para escuchar a
Dios y para escuchar a los demás. “Educada y modelada por el Espíritu, fue capaz de leer en la fe su propia historia” (Juan Pablo II). Recordamos su sí confiado al Señor. Nos alegramos de las
maravillas que hace Dios en los que abre la puerta al corazón. Resuena en nosotros su invitación a centrar en Jesús la mirada: “Haced lo que él os diga”.
En medio de los ruidos y las prisas, en medio de nuestros intereses personales y de nuestros vuelos cortos, escuchamos el
reto del Espíritu: “A ver si sois capaces de escuchar a Dios y de escuchar las voces de los que están en la orilla de todos los caminos; a ver si sois capaces de escuchar a los sin
voz”.
Con María, nos abrimos cada día a la Palabra, fuente de vida cristiana. Con María, acogemos confiadamente el proyecto de
salvación del Padre para la humanidad. Así continuamos el canto de San Juan de la Cruz: “¡Qué bien sé yo la fuente que mana y corre, aunque es de noche!”.
Llevamos el Escapulario, signo del silencio humilde que nos acerca al Evangelio; expresión de una mirada mutua, de María a
nosotros, y de nosotros a ella; compromiso de guardar la Palabra en el interior a la espera de que, como el grano de trigo en la tierra, produzca fruto abundante.
Cuando Jesús se vuelve y ve a los que le siguen, contempla a María y proclama emocionado: “¡Mujer qué grande es tu fe!”
María ha acompañado el crecimiento de Jesús, lo ha seguido por los caminos, y, al pie de la Cruz, se convertirá en la Madre espiritual que Jesús nos entrega para que nos enseñe a “avanzar en la
peregrinación de la fe”.
A todos los peregrinos de la humanidad, a todos los que buscan caminos de verdad y belleza, María tiene mucho que decirles.
Ella es testigo de Cristo. Por ser seguidora apasionada de Jesús, ofrece a todos, desde su vida abierta, el verdadero rostro de hombre y mujer.
Jesús definió un día a los ciudadanos del Reino como “comerciantes de perlas finas”, rastreadores de belleza, buscadores
del amor. Por eso, no es de extrañar que el que quiera se hoy seguidor de Jesús se asome a la vida de María, para descubrir la belleza de su corazón, que no es otra sino la presencia de Jesús.
Jesús es el gozo de María, como lo es también de la Iglesia.
Con Isabel decimos a la Madre de los creyentes: Dichosa tú, que has creido, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
Con toda la Iglesia proclamamos: ¡Dichosa tú que avanzaste en la peregrinación de la fe! ¡Dichosa tú que en las dificultades, seguiste diciendo “sí, hágase”! ¡Dichosa tú que viviste la fe en
medio comunidad!.
El Escapulario es una señal sencilla de la presencia de María en nuestra vida; es una llamada a estar cerca de Ella; es un
compromiso de seguir a Jesús en la fe, unidos a toda la Iglesia; es mostrar la belleza de una vida evangélica, para que todos puedan encontrarse con el rostro de Jesús.
Proclamemos las grandezas de Dios
Padre todopoderoso que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:
Que la llena de gracia interceda por nosotros.
• Tú que hiciste de María la madre de misericordia haz que los que viven en peligro o están tentados sientan su protección
maternal.
• Tú que encomendaste a María la misión de ser madre de familia en el hogar de Jesús y de José, haz que por su intersección
todas las madres fomenten en sus hogares el amor y la santidad.
• Tú que fortaleciste a María cuando estaba al pié de la cruz y la llenaste de gozo en la resurrección de su Hijo, levanta
y robustece la esperanza de los cansados y decaídos.
• Tú que hiciste que María meditara tus palabras en su corazón y fuera la esclava fiel, por su intercesión, haz de nosotros
siervos fieles y discípulos dóciles de tu Hijo.
• Tú que coronaste a María como reina del cielo, haz que nuestros hermanos difuntos puedan alcanzar, con todos los santos,
la felicidad de su reino.
