Día 28: Tú, que eres Mediadora de las gracias, sé el canal seguro por el cual nosotros recibamos las gracias de
conversión, de luz, de discernimiento, de fidelidad, de sabiduría, de santidad y de unión que provienen del Corazón de Cristo.
Te ofrezco: rezar el Rosario para pedir por las personas que se han encomendado a mi
oración.
Meditación: “Pondré enemistad entre ti (satanás) y la Mujer (María), entre tu linaje y el suyo; y Ella te aplastará la cabeza” (Génesis 13,15). El apostolado ha de hacerse en lucha contra el diablo y los suyos, lo que origina persecuciones a toda la Iglesia, tanto en su cuerpo como en cada familia o individualmente. Somos los apóstoles que San Luis de Montfort señaló para este tiempo, que sólo dispone el Eterno. Sin embargo, la Reina y Capitana del pueblo de Dios dará la victoria a sus seguidores leales que la obedezcan y perseveren en el combate.
Oración: ¡Oh María Reina de los apóstoles!. Tú que haz enseñado, protegido y alentado a los apóstoles de todos los siglos, haz que seamos soldados leales y valientes de tu ejército, siendo apóstoles de tu Divino Hijo y propagando los mensajes del Reino, para que todos lleguemos al Cielo, con el Triunfo de tu Corazón Inmaculado y la vuelta de Cristo Resucitado. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Comprometerse a ser un fiel soldado de María, Capitana del ejercito de Jesús. Colocar los deseos de Dios por encima de las necesidades propias, con María como puente seguro y firme frente a las preocupaciones de cada día.
Edelweiss
Mes de mayo
Día 28
En las Letanías lauretanas invocamos a María como "Turris davídica" -Fuerte como Torre de David-. En efecto, la Virgen Santísima, fue ungida con los siete dones del Espíritu Santo, entre los que se encuentra el don de fortaleza.
María no hubiera podido llevar a cabo la voluntad de Dios sobre Ella, concretada en su ser Madre del Verbo encarnado, Corredentora del género humano y fiel seguidora de Cristo, sin la efusión del Espíritu con todos sus dones sobre su alma.
Así como la flor Edelweiss florece en la cima de las montañas Alpinas desafiando los rigores del frío, de los vientos y de la nieve. Así María había de florecer como Virgen y Madre en medio de incontables tribulaciones, padecimientos y dificultades de todo tipo.
Con su fe y con su fortaleza María desafío al Maligno y al mundo derrotándolos y venciéndolos en su corazón y en su vida.
También sus hijos hemos de sufrir los embates de los tres enemigos de nuestra salvación: el mundo, el demonio y la concupiscencia de la carne.
La vida del cristiano no es un viaje placentero por este mundo. Se trata, por el contrario, de abrirse paso en medio de una permanente batalla contra esos tres enemigos. Nos referimos al combate espiritual que el cristiano ha de librar todos los días de su vida para permanecer fiel a Cristo, para cumplir la voluntad de Dios y ascender hacia las cumbres de la santidad.
Como la Edelweiss florece en medio de un clima recio y hostil, así las virtudes del cristiano han de florecer en condiciones de hostilidad, de dificultades, persecuciones y permanentes tentaciones.
La Palabra de Dios nos advierte: «No es nuestra lucha únicamente contra la sangre y la carne, sino contra los espíritus malignos» (Ef 6,12). Y el Apóstol San Pedro, al igual que San Pablo, nos amonesta: «Estad, pues, alerta y vigilantes, que vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda rondando y busca a quién devorar. Resistidle fuertes en la fe, considerando que los mismos padecimientos soportan vuestros hermanos dispersos por el mundo» (1Pe 5,8-9).
No podríamos tener esperanza de salir victoriosos de las pruebas si no contásemos con los dones del espíritu Santo, en este caso con el don de fortaleza.
¡Sin Cristo no podemos hacer nada! Es tan sólo con la gracia de su Espíritu que podemos vencer y desafiar a los enemigos de nuestra salvación: «Yo todo lo puedo en Aquél que me conforta» (Flp 4,13), exclama el Apóstol San Pablo.
El que nos conforta en toda tribulación no es otro que el Espíritu Santo que Jesús nos envía desde el Padre. Él nos asiste y fortalece humanamente, por la virtud infusa de la fortaleza, y sobrenaturalmente, por el don de fortaleza.
De nuestra parte hemos de colaborar con el Santo Espíritu mediante el ejercicio de las virtudes y también con otros medios como son: el amor a Cristo crucificado y a la Virgen Dolorosa, la mortificación del espíritu y de los sentidos corporales, la aceptación de la cruz de cada día, el ejercicio de la paciencia en medio de las contradicciones y la obediencia a Dios, a la Iglesia, a los superiores y al director espiritual.
Tengamos siempre presente que, «los que quieran ser fieles a Dios en Cristo Jesús tendrán que sufrir persecución» (2Tim 3,12), además de luchar contra nosotros mismos y contra los asaltos del Maligno, porque si somos de Cristo estamos en el mundo, pero no somos del mundo.
La virtud de la fortaleza es necesaria, junto al auxilio de la gracia de Dios, para que cada uno pueda llevar a cabo las exigencias propias de su vocación y de su estado de vida.
Este don del Espíritu lleva a perfección en nosotros la virtud de la fortaleza y nos ayudará a practicar con prontitud, seguridad y perfección todas las virtudes en todas las circunstancias.
Pidamos a María que nos asista en la práctica de la virtud, que nos ayude en el combate espiritual y que atraiga sobre nosotros el Santo Espíritu para que nos fortalezca con sus dones.
