Día 29: Tú, que eres Intercesora ante tu Hijo, mantén siempre tu mirada misericordiosa sobre cada uno de los
miembros de esta familia y, ya que no percibimos nuestras propias necesidades, acércate a tu Hijo implorando, como en Caná, el milagro del vino que nos falta.
Te ofrezco: rezar un Avemaría por cada persona de mi familia.
Meditación: “Dios te salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo” (Lucas 1,28). El Arcángel San Gabriel fue quien comenzó el Rosario, pero el Espíritu Santo nos ha manifestado a través de los místicos que todo lo que proviene de la boca de los enviados celestiales (ángeles, santos y la misma Virgen) viene de la Voz de Dios, de tal modo que el mismo Dios fue quien lo inició. A María, la Reina de nuestro corazón, la Reina de las rosas, presentémosle como regalo un ramo de Avemarías. La oración a María, Medianera e Intercesora, va dirigida por su medio a Dios; le pedimos “ruega por nosotros pecadores” para que su oración se una a la nuestra y le de valor. Ella siempre responde ”ruego por vosotros pecadores”, ya que la oración es el diálogo sublime de la pobre criatura con su Señor. Nuestra oración, en manos de María, es presentada ante el Trono de Dios como un delicado perfume, entregado por la criatura más perfecta que existió, ¿y qué no puede obtener ése Purísimo Corazón del Corazón del AmorÂ…?.
Oración: ¡Oh María, Reina del Santo Rosario!. Enséñanos a rezar de corazón como lo hiciste vos, y a prestar eterna alabanza a nuestro Señor. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Rezar un Rosario pidiendo se derrame sobre nosotros el Espíritu Santo, y por las intenciones de la Virgen.
Dimorphoteca
Mes de mayo
Día 29
Los santos evangelios apenas nos refieren unas pocas palabras pronunciadas por María. Sin embargo, Ella es la más grande y perfecta evangelizadora después de Cristo.
El mismo Jesús pasó la mayor parte de su vida en la aldea de Nazaret y dedicó a la evangelización directa tan sólo los tres últimos años de su vida.
Sin duda alguna, la enseñanza por parte de Jesús y de María para nosotros es clara. La evangelización se lleva a cabo no sólo con palabras, ni fundamentalmente la fuerza está en las palabras.
Ciertamente la misma Sagrada Escritura nos enseña que "fides ex auditu", "la fe viene de lo que se oye" (Rom 10, 17). Y, sin embargo, no hay contradicción entre lo que dice la Escritura y los ejemplos de Jesús y María.
El evangelio se proclama con palabras - el anuncio del Kerigma- y con obras -el testimonio de la propia vida-.
Jesús y María proclamaron la Buena Nueva en todos los momentos y circunstancias de su vida, la mayor parte del tiempo sin palabras, pero con el testimonio permanente de sus obras, actitudes y comportamientos. Y evangelizaron desde su profunda vida de oración, de unión íntima con el Padre, de apertura y obediencia a su voluntad.
Todos los bautizados, incluidos los niños, tenemos el compromiso de ser evagelizadores, testigos de Cristo, testigos del amor del Padre que ama a todo el género humano y llama a todos a la salvación.
«Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,3) Para ello se quiere valer de nosotros, de tal forma que su mensaje y su acción salvífica pueda llegar hasta los confines de la tierra.
Todos deberíamos sentir el celo por la salvación de todos los hombres, por la evangelización y la extensión del reino de Dios.
"Cáritas Christi urget nos" - “El amor de Cristo nos urge”- (2Co 5,14) Debería urgirnos la caridad auténtica y sentir en nosotros el fuego del amor de Dios, lo cual consiste en hacer lo que está a nuestro alcance para que Dios sea conocido, amado, adorado y glorificado por todos los hombres de toda la tierra.
El celo por la extensión del reino y por la salvación de todos los hombres debe llevarnos a seguir los ejemplos de Jesús y de María.