LETANÍAS A LA VIRGEN DEL CARMEN
Señor ten piedad, Señor ten piedad
Cristo ten piedad, Cristo ten piedad
Señor ten piedad, Señor ten piedad
Cristo óyenos, Cristo óyenos
Cristo escúchanos, Cristo escúchanos
Dios Padre celestial, Ten piedad de nosotros
Dios Hijo Redentor del mundo, Ten piedad de nosotros
Dios Espíritu Santo, Ten piedad de nosotros
Trinidad Santa, un solo Dios, Ten piedad de nosotros
Santa María, Madre de Dios, Ten piedad de nosotros
Madre del que busca a Dios, Ruega por nosotros
Madre del que rema para Dios, Ruega por nosotros
Madre del que mira al cielo, Ruega por nosotros
Madre del que busca la tierra, Ruega por nosotros
Virgen del horizonte abierto, Ruega por nosotros
Virgen que camina sobre las aguas, Ruega por nosotros
Virgen con el timón de la fe, Ruega por nosotros
Virgen con la vela de la esperanza, Ruega por nosotros
Virgen con la vela del amor, Ruega por nosotros
Virgen con la vela de la gracia, Ruega por nosotros
Virgen con el ancla del temor de Dios, Ruega por nosotros
Vencedora de toda tormenta, Ruega por nosotros
Vencedora de todo miedo, Ruega por nosotros
Vencedora en todo peligro, Ruega por nosotros
Reina de los océanos, Ruega por nosotros
Reina de los marineros, Ruega por nosotros
Reina de los que confían en Dios, Ruega por nosotros
Reina de los que se dejan empujar por Dios, Ruega por nosotros
Reina de los pescadores, Ruega por nosotros
Estrella de los mares, Ruega por nosotros
Estrella del anochecer, Ruega por nosotros
Estrella que da paso al amanecer, Ruega por nosotros
Estrella que guía a buen puerto, Ruega por nosotros
Estrella que ilumina la noche, Ruega por nosotros
Mano que calma la desorientación, Ruega por nosotros
Mano que cura las heridas, Ruega por nosotros
Mano que conduce hacia el destino, Ruega por nosotros
Mano que eleva el espíritu, Ruega por nosotros
Mano que levanta al abatido, Ruega por nosotros
Mano que socorre al perdido, Ruega por nosotros
Mano que empuja la barca de nuestra fe, Ruega por nosotros
Santa María, Virgen del Carmelo, Ruega por nosotros
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo. Escúchanos Señor
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo.
Perdónanos, Señor
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo.
Ten misericordia de nosotros pecadores.
ORACION FINAL
Señor; Tú, desde el estandarte de la cruz,
nos dejaste como compañera y Madre a Santa María Virgen
Al celebrar su memoria, bajo la advocación del “Carmelo”
te pedimos que bendigas los surcos de nuestra vida.
Son constantes los tropiezos a nuestra fe
y los contrastes y contradicciones
de nuestra vida cristiana.
Por ello mismo, te pedimos Señor, que la Virgen del Carmen salga a nuestro encuentro en toda circunstancia, para que siendo testigo de nuestro intento de seguirte y crecer en nuestra fidelidad al
evangelio, pueda presentar ante Ti, Señor, nuestra súplica y nuestros deseos de alcanzar lo que más nos hace falta para llegar a ese fín.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
PETICIONES
1. En nuestro navegar con la Iglesia. Ayúdanos Virgen del Carmen
2. En nuestro miedo a profundizar las verdades de la fe. Ayúdanos Virgen del Carmen
3. En nuestra cobardía para hacer frente a las tormentas de cada día. Ayúdanos Virgen del Carmen
4. En nuestro intento de quedarnos en firme tierra sin surcar mares para Dios. Ayúdanos Virgen del Carmen
5. En la tentación de dejar los remos de la fe, de la iglesia o la Eucaristía. Ayúdanos Virgen del Carmen
6. En la salud y en la enfermedad, en la muerte de nuestros seres queridos, en la riqueza y en la pobreza, en la juventud y en la vejez. Ayúdanos Virgen del Carmen
LETANÍAS A LA VIRGEN DEL CARMEN
María, mujer de fe, que viviste siempre abierta a Dios
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, Madre del tiempo nuevo, esperanza para el camino
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, fuente y vida nuestra, muéstranos a Jesús, llévanos a El
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, que nos muestras y nos llevas a Jesús
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
Maria, cuida a las Cármenes. Que te lleven no sólo en el nombre sino también en el corazón
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, que ofreces tu ternura a los enfermos y a los más pobres
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, que siempre proteges a los hombres y a los más pobres
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, que siempre cuidas a los hombres y a las mujeres del mar,
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, estrella de la nueva evangelización, que animas la acción evangelizadora de la Iglesia.
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, que nos has entregado el regalo del Escapulario, el encanto de tus virtudes.
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
María, Madre del Carmelo, protege a todos los que en estos días te hemos mirado con cariño.
SANTA MARÍA… RUEGA POR NOSOTROS.
Virgen del Carmen, estrella del mar
Que mis ojos te vean antes de expirar.
Virgen clemente,
tú en mi agonía presente,
y que sea feliz mi muerte.