Fruto: La fortaleza
28 de Mayo
Hoy, Virgen Fiel, Espejo de Justicia y Causa de nuestra Alegría, te pedimos por los esposos católicos que viven en conflicto, para que, puestos en presencia de Dios, miren su Matrimonio con infinito respeto y sean conscientes de que los problemas conyugales nunca se arreglarán apuntando con el dedo al otro, sino a sí mismos, para cambiar en los propios pensamientos, sentimientos, palabras y obras, todo lo que dificulte la permanencia fiel en el Sagrado vínculo indisoluble del Matrimonio.
Obsequio: Rezar por los esposos en conflicto, y, si estamos casados, revisar pronto aquello que podría generar problemas en nuestro Matrimonio, pensando en nuestros hijos, más que egoístamente en nosotros mismos.
Día veintiocho
I. La violeta
1. La violeta es una flor que si bien no viene en el mes de mayo, pero se nos anticipa para darnos noticia que se pasaron los hielos, se derritieron las nieves, y que está próxima la estación bella de la primavera.
II. La modestia
2. Esta virtud, compañera de la templanza, mantiene en el ánimo su compostura interior y en el cuerpo la exterior contra su tendencia a honores, glorias, dignidades, grandezas, ciencias, ornato exterior del cuerpo, gestos y movimientos en las diversiones lícitas.La violeta esconde su flor entre las hojas: la modestia cubre con sus actos externos lo que siente y tiene de grande, y se presenta a los ojos de los demás como una flor pequeña, pero muy aromática, y es la primera que nos anuncia el buen tiempo y las delicias de que gozará en el paraíso el hombre modesto y ordenado en todos sus ímpetus interiores y gestos exteriores.
III. La modestia en María
3. Ni antes de ser elevada a la altísima dignidad de Madre de Dios y de Reina de los cielos y tierra ni después tuvo María en su ánimo movimiento alguno que la descompusiera, desarreglara ni desordenara. Lo que tenía de Dios, lo ordenaba a Dios, y lo que tenía de propio, lo atribuía a sí misma.
IV. La flor a María
4. Le vas a presentar hoy la modestia, esto es, un todo ordenado y bien compuesto en el alma y en el cuerpo. Entumecerse, hincharse y ensoberbecerse es tomar una figura espiritual monstruosa. Evita esta descompostura y al poner tu flor en manos de María, dile: Presentación de la flor
ORACIÓN. Señora: Por la presentación de este mi ramillete yo me comprometo hoy a guardar siempre modestia interior y exterior. Recibid una flor que tanto Vos amasteis: aceptad mis resoluciones y haced que tengan fuerza y eficacia.
DÍA 28
Virgen Santa, sublime criatura, desde esta tierra te saluda un pecador que merece castigos y no gracia, justicia en vez de misericordia.
Bien sé que te complaces en ser tanto más benigna, cuanto eres más grande; cuanto son más pobres los que a Ti recurren, tanto más te empeñas en protegerlos y salvarlos.
Tú eres, Madre mía, la que lloraste un día a tu Hijo muerto por mí. Ofrécele, te ruego, tus lágrimas a Dios, y por ellas, consígueme un verdadero dolor de mis pecados. Amén.
MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA 28 DE MAYO
1. Saludo La indiferencia (no de todos) ante la Iglesia, nos ha de interpelar mucho más sobre la misión profética de la Iglesia en medio del mundo. -La sociedad del consumo, nos empuja a entender y conquistar una felicidad artificial basada en el tener. La iglesia, por el contrario, nos llama a ser ricos en el ser. A ser felices buscando otras razones más supremas y más elevadas. -El mundo que nos toca vivir, nos arrastra a romper con instituciones que consideramos han sido y son válidas para el equilibrio de la sociedad (familia, etc.) La iglesia, por el contrario, nos dice eso nos lleva a una incertidumbre con grandes peligros en el horizonte.
No es extraño, por lo tanto, que los jóvenes a los cuales la sociedad educa, domina y hasta utiliza, vivan de espaldas o extraños a la iglesia que -por cierto- les acogió en el Bautismo para ser hijos de Dios. Lo fácil, en estos momentos, es optar por el camino corto. Por la banda ancha. Por una vida que no me traiga complicaciones personales, materiales, espirituales o eclesiales. Y, lo peligroso, sería que por hacer una iglesia más atrayente, diésemos aquello que el mundo pide, aquello que unos determinados jóvenes reclaman. ¿Sería coherente, por ejemplo, renunciar a lo que es esencial desde el Evangelio?
Esto no es nuevo. María, en propias carnes, vio como los amigos de su hijo - bastante jóvenes por cierto-, echaron a correr en los momentos de dolor. Contempló, posiblemente muy de cerca, la negación del que luego resultó ser el primer Papa. Se quedaría atónita, al saber que otro de sus amigos -Judas- lo vendió por 30 monedas de plata. María, Madre de la Iglesia, intercede para que tu Iglesia pueda seguir avanzando en este nuevo milenio y pregonando con gozo y con humildad la presencia de Jesús muerto y resucitado.
2. ORACIÓN María, lámpara encendida En ella se realizan las promesas de nuestra salvación; en Ella se refleja la belleza primera con la que Dios concibió a la humanidad.
En Ella se cumple el misterio soberano de la Encarnación que glorifica a Dios y trae la paz a la tierra.
En Ella, el silencio profundo del alma perfecta y abierta hacia el infinito, se transforma en amor, en palabra, en vida, se hace Cristo. En Ella, toda piedad, gentileza, soberanía y poesía es viva; en Ella el dolor se hace tan acerbo que ningún otro corazón de madre puede igualarlo. En Ella, tanto la fe como la esperanza, la fortaleza y la bondad, la humildad y la gracia con esa estela de realismo y misterio tienen expresiones sobrehumanas.
En Ella cual cirio encendido, se irradia a Cristo y su Espíritu.