Lo primero es pedir al Padre que venga a nosotros su reino. Pedir con perseverancia que todos los corazones se abran a la luz y a la gracia del evangelio.
Luego está el testimonio de nuestra vida cristiana allí donde discurre la vida de cada uno. Dar testimonio en todos los ambientes: la familia, el trabajo, los amigos, etc. Un testimonio que consiste en la práctica de lo que Cristo nos ha mandado: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros" (Jn 13, 35)
¡El testimonio del amor! No se trata, pues, de otra cosa. No consiste el testimonio en una doctrina complicada y extraña. Se trata de la doctrina del amor, de la misericordia, del perdón, de la justicia; pero todo ello testimoniado con nuestro ejemplo.
El testimonio cristiano ha de partir siempre de la humildad. No nos anunciamos a nosotros mismos. Ni siquiera anunciamos a la Iglesia. ¡Nosotros predicamos a Cristo crucificado! (1 Cor 1, 23).
Testimoniar a Cristo desde la humildad significa aceptar uno mismo, y dejar claro a los otros, que todo cristiano vive a lo largo de toda su vida en espíritu de constante conversión a Dios. La vida cristiana no es un moralismo ni un puritanismo. La Iglesia no es el club de los perfectos y de los santos, sino la familia de los hijos de Dios, el arca en la que viajamos todos los pecadores que deseamos ser sanados y santificados por Cristo.
Por ello, dentro del testimonio de vida, es de capital importancia este testimonio de la humildad que puede animar a quien se siente pecador como nosotros a dejarse reconciliar con Dios, sanar y curar por Cristo, y caminar en compañía de los hermanos en el ascenso hacia la santidad.
Y, finalmente, está el testimonio de la palabra que consiste en dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza en Cristo a todo el que nos lo pidiere. Para ello hemos de conocer nuestra fe, los misterios de la vida de Cristo, la historia de nuestra salvación, los medios que tenemos para santificarnos. Y sobre todo conocer a Cristo resucitado por el trato y la unión íntima con Él.
Sólo podremos sentir el celo por la extensión del reino de Dios y por la salvación del género humano, si previamente el alcanzar la salvación eterna es el objetivo prioritario de nuestra vida. De no ser así, nada se podría esperar de nosotros.
Pidamos esta gracia a María. Que Ella nos ayude a ser evangelizadores y testigos de su Hijo desde la humildad.
Fruto: El celo por la salvación del prójimo
29 de Mayo
Hoy te pedimos, Madre, por las autoridades nacionales e internacionales encargadas de la natalidad y la vida humana, para que, dando la espalda a la Cultura de la Muerte, se abran de par en par al Evangelio de la Vida, en sus leyes y centros de salud pública.
Obsequio: Defender con nuestro estudio y nuestra vida, en medio de un ambiente adverso, el valor de la Vida y la Familia, según el Plan de Dios para la humanidad.
Día veintinueve
I. Alabaca
1. Entre las plantas odoríficas que son estimadas y esmeradamente cultivadas en los jardines y terraplenes, la alabaca tiene la preferencia. Su flor no tiene estima, pero v a adjunta a la viola morada y con ella forma ramillete . II. La humildad 2. La soberbia entumece y exalta al hombre y le coloca en un lugar que no le corresponde, pretendiendo hacerle pasar por lo contrario de lo que es y ostentando lo que no tiene. Para no perecer en venenado por el hálito pestífero de esta infernal cabeza, necesitamos una virtud que ponga freno a nuestros deseos y apetitos de honor, gloria, dignidad y grandeza mundana, sea material o espiritual, y ésta es la humildad.
La alabaca, si nadie la comprime, pisa ni toca, si el viento no la agita, no perfuma el jardín; pero si las dan contra ella, si va entre pies, si prensan sus hojas, entonces es cuando da su olor y nos muestra la suavidad de sus perfumes: tal es el verdadero humilde .