Virgen del Carmen del monte Carmelo,
Tuviste grandes desvelos de hablar con los Santos Padres y bajar al purgatorio los sábados en la tarde,
Tuviste gran alegría y sacar a las pobres almas que en el purgatorio había,
Y llevarlas con vos al cielo, y por eso decimos:
Virgen del Carmen del monte Carmelo,
Por ese Carmen tan lindo, por ese Carmen tan bello, por ese tu escapulario, que llevo pendiente al cuello, te ruego Virgen del Carmen, que saques del cautiverio, el alma de mis difuntos y las
lleves con vos al cielo.
A los que viven y mueren llevando el Santo Escapulario.
El Santo Escapulario es el gran don que María, omnipotente ante su Hijo Dios, toda corazón para con sus hijos, los hombres tesorera de todas las gracias, nos trajo del cielo, haciéndonos en él las más preciosas promesas que pudiéramos desear. Muy bien ha sido llamado el SACRAMENTO DE MARIA.
"La creencia general del mundo católico, dice el sabio jesuita P. Clarke, la promulgación de la Iglesia doncente, la aceptación de la iglesia discente, o sea, los fieles, nada falta de lo que puede probar el origen sobrenatural del Escapulario".
"Su misma nobleza de origen, decía el Papa León XIII, su venerada antigüedad, su extraordinaria propagación, así como los saludables efectos de piedad por él obtenidos, y los insignes milagros obrados por su virtud, lo recomiendan con el mayor encarecimiento". A él ha vinculado la Virgen dos maravillosas promesas:
Primera promesa
Es la gran promesa, el privilegio de preservación o exención del infierno para cuantos mueren revestidos con el Escapulario Carmelitano. Orando con fervor a la Virgen S. Simón Stock, General de la Orden Carmelitana, apareciósele circundada de ángeles la Stma. Virgen (15 de Julio de 1251) y entregándole, como prenda de su amor maternal y de ilimitado poder, el Santo Escapulario, prometióle que cuantos murieren revestidos de él no se condenarían. Las palabras de la Virgen fueron éstas: "El que muriere con el Escapulario no padecerá el fuego del infierno".
Segunda promesa
Estando orando el Papa Juan XXIII, se le apareció la Virgen, vestida del hábito carmelitano, y le prometió sacar el purgatorio del sábado después de la muerte al que muriese con el Escapulario. María dijo al Papa: "Yo Madre de misericordia, libraré del purgatorio y llevaré al cielo, el sábado después de la muerte, a cuantos hubieses vestido mi Escapulario".
Tal es el privilegio Sabatino, otorgado por la Reina del Purgatorio, a favor de sus cofrades carmelitas, el Papa Juan XXII y promulgado por éste en la Bula Sabatina (3 de Marzo de 1322) aprobada después por más de veinte Sumos Pontifices.
Por él, el Sábado siguiente a la muerte de los cofrades carmelitas, o como lo interpreta la iglesia, cuanto antes, pero especialmente el sábado, según declaración del Paulo V, la Virgen del Carmen, con cariño maternal, los libra de la cárcel expiatoria y los introduce en el Paraíso. El Papa Paulo V expidió el 20 de enero de 1613 el Sgte. Decreto:
"Permítase a los Padre Carmelitas predicar que el pueblo cristiano puede piadosamente creer que la Bienaventurada Virgen María con sus intececiones continuas, piadosas sufragios y méritos y especial protección, ayudara después de la muerte, principalmente el sábado, día a ella dedicado, a las almas de sus cofrades que llevaren el habito carmelitano".
Condiciones para ganar estos privilegios
Para merecer la primera Promesa de la perseverancia final, se requiere haber recibido el Escapulario de manos de sacerdote, llevarlo siempre puesto, especialmente en la hora de la muerte, e inscribir el nombre en el libro de la cofradía.
Para ganar la segunda Promesa, el privilegio Sabatino, sobre los tres requisitos anteriores, se exige guardar castidad, según el propio estado, rezar siete padrenuestros, 7 avemarías y 7 glorias.
Guardar abstinencia (si pueden hacerlo) los miércoles y los sábados; esta obligación puede un confesor conmunitarla por otros rezos.
1.-Oh Virgen del Carmen, por la promesa que hiciste a los que llevasen el Santo Escapulario, alcánzame la gracia de amarme como hijo predilecto tuyo y tener un lugar preferente en tu maternal Corazón.
Avemaría
2.-Oh Virgen del Carmen,por la promesa que hiciste a los que llevasen el Santo Escapulario, alcánzame que sea para mi una señal cierta de predestinación y sea contado en el número de los que se han de salvar.
Avemaría
3.-Oh Virgen del Carmen, por la promesa que hiciste a los que llevasen el Santo Escapulario, librarme de todos los peligros del cuerpo y del alma y ampárame con el escudo de tu protección, todos los días de mi vida, y sobre todo, en la hora de mi muerte.
Avemaría
4.-Oh Virgen del Carmen,por la promesa que hiciste a los que llevasen el Santo Escapulario, alcánzame el don precioso de la paz: Paz con Dios para que siempre viva en su gracia; paz con los demás teniendo caridad con todos, y paz conmigo mismo, dominando mis pasiones y evitando el remordimiento del pecado.
Avemaría
5.-Oh Virgen del Carmen, por la promesa que hiciste a los que llevasen el Santo Escapulario, alcanzame una alianza sampiterna con Dios, para que siempre viva unido a ÉL y nunca de ÉL me aparte por el pecado.
Avemaría
6.-Oh Virgen del Carmen, por la promesa que hiciste a los que llevasen el Santo Escapulario, alcánzame el no padecer los eternos incendios del infierno y dame fuerza para apartarme de las vanidades del mundo, que a tantas almas condenan.
Avemaría
7.-Oh Virgen del Carmen, por la promesa que hiciste a los que llevasen el Santo Escapulario, alivíame en el Purgatorio, librándome pronto de aquellas obscuras cárceles; y concédeme que, muriendo con tan preciosa insignia, me vea libre cuanto antes de las terribles penas de expiación.
Avemaría
Oración final:
Oh Dios, que ennobleciste La Orden Del Carmelo con el insigne honor de la gloriosa siempre Virgen María, Madre Vuestra, concédenos propicio que quienes celebramos solemnemente su memoria, ayudados de su poderoso valimiento, merezcamos llegar a los goces sempiternos del Cielo.
Amén.
! Oh, María, Reina y Madre del Carmelo! Vengo hoy a consagrarme a Ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas gracias y beneficios como he recibido de Dios a través de tus manos.Y porque Tú miras con ojos de particular benevolencia a los que visten tu escapulario, te ruego que sostengas con tu fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente y aumentes en mi la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda rendirle el tributo de mi humilde homenaje.
El santo escapulario atraiga sobre mí tus miradas misericordiosas, sea para mi prenda de tu particular protección en luchas de cada día y constantemente me recuerdes el deber de pensar en Ti y revestirme de tus virtudes.
De hoy en adelante me esforzaré por vivir en suave unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesús por tu medio y convertir mi vida en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre y espíritu de oración.
¡Oh, Madre amabilísima! Sosténme con tu amor indefectible, a fin de que a mí, pecador indigno, me sea concedido un día cambiar tu escapulario por el eterno vestido nupcial y habitar contigo y con los santos del Carmelo en el reino de tu Hijo”. Amén.
Esta es la fórmula para bendecirlo e imponerlo:
Muéstranos Señor, tu misericordia.
Y danos tu salvación.
Escucha, Señor, mi oración.
Y llegue a ti mi clamor.
El Señor esté con vosotros.
Y con tu espíritu.
Oremos:
Señor nuestro Jesucristo, Salvador del género humano, bendice con tu diestra a est hábito que, por tu amor y el de tu Madre la Virgen María del Monte Carmelo, va a llevar con devoción tu siervo
(o sierva), a fin de que por la intercesión de tu misma Madre y defendido(a) del maligno espíritu, persevere en tu gracia hasta la muerte: Que vives y reinas por los siglos de los siglos.- R: Así
sea.
-A continuación rocía el escapulario con agua bendita y después lo impone a la persona o personas (a cada una por separado). Diciendo a cada una.-
Recibe este hábito bendito, suplicando a la Santísima Virgen que, por sus méritos, lo lleves sin mancha, le defienda contra todas las adversidades y te conduzca a la vida eterna.
Así sea.
Y añade: Yo, usando de la potestad que se me ha concedido, te recibo a la participación de todos los bienes espirituales que, por la misericordia de Jesucristo, practican los religiosos
Carmelitas. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Así sea.
Que te bendiga el Creador del cielo y de la tierra, el Dios todopoderoso, que se ha dignado incorporarle a la Cofradía de la Santísima Virgen del monte Carmelo, a quien imploramos que en la hora
de tu muerte abata la cabeza de la serpiente infernal y finalmente, consigas las palmas y la corona de la herencia sempiterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Así sea.
Y rocía el nuevo cofrade con agua bendita. Cuando son más de una de las personas que han de recibir el santo escapulario, se dice en plural. No deje de exhortarles a que vistan dignamente el escapulario, tratando de imitar las virtudes de María.
En caso de necesidad, basta para bendecir el escapulario la señal de la cruz del sacerdote y las palabras. “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén”.