III. La humildad de María
3. ¡Cuán lejos estaba María de pensar que Gabriel arcángel le anunciase su elección para la alta dignidad de Madre de Dios! Se tenía por la más dichosa entre las mujeres sólo con poder besar los pies de aquella virgen pura que había de ser la Madre del Salvador. Dios vio la humildad de su sierva y la exaltó.
IV. La flor a María
4. Busca en tu alma la humildad verdadera. ¿Te complaces en ser lo que no eres? ¿ostentas lo que no tienes? ¿deseas ser ante los hombres lo que no eres delante de Dios? ¿apeteces glorias, honores y grandezas vanas? Si así fuese, eres soberbio como los demonios... Siéntate en el lugar más bajo, sea tu dicha ser tratado como merece un vil pecador: alégrate en las afrentas, de vora y come con gusto y buen apetito los desprecios y los oprobios, y, al poner hoy en manos de María tus propósitos, dile: Presentación del ramillete
ORACIÓN . Humildísima y purísima Virgen: Yo acepto de buena voluntad, como cosa merecida y debida, todos los desprecios, afrentas y humillaciones que me vengan, de cualquier parte que procedan. Yo no quiero pasar sino por aquello que soy, y soy un pobre y miserable pecador. Recibid, Reina mía, este mi ramillete como emblema de mi humildad.
DÍA 29
¡Madre de Dios y Madre mía María! Yo no soy digno de pronunciar tu nombre; pero tú deseas y quieres mi salvación, me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura, que pueda llamar en mi socorro tu santo y poderoso nombre, que es ayuda en la vida y salvación al morir.
¡Dulce Madre, María! Haz que tu nombre, de hoy en adelante, sea la respiración de mi vida. Amén.
MARÍA: MADRE DE DIOS 29 DE MAYO
1. Saludo Contemplamos a María como a la Madre de Dios. Cantamos el nombre de Aquella que, por ser Madre de Aquel que es Dios, proclamamos que es Madre del mismo Dios. Rezamos a su nombre porque, al pie de la cruz, Jesús nos la dejó como Madre. ¡Madre de Dios, y Madre nuestra! Santa María, Madre de Dios. De este título emergen todos los demás.
Y, por ello mismo, los cristianos le hemos elevado catedrales primorosas o sencillas ermitas. Por ser Madre de Dios, María, juega un papel importante en la historia de la salvación. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Por los que no estamos a la altura de las circunstancias; por los que te endiosamos y no te imitamos; por los que te llevan en sus hombros y olvidan tus virtudes. Santa María, Madre de Dios, acógenos en este mes de mayo. Arrulla la cuna del corazón de todos tus hijos para que, en él, puedan nacer todos los días el DiosNiño, el Dios-Hombre, el Dios-Salvador. Santa María, Madre de Dios, haz que no te perdamos cuando las cosas nos vayan bien y, haz que no sólo volvamos nuestros ojos a ti, cuando la mala suerte apriete.
2. ORACIÓN (Anónimo) Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor, y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados; una mujer que siendo joven tiene la reflexión de una anciana, y en la vejez, trabaja con el vigor de la juventud; una mujer que si es ignorante descubre los secretos de la vida con más acierto que un sabio, y si es instruida, se acomoda a la simplicidad de los niños; una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama, y siendo rica, daría con gusto su tesoro por no sufrir en su corazón la herida de la ingratitud; una mujer que siendo vigorosa se estremece con el vagido de un niño, y siendo débil, se reviste a veces con la bravura del león; una mujer que mientras vive no la sabemos estimar, por que a su lado todos los dolores se olvidan, pero después de muerta, daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por mirarla de nuevo un sólo instante, por recibir de ella un sólo abrazo, por escuchar un sólo acento de sus labios...
Esa mujer, en el cielo, tiene un nombre: MARIA Y, lejos de morir, vive, habla, acaricia y ayuda en el difícil camino de la vida.